Todos los capítulos de Despojada de todo. Regresé con mis trillizos de la muerte.: Capítulo 71 - Capítulo 80
89 chapters
71.
Fue una sensación extraña, como una debilidad en el cuerpo que me hizo estremecer todas las articulaciones. Cada pequeño pelito de mi cuerpo se erizó. Fue una sensación de alegría que se mezcló con miedo, una sensación extraña y arbitraria de felicidad y ansiedad. Di un par de saltos en el lugar en el que estaba, tratando de menguar de alguna forma la emoción que me había entrado. Cuando volteé a mirar a Kevin, vi sus ojos brillosos, y entonces entendí lo que aquello significaba. El infierno podría terminar. Aquel vídeo era una prueba suficiente para demostrar mi inocencia, y eso sería suficiente para que volviera a tener la libertad que había perdido hacía más de diez años. Kevin se puso de pie y me abrazó con fuerza, y yo le correspondí el abrazo, enterrando mi cara en su cuello. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Qué bueno que tenía mi frente sobre su piel, porque de lo contrario no hubiese sido capaz de reconocer nada de mi alrededor con mis ojos acuosos. Noté cómo mi corazón lat
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72.
¿Podía confiar en Kevin? Fue la pregunta que me hice el resto del día. No me pareció una coincidencia que él y Elisa hubiesen hablado sin mi presencia. ¿De qué hubieran tenido que hablar? ¿De negocios? Era extraño; los negocios los tenía Elisa conmigo, no con Kevin. ¿Por qué, en el momento en el que le pregunté sobre la India, ella volteó a mirar a Kevin como si él tuviera la respuesta que ella no? Aquello se me hizo extraño, pero no pude decir nada más. Aquella maldita explosión había arruinado todo.Estaba ahí, sentado frente a las cámaras de seguridad de mi propia empresa, tratando de encontrar una respuesta. El encargado movía sus hábiles dedos por todo el teclado, intentando localizar la hora exacta en la que había sucedido la explosión. Cuando lo hizo, me señaló la pantalla. — Ahí está — dijo.Pude ver el auto de la explosión parando cerca de la empresa, pero el hombre que se bajó de ahí llevaba una gorra que le cubría el rostro. Era imposible distinguir su identidad. Su ropa
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73.
Los ojos de sorpresa y de dolor de Kevin me atormentaban. — Lo siento — le había dicho después de un segundo — . De verdad, lo siento.Mis ojos se llenaron de lágrimas. — Pero por favor, no me faltes al respeto nuevamente.A pesar de que sentía remordimiento por haberlo golpeado, tenía que dejar claras mis intenciones. Lo que se permite, se repite. Y a pesar de todo lo que había pasado, yo nunca le había faltado el respeto a él. Esperé que nunca volviera a hacer lo mismo hacia mí. Kevin vino a sentarse pesadamente en el mueble. Alejandro, con el computador entre las piernas, no apartaba los ojos de la pantalla, aunque yo sabía que estaba más pendiente de nosotros que de lo que veía en el ordenador. — Creo que debería irme — le dije a Kevin. — No — dijo el pelirrojo — . Deberías quedarte un par de días aquí en la ciudad. Los niños estarán bien. Sabes que la hermana Sol los cuidará bien. Ahora, más que nunca, tienes que estar cerca. No sabemos cuál será el nuevo paso que tome Nic
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74.
Tuve una noche intranquila. Es la segunda noche que no dormía nada y, a pesar del cansancio acumulado y el estrés, no pude pegar los ojos hasta altas horas de la madrugada. Los sueños que tuve fueron caóticos, de dolor y miedo. Miedo de qué pudiera pasar el día siguiente. Miedo de que Nicolás me hubiese descubierto y tuviera que confesarle la verdad.Al principio pensé que aquella verdad me liberaría, que dejar de fingir ser Elisa sería una bendición. Pero ahora yo no estaba tan segura. Ahora ya no sabía realmente si era lo que quería. Seguir fingiendo me permitía estar al lado de Nicolás sin ninguna consecuencia, pero decirle la verdad sería desastroso. Me odiaría, y yo tendría que odiarlo también, como se suponía que debía estar haciendo ya en este momento. Pero para mí era difícil hacerlo. Era muy difícil."Realmente tengo que intentarlo, tengo que odiarlo", me dije, dándome un par de bofetadas a mí misma en la madrugada.¿Por qué no lo odiaba? ¿Por qué no era capaz de odiarlo? Él
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75.
A pesar de que yo sabía que aquello podía pasar, de que lo más probable es que para eso me hubiese citado Nicolás, algo dentro de mí me inmovilizó.Era un extraño miedo, una sensación punzante de ansiedad que hizo que me temblaran las rodillas. Como siempre, escuchar mi propio nombre en su boca era agobiante y doloroso, pero escuchar cómo lo decía mientras ponía en tela de juicio mi propia lealtad como Elisa producía más ansiedad de la que hubiese querido admitir. Esta vez ya no había marcha atrás, pero yo debía intentar salvar, aunque fuera un poco, la situación, porque tal vez había alguna forma de hacerlo. — ¿Tú ex esposa? — le pregunté. — Entiende, Elisa,— ¿qué crees que tengo que ver yo con tu ex esposa? ¡Eso es ridículo! — ¿Entonces qué estabas haciendo ayer, espiando las cámaras de seguridad de mi empresa? — dijo él.Yo levanté el mentón. — ¿Me viste husmeando en tus cámaras de seguridad y lo primero que pensaste fue en tu ex esposa? Eso no tiene ningún sentido. — Lo tien
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76.
El miedo me embargó por un instante. Fue imposible para mí no reaccionar a aquello, probablemente con una mueca de terror o de asco, ya que Nicolás levantó el mentón hacia mí. — ¿Me juzgas por eso? — Claro que lo hago — le dije. La voz me tembló — . ¿Cómo haces algo como eso? Está enfermizo, sucio. — al inició... Pensé la primera vez que era algo terrible, profanador, pero ahora ya no estoy tan seguro.Se acercó a mí, recortando la distancia que nos separaba. Me tomó por el cuello y me estrelló contra el vidrio. No fue con mucha fuerza, pero lo suficiente como para considerarlo una acción agresiva. — ¿Crees que no puedo verlo? — me dijo. Tenía la mirada perdida en mis propias pupilas. Pude verlo alterado, sentir su desesperación, su miedo, también su corrupción — Lo veo en tus ojos. La veo a ella.Yo apoyé mis manos en su pecho y lo empujé con fuerza. Nicolás trastabilló y casi cayó al suelo, pero logró aferrarse al escritorio. — Esto es injusticia. Puedo verla en tus ojos, a Eva
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77.
Alejandro, a pesar de todo lo que quería admitir, sí estaba al pendiente del sismo entre Evangeline y Nicolás. Aparte de que aquello le interesaba sobremanera para su propio beneficio, quería saber en qué terminaba esa tragedia entre historia de amor.Era más que obvio para él: Evangeline y Nicolás estaban enamorados el uno del otro. Nicolás, enamorado del recuerdo de lo que ella fue alguna vez, y Evangeline, todavía enamorada de eso. Le parecía triste que el pobre de Kevin estuviera en medio de todo aquello, pero le pareció más triste que Evangeline, a pesar de todos los años que había pasado a su lado, no se hubiera dado cuenta del amor que aquel hombre profesaba por ella.Era una muchacha despistada, a pesar de su edad y de sus tres hijos. Pero él no era quien para abrirle los ojos a nadie. Tenía que concentrarse en sus propias cosas.Aún tenía muchísimo trabajo. Si era verdad que Evangeline lograba recuperar sus acciones en la empresa, volvería a tener la empresa de girasoles de
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78.
Alejandro tuvo el impulso de escupir en el suelo. A pesar de todo, jamás sería capaz de hacer negocios con Elisa después de todo lo que le había hecho.—¿Cómo te atreves cínicamente a hacerme una propuesta? —dijo, mientras la mujer se quedó observándolo desde arriba, esperando una respuesta. Alejandro pensó que tal vez podría ser una pregunta retórica.—¿de qué estás hablando? —le preguntó entonces, cuando notó que la mujer no pretendía hacer ningún movimiento hasta que él respondía.—Negocios. Ya te dije, vengo a hacer negocios.—¿Recuerdas la última vez que hicimos negocios? —dijo Alejandro mientras comenzaba a caminar de un lado a otro por el lugar. En la mesa de enfrente habían unas cuantas bandejas con granadas y balas. Eran granadas que pensaban transportar hacia el centro de la ciudad para un comprador que las había pedido. Se quedó de pie ahí, cerca de ellas. —La última vez que hicimos negocios, nos casamos —comenzó a contarle—. Vivimos juntos, y todo parecía estar bien, hasta
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79.
Lo mejor que podía hacer era regresar al orfanato. No quería quedarme en la ciudad, no quería quedarme con Kevin. A pesar de que habíamos hecho las paces, entre comillas, yo sentía que, aunque existía esa atención, seguía sintiendo que las cosas, a pesar de todo, no estarían bien.Y temí por eso, por mí, por nuestra amistad, que a pesar de todo quería tanto. Aquello me dolía, que las cosas terminaran de ese modo. Él no lo decía, y yo no lo dije, pero llegamos a la conclusión de que tal vez era lo correcto tomar un poco de distancia.Para ambos sería complicada, pero sinceramente yo pensaba que era lo mejor. Lo que sea, pues lo supimos entonces.En un viaje que pudo haber sido más incómodo, pero no, ya que Kevin se la pasó todo el rato hablándome sobre una serie que había visto, intentando sacar temas de conversación sobre lo que ya había hablado con Nicolás, para intentar adivinar si el hombre tenía el conocimiento completo de todo.Haciendo llamadas pertinentes para averiguar sobre c
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80.
El aspecto que tenía Alejandro parecía de ultratumba. Luis inmediatamente le indicó a los niños que entraran al lugar, pero varios alcanzaron a verlo ensangrentado y con los ojos abiertos. De todas formas, el grupo de niños que jugaba afuera salió corriendo al interior del orfanato mientras Luis y yo corríamos en dirección de Alejandro.Cuando llegamos con él, el hombre se desplomó y cayó de rodillas. Intenté ayudarlo, pero Luis lo tomó por los brazos y lo levantó.—¿Estás bien? —le preguntó, y el hombre negó.—No, he perdido estado físico, no todas las mañanas corro 10 kilómetros por el bosque mientras hombres armados me persiguen.—¿Qué sucedió? —le pregunté, seguramente algunos de los enemigos que él tenía. Esperé que no tuviera nada que ver conmigo, con los enemigos que tenía Elisa. Pero cuando pregunté aquello, pude ver en su rostro una preocupación que nunca había visto. Alejandro siempre había sido un hombre tranquilo, nunca demostraba emociones más allá de su felicidad o su s
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