-Hola.
- ¿Morgan?¡Eres un hijo de tu señora madre! Yo creí que eras mi amigo. -Dijo Adams cuando Morgan contestó el teléfono
La risa de Morgan se escuchaba fuerte a través del teléfono. Él sabía el motivo del insulto de su amigo. Todo porque él, decidió intencionalmente omitir el hecho de que Carter, su gerente de relaciones públicas era una mujer deslumbrante.
-¿Y qué, divina la Sta. Carter, no? Estoy seguro que te quedaste babeando.
-¡Hermano, esa mujer es un sueño! Y tiene un culo que me dejó durísimo solo con verla caminar hacia la puerta. Te juro que antes de que renuncie debido a mis hijueputadas, yo la tengo en mi cama, como quiero.
-Verás, so pendejo, que ella no es tu puta de turno. Vino a trabajar, y me parece que tiene lo necesario para hacer el trabajo. No más llegó y ya disipó el escándalo. Así que te aguantas usa tus manos y la imaginación. Que ya estás muy viejo para echar todo a perder por una calentura.
- ¿Pero Morgan, tú la viste? -Preguntó Adams, algo agitado.
-Sí, en la videollamada.
- ¡No! T****o, tienes que verla en vivo y en directo. Las yeguas de raza de tu padre no son ni la mitad de grandes y ni están tan buenas como esa mujer. ¡Hermano, mide casi un metro ochenta con unas curvas, mejor que las de Monte Carlo! Y lo mejor es que se carga un carácter que me dan unas ganas locas de dominarla. Nada que si la consigo, creo que me caso.
- ¡Na, espérate! ¿Quién eres y dónde está Adams Smith? Amigo, yo no te oía decir eso desde que regresaste ese verano de Miami. Cuando me tenías hasta las pelotas hablándome de la “Reina”.
-Bueno, amigo, es que la “Reina” … era insuperable, hasta que llegó la Emperatriz Carter, esa mujer me dejó loco.
-Veras, mi pendejito. Viejo por gusto, – dijo Morgan a modo de advertencia. -Recuerda lo que te dije. Cualquiera menos Carter, ella para ti es otro macho. No te la puedes tirar. Recuerda que quieres ser Gobernador.
-Morgan, te juro que lo sé, pero esa mujer… Pienso en ella y no me puedo controlar, parezco adolescente. Imagínate que cuando se acabó la reunión, me fui directo al baño a darme una mano durísima, para bajar todo lo que ella levantó en mí, y eso que ella tenía muchísima ropa puesta, para mi gusto.
Morgan no podía dejar de reír con las cosas de su amigo.
Realmente, Adams, era un mujeriego, al que ninguna mujer que conoció, le movió el piso. Peor aún, después de pasar aquella noche en Miami con la mujer a la que, él siempre llamó la “Reina”.
Por su cama había desfilado lo mejor de lo mejor, si de mujeres hermosas se trataba. Pero para él, era como ver pares de medias iguales, las usaba, pero no las diferenciaba. Por eso, Morgan se preocupó cuando vio la efusividad de su amigo con su nueva gerente de relaciones pública. Pero por el momento, no dijo nada, tomando a chiste la situación.
-Mira, ya que estás tan loco, hagamos algo, trabaja con ella primero y después de tres meses, si te sigue la calentura, me dices qué estás dispuesto a hacer para tenerla en tu cama -le dijo Morgan.
-Hecho, hermano, te prometo que voy a cooperar, si con eso la consigo.
-Adams, recuerda que esa mujer sabe todas las cagadas que te has tirado en estos últimos años y se va a encargar de limpiar toda tu m****a previa a la campaña. Ten eso en cuenta, para cuando ella te mande a volar bien lejos y sin escoba. -le advirtió Morgan
- ¡Mierda! Morgan, la suerte es que eres mi mejor amigo. ¡Qué esperanzas de m****a me estás dando!
-Es para que sepas a lo que te enfrentas. Y ya. Te dejo, que yo sí tengo sueño y mañana tengo una reunión a primera hora con la Emperatriz Carter. Tengo que estar alerta, porque ella es una combinación perfecta entre la Reina de Hielo y el sable de un samurái, en pocas palabras letal.
Morgan colgó la llamada sin que Adams pudiera objetara nada.
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A las ocho en punto de la mañana, Carter entró a la oficina impecable como siempre. Llevaba un vestido camisero blanco, ajustado a su cintura con un cinturón color café que combinaba perfectamente con sus elegantes zapatos So Kate y su bolso Chanel. En su mano derecha, llevaba su portafolios de trabajo, lista para empezar el día.
Su nueva oficina, situada un piso debajo de la presidencia. Glenda ya había dejado su huella en la decoración: además elegir tonos beige, dorado y café para crear un espacio sofisticado, acogedor y armonioso.
Carter dispuso todo para su reunión con Morgan. Incluso preparó café para hacer más llevadera la jornada. El tema principal sería delinear las fortalezas de Adams, y crear estrategias que permitieran resaltarlas y redirigir la atención pública hacia ellas, alejándola de su polémica vida personal.
Para Glenda, aquello parecía una misión imposible. No estaba convencida de que las virtudes de Adams fueran lo suficientemente sólidas para sostener tal estrategia, pero decidió no adelantar juicios. Sabía que Morgan no tardaría en darle o quitarle la razón.
A las ocho y media, Morgan tocó a la puerta de la oficina de Glenda.
—Pase, por favor, señor Morgan. Buenos días. ¿Le gustaría una taza de café?
—Buenos días, señorita Carter. Por favor, llámeme solo Morgan, y sí, acepto el café. —Bien, Morgan, tome asiento en la mesa de reuniones. Enseguida le traigo el café.Morgan obedeció, tomando asiento, mientras esperaba el café,
—Aquí está su café. ¿Le parece bien si comenzamos? Y …, por favor Morgan, puede llamarme solo Carter. Así me siento más cómoda; en el trabajo suelo usar únicamente mi apellido.
—Muy bien, Carter. Comencemos. Pero antes, permítame felicitarla. Su oficina quedó realmente hermosa. —Gracias —respondió ella con una sonrisa cortés, mientras se sentaba con todo listo para dar inicio a la reunión.—Verás, Morgan, tenemos seis meses para borrar cualquier rastro de los escándalos de Adams y construir una imagen sólida: la de un hombre trabajador, comprometido con la comunidad. No “el niño rico que es”.
Morgan notó un leve desdén en las últimas palabras de Glenda, pero no se lo tomó a mal. Sabía que solo los más cercanos entendían la verdadera esencia y potencial de Adams. Precisamente por eso, Carter debía conocer ese lado oculto de él, si quería que lo apoyara; su respaldo sería fundamental.
—Bien, Carter, veo que tienes claro el tiempo que manejamos. Sin embargo, creo que esta reunión no será productiva si no te llevo a dar un paseo por Nueva York.
—¿Un paseo? —Glenda arqueó una ceja, entre curiosa y escéptica. —No me malinterpretes. Es necesario. Quiero que veas algo que te ayudará a entender mejor lo que acabas de plantear. ¿Me sigues? —De acuerdo, Morgan. Estoy abierta a cualquier cosa que nos ayude a trabajar mejor.—Permíteme hacer unos ajustes y nos vamos —dijo Morgan con un tono serio, dejando claro que no estaba bromeando. Luego agregó—: Carter, por favor, no planifiques nada en tu agenda esta semana. Todo tu tiempo es conmigo. El viernes cerramos y el lunes presentas tu plan de acciones.
Glenda lo miró con preocupación y a la vez escepticismo. Pero decidió confiar en él. Pues Morgan no parecía ser el tipo de hombre que tomara su trabajo a la ligera.
—Está bien, Morgan. Así lo haré.
—Perfecto. Te veo en la recepción en media hora.
Sin más, Morgan dejó sus cosas en la oficina de Glenda y salió hablando por teléfono, sin mirar atrás. Glenda quedó en su despacho, inmersa en sus pensamientos y con una sensación de sorpresa que casi la dejó en estado de shock.
Tal como habían acordado, Morgan recogió a Carter en su Bentley, esperándola puntual en la puerta del edificio. Durante el trayecto, ambos avanzaron en un cómodo silencio, observando cómo la ciudad despertaba a su alrededor. Finalmente, llegaron a su destino.
Morgan detuvo su Bentley frente a la entrada del Pediatric Day Hospital. Con su habitual caballerosidad, bajó del auto y abrió la puerta para Glenda.—Ven, Carter, te voy a mostrar algo.Ambos ingresaron al hospital, donde los esperaba el director, el doctor Hubert, con una cálida sonrisa.—Buenos días, Sr. Harris. Es un placer tenerlo por aquí nuevamente. Señorita... —dijo extendiendo la mano.—Carter. Glenda Carter. —respondió ella, devolviendo el gesto con profesionalidad.—Doctor Hubert, le presento a la señorita Carter, nuestra nueva gerente de relacionista pública. Estamos aquí para que conozca el trabajo que, por iniciativa del señor Adams Smith, se realiza en este hospital —dijo Morgan con tono seguro.—Encantado, señorita Carter. Por favor, acompáñenme. Les daré un recorrido mientras les explico más detalles.El doctor Hubert los guio por las instalaciones, deteniéndose en áreas clave mientras hablaba con pasión sobre la labor del hospital.—Aunque este hospital ya cuenta con
El auto se deslizó hasta los suburbios de la ciudad y se detuvo frente a una gran propiedad. Adams ayudó a Glenda a bajar, y juntos se dirigieron a la puerta.—Buenos días —dijo Adams, justo cuando la puerta comenzaba a abrirse.—¡Adams! ¡Buenos días! Qué sorpresa tan agradable. Por favor, pasen —respondió la voz desde el umbral.—Hola, señora Sandy —dijo Adams, cediendo el paso a Glenda para que ingresara.—Señora Sandy, ella es... —comenzó a decir Adams, pero fue interrumpido por la efusiva mujer.—¡Tu novia! Qué linda —exclamó Sandy, mirando a Glenda con una sonrisa amplia.Ambos jóvenes se sonrojaron levemente, pero después Adams, recuperando su compostura, respondió:—No, Sandy, ella es la nueva gerente de relaciones públicas del Corporativo. Le estoy mostrando el trabajo que hago, el que no aparece en ninguna noticia.—Discúlpame, mi niña. Es que me puse feliz, él siempre viene solo, o con Morgan —se disculpó Sandy, con una mirada cálida hacia Glenda.—No se preocupe —dijo Glend
Sobre las cinco de la tarde, Adams y Glenda salieron de las instalaciones dirigidas por Sandy. La directora, junto con la “pandilla”, salió muy contenta a despedirlos. Glenda prometió volver otro día, dejando a todos con una sonrisa en el rostro.Subió al Jeep con la ayuda de Adams, y una vez en camino, Glenda activó su interrogatorio, aunque esta vez con un tono de admiración hacia él.—Sr. Smith...—Adams, por favor, Carter. Al menos durante estos días, solo usa mi nombre —respondió Adams, sin rastro de coquetería, pero en un tono cordial que denotaba confianza.—Ok, Adams. Para ti sigo siendo Carter —respondió ella, esbozando una ligera sonrisa mientras lo miraba.Adams levantó una ceja con una sonrisa divertida y dijo:—Bueno, ahora sí, dime tu pregunta, Carter.—¿Por qué no usaron el corporativo para financiar este proyecto? —preguntó Glenda, intrigada.—Es simple —respondió Adams, manteniendo la vista en la carretera—. A los accionistas solo les importa si algo genera dinero. No
Adams, llegó a las nueve de la noche a los bajos del departamento de Glenda y le envió un mensaje de texto:"Buenas noches, Carter. Estoy abajo, te espero."Un rato después, llegó la respuesta:"Ya bajo. Buenas noches Adams."Adams Smith:Al poco tiempo, apareció Carter, vestida con un vestido de lentejuelas doradas, de un solo hombro y una manga larga. El vestido se ajustaba a su cuerpo como un guante, con un sensual y profundo tajo que dejaba ver casi toda su hermosa pierna derecha al caminar. Su sensualidad era innegable, pero no había vulgaridad. Su maquillaje impecable la hacía parecer una modelo; toda ella irradiaba elegancia. Me quedé sin aire, y un recuerdo lejano vino a mi memoria. Carter me recordó a la Reina... No, mentira, ella es la emperatriz. Solo por eso impresiona.—Hola, buenas noches otra vez. Estás preciosa.Ella me sonrió por primera vez genuinamente ante un halago mío.—Gracias, Adams. Tú también estás muy guapo. Ven, te arreglo el lazo, está torcido.Pensé que e
Una vez solos en la habitación, Adams intentó levantarse de la cama, pero tropezó y cayó al suelo con un golpe sordo. Glenda, que descansaba en un sillón cercano, se levantó apresuradamente para ayudarlo.—Adams, por favor, déjame ayudarte —dijo mientras trataba de levantarlo, aunque la diferencia de peso y altura hacía la tarea casi imposible.Determinada, Glenda se inclinó con fuerza para intentar incorporarlo, pero el esfuerzo resultó en ambos cayendo al suelo. Quedó tendida sobre él, respirando agitadamente por el esfuerzo.De repente, Adams, con un movimiento rápido giró sobre ella, dejándola atrapada bajo su cuerpo. Glenda no tuvo tiempo de reaccionar, pues Adams no lo pensó dos veces, para besar con pasión sus labios.Adams Smith:Sentir que Glenda me devolvía el beso con la misma pasión que yo sentía fue como echar gasolina al fuego que ya ardía dentro de mí. Mi deseo se avivó aún más.Es cierto que había bebido, pero no estaba tan borracho como para caerme. Morgan lo sabía pe
Al llegar a la empresa, Glenda subió con determinación al piso de la presidencia. Al pasar junto a Ángel, le dedicó una sonrisa radiante, una que junto a su deslumbrante presencia mataría a cualquiera, no detuvo sus pasos. Entró en la oficina sin anunciarse.Adams, que estaba revisando unos documentos, se levantó del sillón sorprendido al verla entrar. El recuerdo de la noche que pasaron juntos, presente aún en su mente hizo que mostrara una sonrisa seductora y cómplice.¡Plaf!El sonido resonó en toda la oficina. La cabeza de Adams giró bruscamente hacia un lado por la fuerza de la bofetada. Cuando logró recomponerse, encontró frente a él a Glenda, roja de ira, con los ojos chispeando fuego.—¡Qué sea la última vez que tu Adams Smith me mientes descaradamente para térneme en tu cama!¡Imbécil de mierda! —gritó Glenda mientras le apuntaba con el dedo—. No sé qué haces con tus ligues y tus putas, pero yo no soy ninguna de ellas. ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta, que me quedaría call
Al día siguiente del enfrentamiento en la oficina de presidencia, Adams decidió "escaparse" con unos amigos de sus tiempos de universidad para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. La fiesta, organizada en un yate en las costas de la Florida, tuvo de todo: alcohol, strippers y mucho sexo, todo un desenfreno.Sin embargo, lo que empezó como un viaje de celebración y diversión terminó convirtiéndose en el nuevo escándalo mediático de Adams Smith. Aunque supuestamente la privacidad estaba asegurada, varios tabloides y redes sociales, obtuvieron la noticia inundando sus espacios la siguiente semana con vídeos y fotos comprometedoras del CEO. En las imágenes, se veía a Adams bañándose desnudo en el mar, acompañado de mujeres y, en otras recostado relajadamente sobre el trasero de una joven cuya cara no aparecía en las tomas.Glenda lloró al darse cuenta de lo poco que le había importado a Adams la noche que pasaron juntos. Pero sus lágrimas pronto se transformaron en una ola de rabia que
En la oficina de presidencia del CORPORATIVO'SMITH, una reunión fuera de lo habitual estaba a punto de cambiar el curso de la vida de uno de los involucrados.—Te desconozco, Adams Smith—dijo el señor Carlos Smith, su voz cargada de reproche mientras miraba a su hijo con seriedad—. ¿Hasta cuándo nuestra familia va a seguir siendo el foco de las revistas de chismes? Esta vez, has ido muy lejos, estas desnudo en todas las portadas, acompañado por dos impresionantes morenas en una playa nudista de las Bahamas. ¿Qué es esto Adams?Adams, reclinado en su silla de cuero, esbozó una sonrisa sarcástica mientras se ajustaba el reloj de lujo en su muñeca.—Bueno, padre, míralo por el lado positivo. Aunque no se hable muy bien de mí, al menos le da publicidad gratis al corporativo.Carlos frunció el ceño, pero no pudo evitar hacer una mueca debido a la risa contenida. Era cierto que las noticias eran un escándalo, pero no podía negar el ingenio de su hijo. A pesar de su vida llena de excesos, no