Domenico Reclama a Rafael.
Emma entró a su modesto departamento, tenía lo básico y estaba impecable, ella era una joven muy ordenada, y si tenía lo que necesitaba para ella estaba bien. Después de botar su bolso y sus zapatillas se masajeó los pies sobre las medias. — ¡Carajo, como me duelen los pies, otro día más de compras con esa mujer y se me destrozan! La pelirroja llegó hasta su nevera de puntitas para tomar una de las cervezas que tenía helando ahí. Por dios que la necesitaba, había descubierto que su viejo amor estaba comprometido. — Ahhh... Rafael, ¿Por qué no me dijiste que... Estabas comprometido? ¡Tuve que enterarme por esa rubia adicta a las compras, me siento tan ridícula, tan... idiota... Sé que no significó nada para ti, que lo nuestro quedó en el pasado, pero...! Duele... Emma no soportó más, ella se rompió en la soledad de su pequeña sala. Lágrimas ardientes rodaban por sus mejillas, se lamentaba por haber sido tan estúpida y no darse cuenta de que la habían estado engañando, de t
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