―Hola, Gaby ―me saluda Cristian, abrazándome con efusividad―. Pensé que te había pasado algo, te estaba escribiendo desde ayer.―Mi celular murió y tuve que cargarlo en el taxi ―digo y lo saco de mi bolsillo para encenderlo.― ¿No estabas en casa? ―pregunta, frunciendo el ceño.―No, me quedé en casa de una amiga ―miento.Montse se sienta frente a nosotros, como siempre. No se ve tan alegre como esta mañana, me pregunto por qué.―Mon, ¿estás bien? ―pregunta Cris.― ¡No! Me molesta que Mauricio pague sus frustraciones conmigo ―dice, cruzándose de brazos―. Anda de un humor de perros que provoca cachetearlo.―Me ofrezco como voluntaria ―me burlo―. ¿Sabes por qué anda molesto? ―tanteo.―No tengo ni la más mínima idea, tal vez sea por mi papá. No lo sé ―dice, encogiéndose de hombros. Parece que recuerda algo porque su semblante cambia totalmente―. Van a inaugurar otro restaurante y están invitados. Les doy las invitaciones al salir, pero me recuerdan ¿eh?―Está bien, gracias ―responde Cris,
MAURICIOMe recuesto del espaldar, soltando un largo suspiro. Tengo un gran dolor de cabeza, así que sobo mi frente y sien con una mano.Observo mi oficina y respiro hondo al recordar cómo besé a Gabriela en este bendito escritorio. Puedo rebobinar la escena de forma tan vívida que siento que tuviese una pantalla enorme e invisible frente a mí.―Maldita sea… ―mascullo, restregando mi rostro con mis manos.No he podido sacarme de la cabeza la jodida noche de pasión que tuve con Gabriela. Si cierro los ojos y recuerdo esos momentos, puedo sentir como introduce sus dedos entre mis rizos y puedo escuchar sus gemidos en mi oído como si en realidad estuviese pasando.Su piel sueva y caliente, de tez clara y su cuerpo tan bien proporcionado me tiene en vela todas las noches. He tenido que quedarme en mi casa fuera de CDMX porque estar en la suite es recordar como dormía tan plácida junto a mí.Su cuerpo enroscado al mío y en las sábanas, abrazándome. Sus ojos cerrados y su respiración pausad
Cuando ambos voltean a verme, sé que he pensado en voz alta. Aarón cubre su boca con disimulo para no mostrar que la situación le divierte y Gabriela me mira con el ceño fruncido.—Quiero decir, eh… de ninguna manera va a faltar a la inauguración, señorita Arellano. Al menos que quiera tener problemas con Montserrat —bromeo, tratando de enmendar el asunto.—Pues a los Díaz hay que enseñarles a respetar las decisiones ajenas —se zafa y Aarón alza las cejas. Dios mío, esto le divierte tanto—. De todas formas, no voy porque no quiera, sé cuán importante es la inauguración para mi amiga, sino porque no tengo nada que ponerme.»De igual manera, gracias por querer invitarme, señor Irazábal. No lo veo conveniente, usted es mi jefe y sé que no lo hace con mala intención, pero los rumores… ―continúa, mirándome de reojo―… Ya sabe, no traen nada bueno.―Entiendo, señorita Arellano. No se preocupe, continúe con su trabajo y gracias por ser tan honesta ―le responde él y ella se retira con rapidez―
GABRIELAYa es la hora de salida de la escuela, así que tomo mis cosas y salgo del lugar. Montse y yo vamos parloteando de comida, las clases y la inauguración, insistiéndome en que debo ir.―Aún no lo sé, no tengo pareja ni vestido para ir ―le recuerdo.― ¿Para qué necesitas pareja, eh? Si te aburres o algo, nos acabamos el vino blanco ―me dice, guiñándome el ojo y haciéndome reír―. Además, te tengo la solución: en mi armario tengo varios vestidos que no he estrenado. Podrías venir a mi depa y probarte algunos, el que te guste lo usas.―No, Montse. ¿Te has vuelto loca? No podría aceptar eso ―niego, apenada.― ¡Ay, cállate! ―me dice, palmeando mi hombro―. Anda, pruébate unos y hasta te regalo el que quieras usar. Fede, tú y yo iremos a mi depa a arreglarnos junticas ¿te parece?―Si estás a punto de decirle que no, sabes que no se va a rendir hasta que le digas lo que quiere ―aparece Cristian, sonriendo―. Las vi de lejos y reconocí tu cara de “voy a atosigarte tanto que terminarás haci
―Puedo saber… ¿por qué coño me compraste el vestido? ―pregunto, entrando a su oficina sin tocar ni pedir permiso.Él alza la vista de unos papeles y me exijo concentración cuando noto que lleva gafas puestas. Me mira de arriba abajo con una sonrisa petulante en el rostro y yo me cruzo de brazos, quedándome a una distancia prudente de él.―Creo que las cosas que dices y las cosas que haces no son coherentes. Me dijiste que estarías fuera de mi vida, por lo menos hasta donde puedes, y mira… ¡me compras cosas! ―le digo, molesta.―Pues porque te dije que asistirías a la inauguración y lo cumplí. No puedo negar que estoy molesto contigo, pero eso no quita que te quiera allí. Así que me aseguré de que ya no tuvieras más excusas ―dice, levantándose de su puesto para recargarse del escritorio.« ¡Oh, el escritorio!» pienso y sacudo mi cabeza para borrar ese recuerdo.― ¿Sucede algo? ―pregunta, alzando una ceja. Una sonrisita se dibuja en su cara al ver que me remuevo un poco―. ¿Señorita Arell
El bendito día de la inauguración ha llegado. Federica y yo estamos en casa de Montserrat, ayudándonos con el maquillaje y con los peinados.Fede lleva puesto un vestido tornasol, de tirantes y con escote en forma de “V”, pero discreto. Es ceñido en su cintura y cae hasta el suelo, dejando a la vista una de sus piernas gracias a la apertura que hay en la falda. Sus tacones son plateados y altos, el maquillaje realza sus ojos con un delineado muy fino y delicado. Su cabello ha sido ondulado y se ve preciosa.Montse, por otro lado, lleva un vestido negro con pecho cuadrado y strapless. Es ceñido a todo su cuerpo y también tiene una abertura en la pierna. Sus tacones son color vino y lleva el cabello en un recogido impecable. Sus labios están matizados del mismo color de su calzado y hay un poco de color en sus ojos.Yo las observo por el espejo, mientras aliso mi cabello. Al llevarlo corto no hay mucho que pueda hacer con él, solo colocarlo de lado y ondularlo un poco, para hacer volume
Nos acercamos a nuestros acompañantes, quienes hablan con Mauricio y Charlotte. Montse no luce para nada contenta y no lo disimula, yo tampoco es que lo haga mucho.La música vuelve a tomar vida, esta vez sonando “Put your head on my shoulder” de Paul Anka. Mauricio se acerca a mí y extiende su mano para que baile con él. Yo acepto con una sonrisa tímida y nos acercamos al centro.Aarón le pide a Charlotte que baile con él y ella acepta a regañadientes, sin dejar de vernos.―Te estoy viendo, ¿eh? ―me habla Mauricio, mientras danzamos de un lado a otro―. Deja de acribillarla con la mirada, ella no me importa ―me dice y besa mi sien.―No hagas eso… ―lo regaño, mirando a nuestro alrededor―. Recuerda que estás regalando pasantías y yo ya estoy dentro, ¿eh?―Haré como que no estás desviando el tema ―me dice, sonriendo con diversión.―No lo hago ―respondo, mirando directo a sus ojos mieles―. Ella es la que nos acribilla a nosotros.―Lo sé. Solo le he prestado atención a la mujer más sexy y
Mauricio me deja pasar primero cuando llegamos y yo observo todo a nuestro alrededor, jugando con mis dedos debido a los nervios. Respiro hondo y escucho cuando cierra la puerta tras de mí.― ¿Quieres quedarte con el saco o…? ―pregunta cerca de mi oído, erizándome los vellos de la nuca.―No, no. Aquí tienes ―digo, quitándome su saco negro de mis hombros y lo encaro para ver como lo coloca en un gancho cerca de la puerta―. Fue una larga noche.―Y lo que falta ―dice, acercándose a mí.Sus ojos conectan con los míos, encendiéndome como un mechero al papel. Puedo sentir como voy entrando en combustión poco a poco, con una lentitud torturante.Sus manos acunan mis mejillas con delicadeza mientras sus ojos me recorren el rostro, sin perder detalle. Acaricia con sus pulgares mi piel en círculos suaves que me obligan a respirar por la boca, captando su atención.Me remuevo un poco al sentir un hormigueo en mi intimidad y él se separa un poco, mirando mis pies.― ¿No estás cansada de llevar es