Todos los capítulos de Despojada de todo. Regresé con mis trillizos de la muerte.: Capítulo 81 - Capítulo 89
89 chapters
81.
No le había creído. Esa fue la conclusión que quedó de mí cuando Elisa se fue de mi oficina. Yo no le había creído ni una palabra. "ver mis cámaras de seguridad solamente para ver si ya había hecho negocios con alguien", en vez de preguntarme directamente, me pareció una excusa barata y, de haber sido real, infantil.Una acción infantil. Así que por eso supe que era mentira. ¿Qué pretendía? ¿Qué era lo que pasaba? Creo que la respuesta estaba más que clara. Era simple y concisa: todo tenía que ver con Evangeline.No me lo sacaba de la cabeza, pero al menos no había terminado mal las cosas con ella. A pesar de todo, necesitaba seguirla teniendo ahí a mi lado. Necesitaba seguir trabajando con ella. Era la única forma de averiguar realmente qué era lo que pretendía o cuál era la venganza real que tenía contra mí, o contra mi madre, contra todos en general.Me quedé el resto de la tarde en la empresa, pero no pude evitar llegar temprano a la casa.—¿Y ese milagro? —preguntó mi madre en cu
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La mujer que estaba frente a mí tenía un aspecto imponente. Nunca especialmente había sentido timidez al estar en presencia de nadie, mucho menos de una mujer. No porque fuera especialmente machista, pero siempre que veía una mujer con carácter, decidida, empoderada, más que timidez, me resultaba tremendamente atractivo. Por eso, más allá de sentir timidez, lo que llegaba a sentir era realmente deseo e interés. Pero la mujer que estaba de pie frente a mí en la puerta de mi casa despertó una genuina sensación de malestar dentro de mi pecho. Sus ojos, con una arrogancia que me hizo pasar saliva, me observaban fijamente. —Disculpa, ¿quién eres? —le pregunté, pero la mujer no contestó. Se quedó ahí, en el mismo punto, observándome. Estaba recostada en el marco de la entrada de la puerta, me observó de los pies a la cabeza. —Definitivamente eres mucho más sexy en persona —comentó. }—¿Nos conocemos? —le pregunté, y ella negó. —No, no nos conocemos. Casi lo hacemos, pero en realidad no
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Todo se puso tenso a partir de ese momento. La hermana Sol había sido muy clara con su advertencia: que algo así podía llegar a pasar. Y entonces pasó. Sucedió lo peor. La verdadera Elisa estaba en el país, y sus intenciones no eran las mejores. Por poco y mata a Alejandro, el hombre que había sido su esposo. ¿Qué podía esperar yo? ¿Qué podía esperar yo de aquella mujer más allá de una muerte lenta y dolorosa? Y aquello me asustó. Me asustó sobremanera porque había decidido meterme en esta camisa de once varas. Yo había sido tan ridículamente ingenua, había sido una estúpida. Pero, ¿acaso no era la única opción que tenía? Gracias a eso, ahora tenía las pruebas en mis manos que podía demostrar mi inocencia. Gracias a aquella mentira, podía ofrecerles, posiblemente, un buen futuro a mis hijos. Así que no debía llorar en ese momento. Tenía que enfrentar las consecuencias de lo que había hecho, y eso era lo que tenía que hacer. — No me parece que sea una buena idea — dijo después de un r
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— No — dije, y todos voltearon a mirarme. — ¿No? — preguntó Kevin, mirándome directo a los ojos — . ¿Pensaste que esta mentira iba a durar para siempre? — Claro que no — le dije, poniéndome firme y abrazándome a mí misma para combatir la inseguridad — . Sabía que eventualmente iba a tener que decirle la verdad, que él tendría que saber que yo era Evangeline. Pero él me ha visto como Elisa muy pocas veces. Imagino que es muy pronto. — ¿Y eso? — manifesté — . Es muy pronto. — Pero entonces — Kevin cruzó un par de miradas con la hermana Sol, y la mujer me miró — , tal vez en otras circunstancias. Pero ahora, ¿te parece que es muy pronto cuando la verdadera mafiosa está a las puertas de nuestro orfanato? Y sabemos exactamente qué quiere. Si quiere matarte, si quiere matarnos a todos para esconderse y esconder esos secretos... — Yo no opino mucho — continuó Luis sin apartar su mirada de mí — , pero escucho muy bien todo lo que dicen. Elisa Duque es una mafiosa que aún no ha sido expue
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Los labios de Kevin eran suaves, pero fue una sensación extraña el besarlo porque no sentía absolutamente nada. No hubo una calidez en el estómago, no me temblaron las rodillas, no sentí esa mágica chispa que se supone que debía sentirse. Porque lo había imaginado por un momento, mientras recortaba la distancia que nos separaba para besarme. Lo pensé: ¿y si tal vez Kevin fuese el amor de mi vida? ¿Y si tal vez fuese la persona que el destino tenía preparada para mí, para que olvidara de una vez por todas a Nicolás? Por eso lo había permitido. Por eso había profundizado el beso. Porque necesitaba saberlo. Quería saberlo. Pero ahora ya lo sabía. Yo no sería capaz de ver a Kevin en ninguna otra forma que no fuese como un gran amigo.De todas formas, permití que me besara. Permití que su mano se deslizara por detrás de mi espalda hasta mi cadera y que me ajustara contra su torso. Su beso fue tierno y romántico, un poco profundo. Su lengua exploró con timidez la mía, y yo pude sentir todas
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Una vez más, como ya se me hacía costumbre, tuve una noche pesada e intranquila. No solo por el hecho de que al siguiente día tendría que enfrentar uno de mis miedos más grandes, sino que también estábamos prácticamente amenazados. Elisa nos había declarado la guerra. Los hombres de Alejandro habían desaparecido. Él los presumía muertos, pero la mafiosa le había dicho que ellos simplemente lo habían traicionado. Cualquiera de las dos posibilidades era horrible.De todas formas, estábamos completamente solos. Pude escuchar cómo Luis, Alejandro y Kevin pasaron toda la noche rondando el orfanato, esperando en las esquinas y observando el bosque por si alguien aparecía. Así que podía escuchar el tintineo de las armas que sostenían en sus manos. Yo hubiese preferido quedarme de pie y estar con ellos vigilando, pero tenía que tratar de dormir, tenía que tratar de tener fuerzas para el siguiente día.Pero no pude hacerlo. Cuando cerraba los ojos, mi mente divagaba una y otra vez en las miles
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Nicolás se quedó ahí de pie, observándome, y yo pasé saliva. — ¿A qué te refieres con eso? — le pregunté.Él me señaló el mueble frente a mí y yo tomé asiento. Dejé mi cartera en el suelo. Toda la seguridad que había sentido cuando salí del orfanato esa mañana se había desaparecido por completo. Ahora ya no estaba segura, solo quería hacer uso de mis tenis deportivos y salir corriendo de ese lugar lo antes posible, antes de que la conversación entrara en ese tema en el que ya no habría marcha atrás. — Ayer fue a verme una mujer a mi casa. Sabe de nuestros negocios, y eso es raro. Siempre trato de ser muy discreto con mis cosas, pero ella lo sabe. Sabe que estamos intentando hacer negocios juntos. Me aseguré de que nadie me siguiera, pero presiento que es una mujer que está involucrada en este mundo de negocios sucios.Yo sentí que el corazón me latió con fuerza. Era Elisa. Era la verdadera Elisa. Había ido a ver a Nicolás. — ¿Y qué te dijo? — le pregunté, un poco conmocionada. Segu
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Nicolás dio un paso atrás, tropezó contra el mueble y cayó sentado en él. Pude ver cómo abrió los ojos, cómo le brillaron de miedo, de terror. Abrió la boca para decir algo, pero de ella no salió ninguna palabra. Pude verlo confundido y atormentado. Si hubiese tenido las fuerzas en ese momento, estaba segura de que hubiera salido corriendo, pero se quedó ahí, quieto, observándome. Yo apreté con fuerza el pañito que tenía en mi mano con tanta fuerza que las gotas salieron de él, resbalaron por entre mis dedos, ensuciando la cara y la blanca alfombra con el maquillaje que me había quitado.—El maquillaje era para cambiar mis rasgos —le dije ante el silencio espeso que reinaba en la habitación.Los ojos de Nicolás se llenaron de lágrimas mientras negaba. Nunca lo había visto llorar. Nunca lo había visto tan confundido, tan asustado. Se puso de pie y caminó hacia la ventana. Se limpió las lágrimas de dos grandes manotadas y luego vi que apretó el puño para darle un golpe al cristal.—No p
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Cuando recordé aquella noche, la noche del incendio, el incendio que había cambiado mi vida, la rabia y la energía que sentía en esos momentos se esparció un poco. Pero, extrañamente, me sentía liberada. Ya le había dicho la verdad a Nicolás. Estaba ahí, frente a Evangelina. Ya no tenía que fingir ser Elisa. Ya no tenía que fingir nada. Ahora podía ser yo misma, podía ser yo misma como nunca lo había sido. Y me permití sentirme vulnerable. Así que me abracé a mí misma.—Tu madre fue a visitarme a la cárcel —comencé a contarle—. Porque sabía que estaba embarazada. Me dijo que tú me habías dicho que tenía que abortar.Nicolás apretó con fuerza los puños. Observaba directamente a los ojos, observaba mi rostro, mi cuerpo, como si aún no fuera capaz de creerlo. Probablemente aún estaba en ese proceso de aceptarlo.—Me dijo que tenía que abortar, pero yo no quería hacerlo. Porque yo siempre estuve enamorada de ti, Nicolás. Siempre estuve enamorada de ti, y llevar un hijo tuyo en mi interior
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