—Cariño, por favor, confía en mí. Te juro que entre Elizabeth y yo no hay nada. Son solo ideas que ella se hizo en su cabeza. Jamás la toqué —dijo Adams con frustración, sosteniéndola nuevamente, esta vez por la cintura.—Sr. Smith, a mí no me tiene que explicar nada. Al final, entre usted y yo no hay nada —respondió Glenda, con voz fría pero quebradiza.—¡Glenda Carter! Tú y yo lo tenemos todo, y si no te explico a ti, entonces no tengo que explicarle nada a nadie. Por favor, no dejes que tus celos nublen tu inteligencia —insistió Adams, con la mirada fija en la de ella, tratando de descifrar sus emociones.—¡Yo no estoy celosa, Adams! —gritó Glenda, más vencida que convencida. La verdad era que los celos y la inseguridad la estaban devorando, pero no quería ceder.Adams notó el cambio en su voz, un leve temblor que traicionaba su firmeza. Lentamente, volvió a acercarla a él, con cuidado, y en un tono suave le susurró:—Cariño, por favor, danos una oportunidad.—Adams, ... —Glenda em
Adams sacó su teléfono y llamó a Violeta Harris, quien, al escuchar que él estaba en las caballerizas, se preocupó de inmediato. —¿Adams? Cariño, ¿Qué sucede? ¿Por qué me llamas desde las caballerizas? —preguntó Violeta con evidente inquietud.—Tía, necesito que vengas lo más rápido posible —respondió él con un tono calmado pero firme.—¡Claro, cariño! Voy para allá enseguida —dijo Violeta antes de colgar.En menos de cinco minutos, Violeta llegó al lugar donde estaban Adams y Adri. Su expresión reflejaba tanto preocupación como curiosidad. —Hola, Adams, cariño. ¿Cómo estás? ¿Qué pasó? ¿Por qué me llamaste aquí en lugar de ir a la oficina? —preguntó mientras se acercaba.Adams se giró hacia Violeta y señaló a la niña con una sonrisa divertida. —Buenas tardes, tía, es que la señorita aquí presente me dijo que no iba a ir conmigo a tu oficina porque soy un extraño para ella —respondió, intentando no reírse mientras se hacía a un lado para dejar que Violeta viera a Adri de cerca.La ex
Glenda reconoció el camino rápidamente. La incomodidad en el ambiente era palpable, pero ninguno rompió el silencio. Al llegar, Adams se bajó del vehículo y camino hacia la casa, pensando que ella lo seguía. Pero luego de dar unos pasos hacia la entrada, Adams se dio cuenta de que no era así.Se giró y la encontró aún sentada en el auto, inmóvil, mirándolo con una mezcla de desafío y aparente tranquilidad. No pudo evitar sonreír de lado, aunque su humor seguía pésimo. "Ella no pierde su esencia, ni siquiera cuando siente que la van a matar", pensó con ironía.Regresó al coche y abrió la puerta del lado del pasajero. Glenda salió con la cabeza en alto, ignorándolo completamente mientras caminaba hacia la entrada. Adams la observó por un instante, cuando ella pasó frente a él, un destello de deseo cruzó por su mirada, antes de seguirla.Él abrió la puerta con seriedad, invitándola a entrar sin pronunciar palabra. Glenda dudó por un momento, consciente de que estaba entrando a la guarida
Adams la abrazó con más fuerza.—Linda... yo te juro por mi hija que hice todo lo posible para no tocarte. Te tapé hasta el cuello y estuve casi treinta minutos bajo la ducha fría, haciéndome …, bueno, imagínatelo —La risa de Glenda le respondió, rompiendo la tensión por un momento.—Luego, salí y me acosté de espaldas a ti. Ya estabas dormida, y pensé que no te ibas a despertar... Gran error, porque te despertaste unas dos horas después y eras puro fuego, amor. Y yo... yo sólo necesité que me besaras para perder todo el control. Nunca pensé que fuera tu primera vez, no lo parecía. No lo supe hasta que la realidad me lo demostró. Usé un preservativo, porque no quería que pasara, justo lo que nos pasó. Luego, me di cuenta de que se rompió... por eso sé que Adri es mi hija. Yo quería hablar contigo al día siguiente, quería conocerte y asumir lo que fuera, pero no... Tú te fuiste como una fugitiva, llevándote mi ropa y dejándome una triste nota. Solo te faltó dejarme unos billetes para q
—Buenos días, dormilona. Despierta. -Adams besó suavemente la mejilla de Glenda.—Hola, cariño. Buenos días.—Glen, ¿qué haremos hoy? ¿Médico o boda? —preguntó Adams con una sonrisa divertida.Glenda lo miró con incredulidad, sintiendo que sus ojos casi se le salían de las órbitas.—Ven, cariño, acércate más. -Ella frunció el ceño y le tocó la frente para comprobar su temperatura.—No tienes fiebre... Entonces. ¿Por qué estás desvariando? No entiendo. ¿Te golpeaste la cabeza?Adams la observó asombrado por un momento, pero luego comenzó a reírse. —Sí, me golpeé. Dos veces.Glenda lo miró aún más desconcertada.—La primera, cuando abrí los ojos y te vi a mi lado, abrazándome como si fuera tu almohada favorita. La segunda, cuando pensé que quiero que esto se repita todos los días de mi vida. Así que no veo razón para retrasarlo más.Glenda suspiró y negó con la cabeza, divertida.—Dam, cariño... ¿Cómo es posible que un hombre tan brillante en los negocios sea tan simple y descomplicado
Los recién casados, señores Smith, llegaron tarde a su habitación.Desde el momento en que salieron del ascensor, Adams tomó a Glenda en brazos, llevándola por el pasillo entre risas y besos. Ella, con la emoción palpitante en su pecho, logró abrir la puerta con cierta dificultad mientras él no dejaba de devorar sus labios con pasión.Al cruzar el umbral, Adams la llevó directo a la cama, recostándola con suavidad mientras se colocaba sobre ella, sin dejar caer todo su peso.—Bienvenida, señora Smith —susurró contra sus labios.Su voz grave y seductora envió un escalofrío placentero por la espalda de Glenda, despertando cada fibra de su ser. Nunca antes había sentido algo así. Por primera vez en su vida, se sintió completamente segura, protegida… y con un deseo ardiente que la consumía por dentro.Adams deslizó sus dedos por su mejilla, trazando un camino lento hasta su cuello, disfrutando cómo su respiración se volvía más entrecortada bajo su toque.—Eres mía, Glenda… —murmuró contra
Adams Smith.Estar dentro de su culo, es la vida misma, la sentí apretarme y eso me voló la tapa de los sesos. -Eres mía, amor. -La sentí un poco tensa, pero besé su espalda y la fui guiando, se relajó y la sentí gemir, me volví loco. Mantuve mi mano en su coño, acariciándola, hasta que ella sola comenzó a moverse, buscando más de mí, yo me enterraba cada vez, con más fuerza.-Si, Dam amor, así dame, así. -eso fue suficiente, para que la bestia que hay en mi saliera. Ella lo estaba disfrutando, la sentí tener otro orgasmo, incluso se levantó, buscando mi contacto, la abracé, y apreté un poco su cuello. Glenda subió sus manos, buscando mi cuello y mi pelo, y yo le di mas duro, hasta que en un gritó me vine, junto con ella. Caímos los dos sobre la cama. Yo seguía dentro de ella, y besaba su espalda, que seguro mañana estaría llena de morados que le durarían unos cuantos días antes de desaparecer.-Te amo mi Reina. - dije mientras salía de ella.-Yo te amo más Adams, no sabes cuánto. -Fu
El matrimonio Smith llegó en la madrugada a Nueva York. Descansaron en lo que sería su nueva casa y, a las diez de la mañana, Adams fue con Glenda a su departamento.—Hola, papi, buenos días —dijo Glenda con una sonrisa radiante, mientras besaba a su padre. Tras ella, entró Adams. Tom se puso serio, pero se rió por dentro al ver la reacción de Adams. Le pareció gracioso que un hombre de su talla se impresionara ante su gesto.—Hola, mi amor, qué gusto verte —dijo Tom, sin apartar la vista de Adams. Comenzaba a disfrutar de su juego de intimidación visual.—Papi, él es Adams Smith, tu yerno —dijo Glenda. Ahora fue Tom quien se sorprendió. Estaba feliz de que al fin ella lo presentara, pero pensó que sería su "novio".—¿Quieres decir tu novio? —preguntó el Sr. Carter, para asegurarse.—No, Sr. Carter, Glenda es mi esposa. Nos casamos el viernes. Me disculpo por la premura, y si le parece, me gustaría conversar con usted —dijo Adams, tomando la iniciativa y aclarando las cosas de inmedia