LXII Debilidad

En el mortal silencio de la celda, los pesados pasos del guardia se oyeron estruendosos, y lo que hizo después fue una infernal cacofonía: golpeó con su bastón tonfa uno a unos los barrotes, desde el extremo hasta detenerse frente al prisionero.

—Overon, visita —dijo, con voz severa.

Cualquier reclamo hacia su inadecuada y descortés conducta sólo la potenciaría. Misael estaba separado de la población general, pues no había sido condenado todavía, pero la tortura psicológica no hacía diferencias. Estar tras los barrotes lo volvía escoria para quien los tenía delante.

—No tengo cita con mi abogado hoy —dijo, sin apartar los ojos del libro que leía.

La lectura mantenía sus pensamientos en movimiento, así el cerebro no se le agusanaba.

—No es tu abogado, es una mujer, Sara Rojas. Es increíble que todavía haya mujeres que quieran verte.

El libro salió volando de lo rápido que se levantó Misael. Esperaba no apestar a humedad y encierro, y no lucir tan deprimente.

Estiró las manos y el guar
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo