LXIV La aldea Ruka

En un pequeño valle rodeado por un bosque de coníferas, enclavado en el seno de las montañas, estaba la aldea Ruka. En el idioma ancestral de los lugareños, su nombre significaba "corazón de lobo".

Los lobos vivían allí tal vez desde antes que las coníferas se alzaran hacia el cielo, tal vez antes de que se encumbraran las montañas. Y en algún momento, al amanecer, hubo sombras de seres que andaban en dos pies entre ellos.

Las leyendas de las épocas de guerra, transmitidas de generación en generación, decían que la diosa Luna, vigilante desde las alturas, había cubierto la aldea con su resplandor plateado, haciéndola invisible a sus enemigos. Allí habían prosperado los hombres y mujeres con alma de lobo. Cuando llegó la paz, los lobos de cuatro patas, sus ancestros, siguieron protegiéndolos desde los altos y fríos bosques.

Los tratados políticos de la civilización que surgía y las nuevas leyes del mundo, hicieron aflorar los rasgos humanos en ellos. Llegó la electricidad, que rivaliza
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