Las leyes del magnetismo decían que, cuando dos polos del mismo signo se enfrentaban, había fuerzas repulsivas entre ellos. Los polos idénticos se repelen y podía comprobarse experimentalmente al usar unos imanes. El campo magnético se sentía como un escudo invisible que rodeaba a los polos, como si el aire actuara de barrera. Así mismo estaba comportándose el aire en el pabellón de Misael.Él y el fiscal resultaron ser polos idénticos.—Si al final resultas ser inocente, esto te pesará, Overon.—Jorge entró a jugar cartas, es lo que diré y él lo confirmará porque estará sano y salvo. ¿Qué dirá usted si ese asesino mata a Sara? ¿Qué dirá si escapa y sigue matando? ¿No le pesará en la conciencia, fiscal? ¿Tiene conciencia?—Tu inocencia no se ha confirmado, no puedes salir y no me arriesgaré a tener a dos locos sueltos. Además, ¿no has pensado que ella podría ser su cómplice? —¡Qué locuras dice!—Primero eliminan a tus amantes, luego te sacan del camino y se quedan con tu fortuna. Tal
El edificio principal de empresas Overon era una construcción con tradición, de más de cien años. Por fuera lucía como cualquier rascacielos moderno, así también se veían sus oficinas, excepto la de su director general, en el último piso.Al cruzar la puerta, Max y Marcela se sintieron transportados en el tiempo. Estaban entrando ellos a la sala del trono de algún monarca, así lo decían las decoraciones de los muros, las armaduras, los trofeos, la riqueza en cada cosa dorada que veían. Hasta la alfombra parecía sacada de un palacio. Ni hablar del hermoso escritorio, de madera noble y con intrincados tallados bajo el cristal que cubría la parte superior. Era digno de un museo, igual que la momia sentada tras él. Frederick Overon era un hombre de unos cincuenta años, saludable y de aspecto envidiable, pero se les hizo mucho mayor. Allí, en su trono, los miraba con la pasividad de quien ha visto el inicio y el final de la historia y espera, sin sorpresas, a que ocurra lo que deba ocurrir
Isaías Overon miró los autos transitando por la avenida, a una cuadra del edificio de la empresa familiar. Bebió un sorbo de su refresco y volvió a fijar su atención en los detectives.—Siempre tuve buena relación con Marcos. Cuando le conté que vendría a la ciudad a estudiar, me invitó a su casa y vivimos juntos un tiempo. Luego Frederick me dio una beca y me fui al extranjero dos años. Regresé hace unos meses y lo primero que hice fue ir a visitarlo, pero no lo encontré. Al que sí encontré fue a Imak, él es hermano mayor mío y de Misael, no Marcos Barra. Marcos es mi primo por parte de madre.Max y Marcela intercambiaron miradas. —Imak es un apodo, él también se llama Marcos, tal vez por eso se confundieron. Creo que tengo unas fotografías de ellos.Mientras Isaías la buscaba, Max recibió una llamada de Karim y las palabras del muchacho cobraron sentido.—Vean. Éste es Marcos Barra, mi primo.Definitivamente no era el hombre al que buscaban, aunque su corte de cabello fuera idéntic
—Hola, buenas tardes. Una serpiente mascota escapó, ¿puedo revisar si está por aquí?—¡Claro! ¡Claro! Pase, por favor. ¿Es grande? He visto que algunos de esos bichos son enormes y aquí hay niños pequeños —dijo la empleada doméstica, dejando entrar a Tom.Los hombres de Misael se desplegaron por las calles. Se movían bajo la premisa de que el asesino estaría solo o de que podrían sentir el aroma de Sara en los alrededores. A esas horas, sirvientas, niñeras, guardias o jardineros eran quienes los recibían. Por las calles, Misael se movía como un sabueso enloquecido, intentando percibir un rastro invisible, que poco se diferenciaba de una onda de radio como las de los teléfonos. Él buscaba la señal de Sara y que aquel murmullo en sus oídos se hiciera tan fuerte que le estallara la cabeza. O el corazón. Si no la encontraba a tiempo le estallaría el corazón.Siguió avanzando. Andaría hasta la última casa, a rastras si era necesario. Tanta sangre que había perdido lo tenía mareado.Dobl
El ulular de la sirena de la ambulancia se fue silenciando mientras descendía por las lomas. Algunos de sus habitantes se asomaron a los jardines para ver qué ocurría, otros enviaron a sus empleados a averiguar. Afuera de la casa de Marcos Arias había un gran contingente policíaco. Y la infaltable prensa también había llegado. Como pirañas buscaban conseguir una exclusiva: el verdadero rostro del monstruo que había mantenido en vilo a la ciudad durante semanas, el estado de su última víctima, su escondite, sus secretos.—Recibí información clave que me permitió encontrar al culpable. Gracias a eso, fue posible salvar la vida de la detective Rojas —declaraba el fiscal frente a las cámaras.Por fortuna había llevado ropa de recambio y lucía impecable. Y la radiante sonrisa no se le borraba de la cara.—Ese patán —mascullaba Max, dando la calada final a su cigarrillo.Era el último, prometió mirando hacia el cielo, donde se encontró con una resplandeciente luna nueva. Al interior de la
—¿Entonces así fue como ocurrió? —preguntó Max.No quería ser descortés, pero no podía apartar la vista del parche que le cubría toda la zona de la nariz y pómulos.—Así es —dijo Dolly, con voz gangosa—. Dejé a Misael sedado en la habitación y bajé por algo al auto. Fue cuando ese lobo me atacó. No me dio tiempo de defenderme de lo rápido y violento que fue. Creo que pudo inyectarme algo, no estoy muy segura. Me sentí muy débil. Y el dolor fue espantoso, todos los huesos me crujían. Luego ya no hubo nada, creo que morí. Los médicos dicen que estuve muerta unos minutos.—Tendrás que agradecerle a Misael, él fue quien te devolvió a la vida con una poco ortodoxa maniobra de reanimación.Dolly sonrió. Terminó de dar su declaración y descansó. Tantos huesos rotos llevarían algo de tiempo en sanar.Max siguió pensando en ella hasta la hora del almuerzo. Era un hombre débil, supuso.Al fiscal le entregó un completo archivo del caso, con todas las evidencias en contra de Marcos Arias. Lo únic
La serena respiración de Misael evidenciaba su letargo. Se había dormido en el pasillo y en su cabeza se sucedían con rapidez escenas de su infancia.Las fogatas que iluminaban la noche rodeada de montañas, un pequeño niño atragantado con comida..."Mi mami es la mejor... ella prepara estos rollos y me quiere mucho"... —decía él.¿A qué sabrían esos rollos de carne? Lamentaba no haberlos probado y darle tan poca importancia.Ojalá y alguien los preparara para él.La añoranza, la aldea y la comida se desvanecieron con el surgir de su conciencia. Un gemido lo había despertado.Otro lo hizo levantarse de un brinco y pegarse a la puerta. De allí brotaban gemidos, jadeos y suspiros. Habían reemplazado a las palabras y expulsado a los gruñidos.Esperó, yendo de un lado al otro, conteniéndose para no abrir la puerta e irrumpir dentro. Treinta minutos después, Dolly abrió.—¿Funcionó? —se apresuró a preguntar él.—Está cansada... Procura que descanse.En el sillón encontró a Sara, con las rop
Misael miró la mano del muchacho y luego a su joven rostro.—¿Qué clase de jugarreta es ésta? ¿Quieres burlarte de mí?—Claro que no, Misael. Quiero que seamos socios.Misael sonrió de mala gana.—¿Por qué?—Porque eres el mejor en esto, por qué más va a ser. —No quiero tener nada que ver con las empresas de Frederick.—No se usará capital de las empresas Overon y no estarán involucradas en modo alguno. Quiero invertir unos ahorros, un premio que gané durante mis estudios. Y confío en ti, sé que estarán en buenas manos.—Antes de lo ocurrido no habría dudado de tus palabras. Mi imagen y reputación están por los suelos ahora y tú presides las empresas Overon. Frederick no querrá que te relaciones conmigo.—En este negocio, quien no se atreve a correr riesgos, no surge. Si Frederick se enfadara y me despidiera, pues conseguiría otro trabajo y ya. Tú eres mi hermano, eso es más importante.—Ni siquiera me acuerdo de ti.—Me senté a comer a tu lado en la fogata esa noche —recordó con ale