—Hola, Glen.—¡Ay, Marty! Cómo quisiera que estuvieras aquí.—Glen, tranquilízate. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan alterada?—Martha, encontré al padre de Adri.—¿Qué? No puede ser. Pero cuéntame, tú no te alteras así por cualquier cosa. ¿Qué más pasó?—Hermana, casi me da algo cuando lo vi. Pero, como bien sabes, yo no me descontrolo, y menos cuando estoy trabajando. Resulta que mi nuevo cliente, el Sr. Adams Smith, es el padre de Adri. Y te juro, Marty, verlo a él es como ver a Adri. Tienen los mismos gestos, el mismo carácter, todo.—¿Y tú? ¿Qué sentiste? ¿Él te reconoció?—Marty, me quedé de piedra cuando lo vi. El hombre es un sueño, pero así de divino, también es un mujeriego y descarado. Estoy segura de que no me reconoció, pero no perdió ni un segundo para coquetearme.—¿Y?—Y nada, Marty. Le apliqué la ley del hielo. Yo vine a trabajar, nada más.—Glen, cuéntame más. ¿Cómo se ve? ¿Está casado? ¿Tiene más hijos? ¿Es agradable? ¿Soportó tu presión o explotó como una olla de presi
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