En la oficina de presidencia del CORPORATIVO'SMITH, una reunión fuera de lo habitual estaba a punto de cambiar el curso de la vida de uno de los involucrados.
—Te desconozco, Adams Smith—dijo el señor Carlos Smith, su voz cargada de reproche mientras miraba a su hijo con seriedad—. ¿Hasta cuándo nuestra familia va a seguir siendo el foco de las revistas de chismes? Esta vez, has ido muy lejos, estas desnudo en todas las portadas, acompañado por dos impresionantes morenas en una playa nudista de las Bahamas. ¿Qué es esto Adams?
Adams, reclinado en su silla de cuero, esbozó una sonrisa sarcástica mientras se ajustaba el reloj de lujo en su muñeca.
—Bueno, padre, míralo por el lado positivo. Aunque no se hable muy bien de mí, al menos le da publicidad gratis al corporativo.
Carlos frunció el ceño, pero no pudo evitar hacer una mueca debido a la risa contenida. Era cierto que las noticias eran un escándalo, pero no podía negar el ingenio de su hijo. A pesar de su vida llena de excesos, no había quien le quitara el mérito en el mundo empresarial. Adams era un prodigio. Reconocido por la revista Forbes como el millonario más rico del país con menos de treinta y cinco años, era también el soltero más cotizado y codiciado según las publicaciones de sociedad. Las mismas revistas que lo admiraban por su éxito lo apodaban "El Indomable," destacando sus constantes aventuras románticas y su estilo de vida desenfrenado.
Carlos respiró hondo y se inclinó hacia adelante, apoyando las manos sobre el escritorio.
—Adams, no es el momento para tus sarcasmos —dijo Carlos Smith, con tono serio y preocupado. —Y ya que estás de tan buen humor, te informo que tu madre está verde por todo este escándalo. Y me exigió que resolviera esto contigo, de lo contrario, yo viviría en tu casa o en otra, pero no con ella. Y tú sabes bien que con tu madre no se juega. -Carlos habló con una preocupación palpable en su voz. —Además, si, como dices, quieres entrar a la política, cosa que apruebo desde ya, tienes que limpiar toda esta situación.
Adams respiró hondo, sintiendo el peso de las palabras de su padre.
—Está bien, papá, no te pongas así. —dijo Adams, sorprendido por la preocupación de su padre, algo que rara vez dejaba ver. —Ya sé cuánto amas a mamá. Y no será por mi causa que ella te eche de casa. Dime. ¿Qué propones?
Carlos sonrió para sus adentro, satisfecho de haber logrado llevar a su hijo al punto que quería. Como viejo mañoso, se hizo el pensativo para luego decir:
—Tienes exactamente seis meses para limpiar tu imagen. Si te casaras en ese tiempo sería lo mejor. Sobre todo, para la política si quieres que funcione, deberás hacer todo, lo necesario.
Adams, visiblemente molesto, frunció el ceño y levantó la voz. —¡¿Qué?! ¡Estás loco! Es más fácil que cierre un trato con los rusos que hacer lo que me pides. Sabes que no me voy a casar. Eso no es mi prioridad. Además, tú ya tienes un nieto, por lo que ni siquiera me puedes hablar de herederos. Creo que así estoy mejor, y no me jodas. “Con lo de hacer lo necesario por la política.”
Carlos lo miró con dureza, su voz se volvió más grave, casi amenazante.
—Adams Smith, ya no eres un chiquillo. No sé qué te pasó, pero si quieres ser un político serio y que te tomen en cuenta, lo primero es tener una familia sólida. ¿Quién ha visto un hombre con tu éxito y con treinta y dos años, todavía soltero? ¡Por Dios! Así que, si no haces lo que te digo, quedarás fuera de la herencia y de la dirección del corporativo. Sé que tienes tus inversiones y suficiente dinero propio para vivir el resto de tu vida como te dé la gana. Pero tu ego no te permitirá vivir sin ser el CEO del CORPORATIVO'SMITH. ¡Tú decides!
Adams se quedó en silencio por un momento, sintiendo el peso de las palabras de su padre. La posibilidad de perder el poder que tanto disfrutaba, lo hizo dudar.
—Papá, no puedo creer que me despidas sólo por un capricho de mamá. —dijo Adams, con la incredulidad reflejada en su tono.
—Pues sí, por tu madre y por ti mismo lo haría. Se que luego me lo vas a agradecer. Y hazte un favor, despide a ese inútil, de tu relacionista público. Ese es otro que, como tú, solo anda de putas y no tiene la más jodida idea de lo que tiene que hacer. —Carlos lo miró con severidad, esperando que lo entendiera.
Adams, furioso, dio media vuelta y salió de la oficina de su padre, cerrando la puerta con un portazo. Ya en el pasillo, no podía dejar de pensar en lo que acababa de ocurrir. Su padre lo había arrinconado, dándole un ultimátum que lo molestó sobre manera. Pero, aun así, su padre tenía razón en una cosa: su relacionista público era un desastre. Tenía que reemplazarlo, y pronto.
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Al llegar a su oficina, Adams se encontró con Morgan Harris, su socio y amigo de años. Morgan, se levantó del sillón, cuando vio la expresión que traía su amigo, de inmediato supo que algo no había ido bien en la reunión con el Sr. Carlos Smith.
Morgan, con tono de broma, preguntó:
—Parece que la reunión con el gran jefe no salió como pensabas. ¿Qué, no le gustó la idea de que entres a la política?
Adams soltó un suspiro, dejando escapar toda su frustración.
—No fue eso. Esa parte le pareció bien, es más me dijo que tenía su apoyo total. Pero mi último escándalo y la entrada a la política, le dieron el pie forzado a él y a mamá para presionarme con una boda, y con todas esas babosadas de tener una familia. ¡Mierda! —La molestia de Adams era palpable, como una descarga eléctrica en el aire.
Morgan no pudo evitar soltar una sonora carcajada, mientras observaba a su amigo con diversión.
—¿Qué?... ¡Me quito el sombrero ante tu padre! No por nada fue el mejor en su tiempo, y la señora Gladys Smith, bueno, ella le hace honor al apellido. Te tienen justo donde querían, y lo más gracioso es que tú mismo, con tus deseos de ser gobernador, te pusiste la soga al cuello.
Adams lo miró con los dientes apretados, deseando poder apretarle el cuello, pues su amigo tenía toda la razón.
— Papá me dijo algo muy serio, y en eso tiene toda la razón. Hay que despedir al de relaciones públicas. Ese pendejo solo sirve para organizar orgías, encontrar a las putas que quiero y luego cagarla, pues la discreción es algo que no conoce. —La frustración se apoderaba cada vez más de él.
Morgan se quedó en silencio unos segundos, procesando la magnitud de la situación. Finalmente, adoptó una expresión más seria y dijo:
—Ok, Adams, estoy de acuerdo contigo de que Jorge, no es el relacionista público que necesitamos. Pero ¿qué hacemos? No hay en todo el estado de Nueva York un relacionista público serio y de prestigio que quiera trabajar contigo. Tu mala fama de mujeriego, los escándalos y tus exhibicionismos te preceden. Y a nadie le importa los miles de dólares que estás dispuesto a pagar por su trabajo, alegan que son profesionales, no magos.
Adams, alzando una ceja, respondió con una irritación que podía cortarse con un cuchillo.
—¡Me importa una m****a! Busca en todo el país, alguien dirá que sí. Necesitamos a alguien que no me conozca y que esté dispuesto a trabajar para lanzar su carrera. Después de todo, yo me estoy postulando para ser el gobernador del estado. —El tono de Adams se volvió más analítico, visualizando lo que necesitaba en su mente.
—Está bien, Adams, voy a revisar mis contactos. Te aseguro que encontraremos a alguien. Porque a pesar de que eres incapaz de dejar tu polla dentro de tus pantalones cuando ves un buen culo. Yo creo que realmente puedes hacer un buen trabajo como gobernador. -dijo Morgan para luego esbozar una sonrisa sarcástica y, su tono juguetón, preguntó para aliviar la tensión, y de paso, molestar a su amigo.
—¿Tiene que ser hombre, o estás abierto a trabajar con quien sea?
—Morgan, no me molestes —respondió Adams, frunciendo el ceño—. Con que haga bien su trabajo, es suficiente. Y por favor, encárgate de despedir a Jorge, págale todos los beneficios y haz que firme una cláusula de confidencialidad. No quiero que se le ocurra vender nuestras aventuras al mejor postor. —De seguro que, si lo hace, tendrá asegurada su vida y la de toda su descendencia —dijo Morgan con una carcajada. Pero ante la mirada asesina de su amigo, se calló de inmediato y levantó las manos en señal de rendición—. Ok, no me mates. Ya me ocupo yo de él.—Jorge Márquez. ¡Qué gusto saber de ti! ¿Cómo estás? Cuéntame, ¿a qué debo el honor de tu llamada después de tantos años?—Hola, Glen. Estoy bien, gracias por preguntar —respondió Jorge, genuinamente alegre por hablar con su amiga de la universidad—. Glen, ¿cómo estás de trabajo? ¿Todo bien con tu vida? ¿Te casaste?—No, Jorge, no me he casado, gracias a Dios tengo muchísimo trabajo aquí en Miami y en California como relacionista pública. Por eso y otras cosas, mi vida social y sentimental está multiplicada por cero —dijo Glenda Carter con una sonrisa. – Pero a que viene el interrogatorio, además, de querer saber muy rápido de la vida de tu amiga. Vamos, que te conozco. Cuéntame en qué andas y para qué me necesitas. —Bueno, sabes que me encanta el chisme. -dijo su amigo -Pero si, acertaste, Glen, hay algo que te quiero preguntar. ¿Tienes interés en expandir tu carrera hacia la política, cambiarte de estado y jugar en las grandes ligas? —preguntó Jorge, buscando motivar la curiosida
Glenda Carter:Estoy nerviosa, ayer en la tarde un tal Morgan Harris, representante del señor Adams Smith, se había contactado conmigo. Según explicó, el señor Smith no estaría presente en la reunión inicial porque tenía otro compromiso "muy importante". Ahora, aquí estoy, lista para empezar la videollamada.La pantalla se encendió y apareció un hombre de unos treinta y tantos años, bien parecido, pero muy serio.—Buenas tardes, señorita Carter. Soy Morgan Harris. Por favor, dígame simplemente Morgan, será más fácil para el trabajo. -Parecía alguien que no perdía tiempo en rodeos.—Buenas tardes, señor Morgan. Un gusto conocerlo. Espero ser la persona que necesitan. —Respondí con una sonrisa controlada, aunque no dejaba de observarlo detenidamente.Morgan revisó algunos documentos antes de mirarme nuevamente.—Su currículum es interesante, aunque veo que en política tiene experiencia cero.Sus palabras me incomodaron, pero no dejé que se notara. Con una sonrisa que sabía que desarmaba
—Hola, Glen.—¡Ay, Marty! Cómo quisiera que estuvieras aquí.—Glen, tranquilízate. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan alterada?—Martha, encontré al padre de Adri.—¿Qué? No puede ser. Pero cuéntame, tú no te alteras así por cualquier cosa. ¿Qué más pasó?—Hermana, casi me da algo cuando lo vi. Pero, como bien sabes, yo no me descontrolo, y menos cuando estoy trabajando. Resulta que mi nuevo cliente, el Sr. Adams Smith, es el padre de Adri. Y te juro, Marty, verlo a él es como ver a Adri. Tienen los mismos gestos, el mismo carácter, todo.—¿Y tú? ¿Qué sentiste? ¿Él te reconoció?—Marty, me quedé de piedra cuando lo vi. El hombre es un sueño, pero así de divino, también es un mujeriego y descarado. Estoy segura de que no me reconoció, pero no perdió ni un segundo para coquetearme.—¿Y?—Y nada, Marty. Le apliqué la ley del hielo. Yo vine a trabajar, nada más.—Glen, cuéntame más. ¿Cómo se ve? ¿Está casado? ¿Tiene más hijos? ¿Es agradable? ¿Soportó tu presión o explotó como una olla de presi
-Hola.- ¿Morgan?¡Eres un hijo de tu señora madre! Yo creí que eras mi amigo. -Dijo Adams cuando Morgan contestó el teléfonoLa risa de Morgan se escuchaba fuerte a través del teléfono. Él sabía el motivo del insulto de su amigo. Todo porque él, decidió intencionalmente omitir el hecho de que Carter, su gerente de relaciones públicas era una mujer deslumbrante.-¿Y qué, divina la Sta. Carter, no? Estoy seguro que te quedaste babeando.-¡Hermano, esa mujer es un sueño! Y tiene un culo que me dejó durísimo solo con verla caminar hacia la puerta. Te juro que antes de que renuncie debido a mis hijueputadas, yo la tengo en mi cama, como quiero.-Verás, so pendejo, que ella no es tu puta de turno. Vino a trabajar, y me parece que tiene lo necesario para hacer el trabajo. No más llegó y ya disipó el escándalo. Así que te aguantas usa tus manos y la imaginación. Que ya estás muy viejo para echar todo a perder por una calentura.- ¿Pero Morgan, tú la viste? -Preguntó Adams, algo agitado.-Sí,
Morgan detuvo su Bentley frente a la entrada del Pediatric Day Hospital. Con su habitual caballerosidad, bajó del auto y abrió la puerta para Glenda.—Ven, Carter, te voy a mostrar algo.Ambos ingresaron al hospital, donde los esperaba el director, el doctor Hubert, con una cálida sonrisa.—Buenos días, Sr. Harris. Es un placer tenerlo por aquí nuevamente. Señorita... —dijo extendiendo la mano.—Carter. Glenda Carter. —respondió ella, devolviendo el gesto con profesionalidad.—Doctor Hubert, le presento a la señorita Carter, nuestra nueva gerente de relacionista pública. Estamos aquí para que conozca el trabajo que, por iniciativa del señor Adams Smith, se realiza en este hospital —dijo Morgan con tono seguro.—Encantado, señorita Carter. Por favor, acompáñenme. Les daré un recorrido mientras les explico más detalles.El doctor Hubert los guio por las instalaciones, deteniéndose en áreas clave mientras hablaba con pasión sobre la labor del hospital.—Aunque este hospital ya cuenta con
El auto se deslizó hasta los suburbios de la ciudad y se detuvo frente a una gran propiedad. Adams ayudó a Glenda a bajar, y juntos se dirigieron a la puerta.—Buenos días —dijo Adams, justo cuando la puerta comenzaba a abrirse.—¡Adams! ¡Buenos días! Qué sorpresa tan agradable. Por favor, pasen —respondió la voz desde el umbral.—Hola, señora Sandy —dijo Adams, cediendo el paso a Glenda para que ingresara.—Señora Sandy, ella es... —comenzó a decir Adams, pero fue interrumpido por la efusiva mujer.—¡Tu novia! Qué linda —exclamó Sandy, mirando a Glenda con una sonrisa amplia.Ambos jóvenes se sonrojaron levemente, pero después Adams, recuperando su compostura, respondió:—No, Sandy, ella es la nueva gerente de relaciones públicas del Corporativo. Le estoy mostrando el trabajo que hago, el que no aparece en ninguna noticia.—Discúlpame, mi niña. Es que me puse feliz, él siempre viene solo, o con Morgan —se disculpó Sandy, con una mirada cálida hacia Glenda.—No se preocupe —dijo Glend
Sobre las cinco de la tarde, Adams y Glenda salieron de las instalaciones dirigidas por Sandy. La directora, junto con la “pandilla”, salió muy contenta a despedirlos. Glenda prometió volver otro día, dejando a todos con una sonrisa en el rostro.Subió al Jeep con la ayuda de Adams, y una vez en camino, Glenda activó su interrogatorio, aunque esta vez con un tono de admiración hacia él.—Sr. Smith...—Adams, por favor, Carter. Al menos durante estos días, solo usa mi nombre —respondió Adams, sin rastro de coquetería, pero en un tono cordial que denotaba confianza.—Ok, Adams. Para ti sigo siendo Carter —respondió ella, esbozando una ligera sonrisa mientras lo miraba.Adams levantó una ceja con una sonrisa divertida y dijo:—Bueno, ahora sí, dime tu pregunta, Carter.—¿Por qué no usaron el corporativo para financiar este proyecto? —preguntó Glenda, intrigada.—Es simple —respondió Adams, manteniendo la vista en la carretera—. A los accionistas solo les importa si algo genera dinero. No
Adams, llegó a las nueve de la noche a los bajos del departamento de Glenda y le envió un mensaje de texto:"Buenas noches, Carter. Estoy abajo, te espero."Un rato después, llegó la respuesta:"Ya bajo. Buenas noches Adams."Adams Smith:Al poco tiempo, apareció Carter, vestida con un vestido de lentejuelas doradas, de un solo hombro y una manga larga. El vestido se ajustaba a su cuerpo como un guante, con un sensual y profundo tajo que dejaba ver casi toda su hermosa pierna derecha al caminar. Su sensualidad era innegable, pero no había vulgaridad. Su maquillaje impecable la hacía parecer una modelo; toda ella irradiaba elegancia. Me quedé sin aire, y un recuerdo lejano vino a mi memoria. Carter me recordó a la Reina... No, mentira, ella es la emperatriz. Solo por eso impresiona.—Hola, buenas noches otra vez. Estás preciosa.Ella me sonrió por primera vez genuinamente ante un halago mío.—Gracias, Adams. Tú también estás muy guapo. Ven, te arreglo el lazo, está torcido.Pensé que e