Morgan detuvo su Bentley frente a la entrada del Pediatric Day Hospital. Con su habitual caballerosidad, bajó del auto y abrió la puerta para Glenda.
—Ven, Carter, te voy a mostrar algo.
Ambos ingresaron al hospital, donde los esperaba el director, el doctor Hubert, con una cálida sonrisa.
—Buenos días, Sr. Harris. Es un placer tenerlo por aquí nuevamente. Señorita... —dijo extendiendo la mano.
—Carter. Glenda Carter. —respondió ella, devolviendo el gesto con profesionalidad.
—Doctor Hubert, le presento a la señorita Carter, nuestra nueva gerente de relacionista pública. Estamos aquí para que conozca el trabajo que, por iniciativa del señor Adams Smith, se realiza en este hospital —dijo Morgan con tono seguro.
—Encantado, señorita Carter. Por favor, acompáñenme. Les daré un recorrido mientras les explico más detalles.
El doctor Hubert los guio por las instalaciones, deteniéndose en áreas clave mientras hablaba con pasión sobre la labor del hospital.
—Aunque este hospital ya cuenta con bastante apoyo por ser uno de los más reconocidos del estado. Muchos de nuestros logros recientes no habrían sido posibles sin las donaciones del señor Smith. Su aporte ha sido crucial, especialmente en la investigación sobre el cáncer en niños y en el área de apoyo a las familias de los pacientes. Como podrá entender, señorita Carter. Las familias donde existen personas adultas con este tipo de enfermedad, se enfrentan al dolor emocional, y también al peso económico del tratamiento. Pero cuando el paciente es un niño todo se multiplica de manera exponencial, por eso el apoyo emocional y la atención psicológica al paciente es muy útil durante todo el proceso.
Durante el recorrido, Glenda observó las instalaciones remodeladas y ampliadas como parte de un proyecto conjunto del Corporativo. Habló con el personal, quienes con orgullo destacaron los avances logrados gracias al apoyo financiero de Adams. También conversó con familias de pacientes, quienes expresaron su agradecimiento por el cuidado y las facilidades que recibían.
Pasaron casi todo el día en el hospital, inmersos en las historias y los rostros de aquellos que, en medio de su lucha, encontraban un rayo de esperanza.
De regreso en el auto, Glenda rompió el silencio, superando cualquier protocolo.
—Morgan, ¿por qué nadie habla de esto? ¿Cómo es posible que todo este trabajo maravilloso del señor Smith pase desapercibido? Ni un tabloide ni una red social lo mencionan.
Morgan la miró de reojo antes de responder, con un tono algo sarcástico.
—Porque eso no vende, Carter. En esta sociedad, exaltar el trabajo de los ricos por el bien de la comunidad no es lo que interesa. Lo que realmente genera interés es denigrar o destacar las superficialidades del mundo de los millonarios.
Hizo una pausa, como si reflexionara sobre sus propias palabras, y luego continuó:
—Vendernos como gente que no trabaja, que vive de fiesta en fiesta y creando escándalos, es lo que realmente da clics. Ahora, no me malinterpretes, no nos estamos victimizándonos. Los escándalos son reales, y sí, hay quienes heredaron fortunas y no hacen nada útil con ellas. Pero el problema es que nos meten a todos en el mismo saco.
Glenda se quedó en silencio, mirando por la ventana mientras procesaba lo que acababa de escuchar. Morgan le había mostrado un lado de Adams que no esperaba, y las palabras que este le había dicho, daban vueltas en su cabeza, desafiando sus primeras impresiones.
El viaje de regreso al corporativo continuó en un silencio reflexivo, con el eco de las historias del hospital aún fresco en el aire.
-----
Adams estaba en su oficina, esperando la llegada de Morgan. Había pedido a su asistente que, tan pronto como llegara Morgan, subiera a su despacho. Había pasado el día con un malhumor constante, pues Morgan y Glenda se habían ido juntos en la mañana, y ya eran las cuatro de la tarde y aún no se dignaban a regresar.
-Buenas tardes. ¿Cómo te fue con la Emperatriz Carter? ¿Te alcanzó el tiempo para todo? -preguntó Adams, con la irritación y los celos claramente marcados en sus palabras. Al punto de no darse cuenta lo ofensivo que sonaban sus cometarios.
Morgan lo miró con dureza. -No seas pendejo, Adams. Estábamos trabajando. No soy como tú. Que en estos momentos solo estás pensando con lo que tienes entre las piernas. ¡Te calmas y me escucha!
El tono de Morgan no fue menos mordaz, pero con su firmeza logró tranquilizar a Adams, quien, aunque reticente, hizo un esfuerzo por calmar su temperamento.
—Hoy me fui con Carter a visitar el Pediatric Day Hospital. Quería que viera tu trabajo, es la única manera de que cambie su opinión sobre ti. Después de haber leído toda la m****a que dicen sobre ti. Si ella va a ser quien salve tu imagen, tiene que estar convencida de que no eres lo que todos dicen. Te cuento que te tachó de "niño rico". Si lo piensas bien, hasta te conviene —dijo Morgan, mientras Adams se relajaba en su sillón. Él sintió que había hablado desde la ira. De pronto, levantó una ceja y una sonrisa macabra se reflejó en su rostro.
Morgan lo miró con preocupación.
—Morgan, discúlpame, no debí dudar de ti. Siempre he sabido que eres un genio, “Pinqui”. A partir de mañana, yo acompañaré a la Srta. Carter en las visitas. Dame los lugares que tienes pensados visitar. T tú encárgate de ir a las reuniones por mí —dijo Adams, ahora con un tono más calculador.
Morgan se rió, notando que su amigo por fin comenzaba a usar la cabeza.
—Listo, “Cerebro”, así lo haremos, “ya veo que tienes un plan para conquistar el universo”. -dijo Morgan haciendo referencia al dibujo animado. - Pero por favor, no la cagues, compórtate. Aprovecha la oportunidad y sé genuino, no el patán que sueles ser con las mujeres.
—Hecho, hermano. Dile a Carter que venga mañana con ropa cómoda y que esté lista a las siete de la mañana —respondió Adams con una determinación fría.
—Listo, pendejo, pero recuerda que es a trabajar —le reafirmó Morgan, antes de ir a recoger sus cosas y dirigirse a casa.
-----
Tal como le dijo Morgan, a las siete en punto, Glenda llegó a la entrada del edificio. Con zapatillas deportivas, jeans y una camisa blanca de hombre, complementados con un bolso grande tipo deportivo, gorra y gafas de sol, su estilo era completamente diferente al de la ejecutiva rígida que solía ser. Aunque lucía muy bien, nadie habría adivinado que era la misma mujer que se presentaba impecable todos los días en el Corporativo.
Un Mercedes Benz tipo jeep se acercó y se estacionó frente a ella. La puerta se abrió y un sonriente Adams apareció, su aspecto relajado le sorprendió aún más. Su cabello, peinado al descuido, camisa y jeans negros, y unas botas militares del mismo color, le daban un aire descomplicado y accesible. Se quitó las gafas de sol y, con su mejor sonrisa, dijo:
—Buenos días, Carter.
—¿Señor Smith? Buenos días… ¿Por qué usted? —preguntó Glenda, algo sorprendida.
—Ayer decidimos Morgan y yo que debía ser yo quien la llevara y le mostrara mi trabajo, además de explicarle todo. No le parece que, ¿si es mi imagen la que va a limpiar, debo estar completamente involucrado en el proceso? —respondió Adams, extendiendo la mano para ayudarla a subir al auto.
En el momento en que sus manos se rozaron, ambos sintieron una corriente que los estremeció, aunque prefirieron callar y centrarse en lo que tenían que hacer.
—Señorita Carter, hoy le voy a mostrar uno de mis proyectos favoritos —dijo Adams, sin perder su sonrisa. —¿Le gustan los niños, Carter? -preguntó Adams, con la misma jovialidad.
—Sí, realmente me encantan. ¿Por qué me pregunta? Me dirá que a usted también.
—Pues sí, realmente me encantan. Creo que, aunque no me case, sí querría tener hijos. Los niños son espectaculares. Interactuar con ellos es relajante y es una fuente de aprendizaje, siempre me enseñan algo —respondió Adams, bajo la atenta mirada de Glenda. Ella notó que, mientras hablaba su sonrisa iluminaba por completo su rostro, sintiéndose genuina.
—Me sorprende, Sr. Smith. Nunca pensé que pensara así. -Dijo Glenda, sorprendida por lo que acababa de escuchar.
—Hay muchas cosas que no conoces de mí, Carter, pero no se preocupes, las conocerás. Yo se las enseñaré —dijo Adams, con un toque de doble sentido en sus palabras.
El comentario de Adams hiso que Glenda se sonrojara. Rápidamente, ella bajó un poco la ventanilla para tomar aire y retomar el control de la situación.
—Bien, señor Smith, entonces estoy lista para que me lo muestre —respondió, tratando de mantener la compostura.
Él la miró complacido sin dejar de sonreír, pero no dijo nada más. Solo volvió a fijar su vista en la carretera.
El auto se deslizó hasta los suburbios de la ciudad y se detuvo frente a una gran propiedad. Adams ayudó a Glenda a bajar, y juntos se dirigieron a la puerta.—Buenos días —dijo Adams, justo cuando la puerta comenzaba a abrirse.—¡Adams! ¡Buenos días! Qué sorpresa tan agradable. Por favor, pasen —respondió la voz desde el umbral.—Hola, señora Sandy —dijo Adams, cediendo el paso a Glenda para que ingresara.—Señora Sandy, ella es... —comenzó a decir Adams, pero fue interrumpido por la efusiva mujer.—¡Tu novia! Qué linda —exclamó Sandy, mirando a Glenda con una sonrisa amplia.Ambos jóvenes se sonrojaron levemente, pero después Adams, recuperando su compostura, respondió:—No, Sandy, ella es la nueva gerente de relaciones públicas del Corporativo. Le estoy mostrando el trabajo que hago, el que no aparece en ninguna noticia.—Discúlpame, mi niña. Es que me puse feliz, él siempre viene solo, o con Morgan —se disculpó Sandy, con una mirada cálida hacia Glenda.—No se preocupe —dijo Glend
Sobre las cinco de la tarde, Adams y Glenda salieron de las instalaciones dirigidas por Sandy. La directora, junto con la “pandilla”, salió muy contenta a despedirlos. Glenda prometió volver otro día, dejando a todos con una sonrisa en el rostro.Subió al Jeep con la ayuda de Adams, y una vez en camino, Glenda activó su interrogatorio, aunque esta vez con un tono de admiración hacia él.—Sr. Smith...—Adams, por favor, Carter. Al menos durante estos días, solo usa mi nombre —respondió Adams, sin rastro de coquetería, pero en un tono cordial que denotaba confianza.—Ok, Adams. Para ti sigo siendo Carter —respondió ella, esbozando una ligera sonrisa mientras lo miraba.Adams levantó una ceja con una sonrisa divertida y dijo:—Bueno, ahora sí, dime tu pregunta, Carter.—¿Por qué no usaron el corporativo para financiar este proyecto? —preguntó Glenda, intrigada.—Es simple —respondió Adams, manteniendo la vista en la carretera—. A los accionistas solo les importa si algo genera dinero. No
Adams, llegó a las nueve de la noche a los bajos del departamento de Glenda y le envió un mensaje de texto:"Buenas noches, Carter. Estoy abajo, te espero."Un rato después, llegó la respuesta:"Ya bajo. Buenas noches Adams."Adams Smith:Al poco tiempo, apareció Carter, vestida con un vestido de lentejuelas doradas, de un solo hombro y una manga larga. El vestido se ajustaba a su cuerpo como un guante, con un sensual y profundo tajo que dejaba ver casi toda su hermosa pierna derecha al caminar. Su sensualidad era innegable, pero no había vulgaridad. Su maquillaje impecable la hacía parecer una modelo; toda ella irradiaba elegancia. Me quedé sin aire, y un recuerdo lejano vino a mi memoria. Carter me recordó a la Reina... No, mentira, ella es la emperatriz. Solo por eso impresiona.—Hola, buenas noches otra vez. Estás preciosa.Ella me sonrió por primera vez genuinamente ante un halago mío.—Gracias, Adams. Tú también estás muy guapo. Ven, te arreglo el lazo, está torcido.Pensé que e
Una vez solos en la habitación, Adams intentó levantarse de la cama, pero tropezó y cayó al suelo con un golpe sordo. Glenda, que descansaba en un sillón cercano, se levantó apresuradamente para ayudarlo.—Adams, por favor, déjame ayudarte —dijo mientras trataba de levantarlo, aunque la diferencia de peso y altura hacía la tarea casi imposible.Determinada, Glenda se inclinó con fuerza para intentar incorporarlo, pero el esfuerzo resultó en ambos cayendo al suelo. Quedó tendida sobre él, respirando agitadamente por el esfuerzo.De repente, Adams, con un movimiento rápido giró sobre ella, dejándola atrapada bajo su cuerpo. Glenda no tuvo tiempo de reaccionar, pues Adams no lo pensó dos veces, para besar con pasión sus labios.Adams Smith:Sentir que Glenda me devolvía el beso con la misma pasión que yo sentía fue como echar gasolina al fuego que ya ardía dentro de mí. Mi deseo se avivó aún más.Es cierto que había bebido, pero no estaba tan borracho como para caerme. Morgan lo sabía pe
Al llegar a la empresa, Glenda subió con determinación al piso de la presidencia. Al pasar junto a Ángel, le dedicó una sonrisa radiante, una que junto a su deslumbrante presencia mataría a cualquiera, no detuvo sus pasos. Entró en la oficina sin anunciarse.Adams, que estaba revisando unos documentos, se levantó del sillón sorprendido al verla entrar. El recuerdo de la noche que pasaron juntos, presente aún en su mente hizo que mostrara una sonrisa seductora y cómplice.¡Plaf!El sonido resonó en toda la oficina. La cabeza de Adams giró bruscamente hacia un lado por la fuerza de la bofetada. Cuando logró recomponerse, encontró frente a él a Glenda, roja de ira, con los ojos chispeando fuego.—¡Qué sea la última vez que tu Adams Smith me mientes descaradamente para térneme en tu cama!¡Imbécil de mierda! —gritó Glenda mientras le apuntaba con el dedo—. No sé qué haces con tus ligues y tus putas, pero yo no soy ninguna de ellas. ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta, que me quedaría call
Al día siguiente del enfrentamiento en la oficina de presidencia, Adams decidió "escaparse" con unos amigos de sus tiempos de universidad para celebrar el cumpleaños de uno de ellos. La fiesta, organizada en un yate en las costas de la Florida, tuvo de todo: alcohol, strippers y mucho sexo, todo un desenfreno.Sin embargo, lo que empezó como un viaje de celebración y diversión terminó convirtiéndose en el nuevo escándalo mediático de Adams Smith. Aunque supuestamente la privacidad estaba asegurada, varios tabloides y redes sociales, obtuvieron la noticia inundando sus espacios la siguiente semana con vídeos y fotos comprometedoras del CEO. En las imágenes, se veía a Adams bañándose desnudo en el mar, acompañado de mujeres y, en otras recostado relajadamente sobre el trasero de una joven cuya cara no aparecía en las tomas.Glenda lloró al darse cuenta de lo poco que le había importado a Adams la noche que pasaron juntos. Pero sus lágrimas pronto se transformaron en una ola de rabia que
En la oficina de presidencia del CORPORATIVO'SMITH, una reunión fuera de lo habitual estaba a punto de cambiar el curso de la vida de uno de los involucrados.—Te desconozco, Adams Smith—dijo el señor Carlos Smith, su voz cargada de reproche mientras miraba a su hijo con seriedad—. ¿Hasta cuándo nuestra familia va a seguir siendo el foco de las revistas de chismes? Esta vez, has ido muy lejos, estas desnudo en todas las portadas, acompañado por dos impresionantes morenas en una playa nudista de las Bahamas. ¿Qué es esto Adams?Adams, reclinado en su silla de cuero, esbozó una sonrisa sarcástica mientras se ajustaba el reloj de lujo en su muñeca.—Bueno, padre, míralo por el lado positivo. Aunque no se hable muy bien de mí, al menos le da publicidad gratis al corporativo.Carlos frunció el ceño, pero no pudo evitar hacer una mueca debido a la risa contenida. Era cierto que las noticias eran un escándalo, pero no podía negar el ingenio de su hijo. A pesar de su vida llena de excesos, no
—Jorge Márquez. ¡Qué gusto saber de ti! ¿Cómo estás? Cuéntame, ¿a qué debo el honor de tu llamada después de tantos años?—Hola, Glen. Estoy bien, gracias por preguntar —respondió Jorge, genuinamente alegre por hablar con su amiga de la universidad—. Glen, ¿cómo estás de trabajo? ¿Todo bien con tu vida? ¿Te casaste?—No, Jorge, no me he casado, gracias a Dios tengo muchísimo trabajo aquí en Miami y en California como relacionista pública. Por eso y otras cosas, mi vida social y sentimental está multiplicada por cero —dijo Glenda Carter con una sonrisa. – Pero a que viene el interrogatorio, además, de querer saber muy rápido de la vida de tu amiga. Vamos, que te conozco. Cuéntame en qué andas y para qué me necesitas. —Bueno, sabes que me encanta el chisme. -dijo su amigo -Pero si, acertaste, Glen, hay algo que te quiero preguntar. ¿Tienes interés en expandir tu carrera hacia la política, cambiarte de estado y jugar en las grandes ligas? —preguntó Jorge, buscando motivar la curiosida