21.

―Hola, Gaby ―me saluda Cristian, abrazándome con efusividad―. Pensé que te había pasado algo, te estaba escribiendo desde ayer.

―Mi celular murió y tuve que cargarlo en el taxi ―digo y lo saco de mi bolsillo para encenderlo.

― ¿No estabas en casa? ―pregunta, frunciendo el ceño.

―No, me quedé en casa de una amiga ―miento.

Montse se sienta frente a nosotros, como siempre. No se ve tan alegre como esta mañana, me pregunto por qué.

―Mon, ¿estás bien? ―pregunta Cris.

― ¡No! Me molesta que Mauricio pague sus frustraciones conmigo ―dice, cruzándose de brazos―. Anda de un humor de perros que provoca cachetearlo.

―Me ofrezco como voluntaria ―me burlo―. ¿Sabes por qué anda molesto? ―tanteo.

―No tengo ni la más mínima idea, tal vez sea por mi papá. No lo sé ―dice, encogiéndose de hombros. Parece que recuerda algo porque su semblante cambia totalmente―. Van a inaugurar otro restaurante y están invitados. Les doy las invitaciones al salir, pero me recuerdan ¿eh?

―Está bien, gracias ―responde Cris,
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