Dicho y hecho. Los padres de Adams organizaron toda la agenda de su hijo, asegurándose de que acudiera acompañado de Glenda a todos los eventos importantes. Además, pagaron discretamente a un tabloide para que presentara a la Srta. Carter como la novia de su hijo, un chisme que luego Adams se encargaría de convertir en realidad.Si bien Glenda asistía inicialmente de mala gana a esos eventos, pronto se vio atrapada en un escándalo que no podía deshacer. Para la opinión pública, ella era la novia del Sr. Smith, y no había forma de hacerles entender que ella solo era una gerente de relaciones públicas. En su afán de obtener su perdón, Adams no escatimaba en atenciones y hasta le hacía algún que otro regalo, pero nada extravagante. No quería volver a meter la pata.Una tarde, tras su regreso de la inauguración de una obra benéfica que les ocupó toda la mañana. Adams y Glenda caminaban relajados por Central Park, el otoño recién comenzaba, y el parque estaba tomando un hermoso color rojiz
Él la atrajo hacia su cuerpo, besando su frente y acunándola contra su pecho, intentando consolarla.—Adams, ¿cuándo dejarás de hacer las cosas sin pensar? —preguntó Glenda, ya más calmada, pero con un toque de irritación en su voz—. ¿Crees que la vida es un juego y que la gente puede ir por ella sin medir las consecuencias? Eres un hombre adulto, tienes treinta y dos años. ¿Cómo es posible que solo pienses en ti?Las palabras de Glenda impactaron profundamente en Adams. No se las dijo peleando, sino con una calma y una suavidad que dolieron mucho más. La mujer que amaba con locura, volvía a exponerle las verdades en su cara y sin filtros.—Glenda, cariño, esta vez no voy a disculparme, porque para mí no fue un error —dijo Adams, mirándola a los ojos con sinceridad, a pesar de lo tenso que se volvió todo de pronto, no había dudas en sus palabras. —Realmente quiero tener hijos contigo, una niña con ese carácter tuyo sería todo un reto, que me gustaría vivir. Pero si no quieres, puedo a
-Mamita, mami linda, despierta. -Adri besaba a Glenda mientras la despertaba con suavidad.—Buenos días, princesa bella de mami. ¿Dormiste bien? —dijo Glenda, rodeando a su hija con los brazos.La niña se acurrucó contra ella, cerrando los ojos con una sonrisa.—Sí, pero ayer llegaste tarde y me quedé dormida. ¡Y ayer no era el día de Adri! Hoy me toca dormir contigo.Glenda sonrió, acariciando el cabello de su hija.—Ok, lo que diga la belleza de mami.Adri se incorporó un poco, emocionada.—Mami, hoy vienes conmigo a las clases, ¿Me lo prometiste? Soy muy buena a caballo, ya vas a ver.—Ya lo creo, mi amor. Tu abuelo me estuvo contando, y tengo todas las fotos y videos. Siento no haber podido ir antes, pero esta tarde estaré allí.—¡Viva! ¡Mi mami va a verme montar a caballo! ¡Hurra! —Adri saltaba y bailaba en la cama, mientras Glenda reía ante su entusiasmo.—Sí, cariño, pero vamos, ya es momento de levantarnos —dijo Glenda, apartando las sábanas y poniéndose de pie.—Dile a tu abu
Glenda llegó con Adriana temprano a la pista de entrenamiento. Antes de comenzar las clases, la niña, emocionada, insistió en mostrarle todas las instalaciones. La guió con entusiasmo por los establos y la llevó hasta el corral donde la esperaba Sol, una hermosa yegua pura sangre árabe de color castaño con crines negras.—Mami, ven, te presento a Sol —dijo Adri con orgullo, acariciando suavemente el morro del animal.Glenda se acercó con algo de miedo, fascinada por cómo su hija interactuaba con el elegante ejemplar.—Cuidado, cariño —dijo con voz vacilante, mirando a Sol con precaución—. Recuerda que ella no me conoce y puede que se asuste.Adriana soltó una risita, confiada.—Que no, mami, Sol es muy mansa, y nos llevamos súper bien.La niña acariciaba con ternura a la yegua, que parecía disfrutar de las atenciones.—Mira, mami, los niños de mi edad comienzan montando ponis, pero a mí me dejaron montar a Sol desde hace una semana.Glenda arqueó una ceja, sorprendida.—¿Cómo así, car
—¡Abu! ¡Mami me vio montar a Sol y me felicitó! —dijo emocionada mientras corría hacia su abuelo.Tom Carter recibió a su nieta con alegría, observando a su hija por encima de la cabeza de la niña. A simple vista, Glenda parecía tranquila, pero Tom, que la conocía mejor que nadie, notó que algo la preocupaba.—Amor, ve a bañarte y baja rápido. Compré helado de chocolate, y voy a prepararte un poco —dijo su abuelo con una sonrisa.—¡Siii! —gritó Adriana, corriendo emocionada hacia su habitación. Su energía siempre desbordaba cualquier espacio.Tom volvió su atención a Glenda y le señaló el sofá.—Cuéntame, preciosa, ¿qué es eso que no deja que la alegría llegue a tus lindos ojos?Glenda suspiró y se sentó junto a su padre.—Papi... ¿sabes quién es el dueño de la yegua que monta tu nieta?Tom frunció el ceño, claramente intrigado.—No, realmente no lo pregunté. ¿Por qué?—Pensé que tú sabías el nombre. La señora Harris solo me dijo su apellido, pero yo no quise insistir. Además, seria d
—Cariño, por favor, confía en mí. Te juro que entre Elizabeth y yo no hay nada. Son solo ideas que ella se hizo en su cabeza. Jamás la toqué —dijo Adams con frustración, sosteniéndola nuevamente, esta vez por la cintura.—Sr. Smith, a mí no me tiene que explicar nada. Al final, entre usted y yo no hay nada —respondió Glenda, con voz fría pero quebradiza.—¡Glenda Carter! Tú y yo lo tenemos todo, y si no te explico a ti, entonces no tengo que explicarle nada a nadie. Por favor, no dejes que tus celos nublen tu inteligencia —insistió Adams, con la mirada fija en la de ella, tratando de descifrar sus emociones.—¡Yo no estoy celosa, Adams! —gritó Glenda, más vencida que convencida. La verdad era que los celos y la inseguridad la estaban devorando, pero no quería ceder.Adams notó el cambio en su voz, un leve temblor que traicionaba su firmeza. Lentamente, volvió a acercarla a él, con cuidado, y en un tono suave le susurró:—Cariño, por favor, danos una oportunidad.—Adams, ... —Glenda em
Adams sacó su teléfono y llamó a Violeta Harris, quien, al escuchar que él estaba en las caballerizas, se preocupó de inmediato. —¿Adams? Cariño, ¿Qué sucede? ¿Por qué me llamas desde las caballerizas? —preguntó Violeta con evidente inquietud.—Tía, necesito que vengas lo más rápido posible —respondió él con un tono calmado pero firme.—¡Claro, cariño! Voy para allá enseguida —dijo Violeta antes de colgar.En menos de cinco minutos, Violeta llegó al lugar donde estaban Adams y Adri. Su expresión reflejaba tanto preocupación como curiosidad. —Hola, Adams, cariño. ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? ¿Por qué me llamaste aquí en lugar de ir a la oficina? —preguntó mientras se acercaba.Adams se giró hacia Violeta y señaló a la niña con una sonrisa divertida. —Buenas tardes, tía, es que la señorita aquí presente me dijo que no iba a ir conmigo a tu oficina porque soy un extraño para ella —respondió, intentando no reírse mientras se hacía a un lado para dejar que Violeta viera a Adri de cerca.La ex
Glenda reconoció el camino rápidamente. La incomodidad en el ambiente era palpable, pero ninguno rompió el silencio. Al llegar, Adams se bajó del vehículo y camino hacia la casa, pensando que ella lo seguía. Pero luego de dar unos pasos hacia la entrada, Adams se dio cuenta de que no era así.Se giró y la encontró aún sentada en el auto, inmóvil, mirándolo con una mezcla de desafío y aparente tranquilidad. No pudo evitar sonreír de lado, aunque su humor seguía pésimo. "Ella no pierde su esencia, ni siquiera cuando siente que la van a matar", pensó con ironía.Regresó al coche y abrió la puerta del lado del pasajero. Glenda salió con la cabeza en alto, ignorándolo completamente mientras caminaba hacia la entrada. Adams la observó por un instante, cuando ella pasó frente a él, un destello de deseo cruzó por su mirada, antes de seguirla.Él abrió la puerta con seriedad, invitándola a entrar sin pronunciar palabra. Glenda dudó por un momento, consciente de que estaba entrando a la guarida