Glenda Carter:
Estoy nerviosa, ayer en la tarde un tal Morgan Harris, representante del señor Adams Smith, se había contactado conmigo. Según explicó, el señor Smith no estaría presente en la reunión inicial porque tenía otro compromiso "muy importante". Ahora, aquí estoy, lista para empezar la videollamada.
La pantalla se encendió y apareció un hombre de unos treinta y tantos años, bien parecido, pero muy serio.
—Buenas tardes, señorita Carter. Soy Morgan Harris. Por favor, dígame simplemente Morgan, será más fácil para el trabajo. -Parecía alguien que no perdía tiempo en rodeos.
—Buenas tardes, señor Morgan. Un gusto conocerlo. Espero ser la persona que necesitan. —Respondí con una sonrisa controlada, aunque no dejaba de observarlo detenidamente.
Morgan revisó algunos documentos antes de mirarme nuevamente.
—Su currículum es interesante, aunque veo que en política tiene experiencia cero.Sus palabras me incomodaron, pero no dejé que se notara. Con una sonrisa que sabía que desarmaba a cualquiera, respondí:
—Señor Morgan, tengo entendido que el Sr. Smith, tiene un glosario de escándalos en su vida social. Y que esa, es la causa por la que ningún relacionista público especializado en política quiso aceptar el trabajo. Por lo tanto, creo que él y yo estamos hechos el uno para el otro: él, con más escándalos que una estrella de cine, y yo, experta en apagar ese tipo de incendios.Morgan me miró, sorprendido por mi respuesta. Aproveché su silencio para continuar:
—Ahora bien, si usted cree que no soy adecuada para este reto, lo entiendo perfectamente. No le quitaré más su tiempo. Muchas gracias por la oportunidad.Hice una pausa y me incliné para terminar la llamada, pero antes de que pudiera desconectarme, escuché su voz apresurada:
—¡Espere Srta. Carter!Me detuve, observándolo sin perder la calma. Morgan parecía haber cambiado su postura, ahora más interesado.
—Carter. ¿Puedo llamarla así? —preguntó con un tono menos formal.
—Claro, como guste.
—¿Tiene alguna solicitud adicional antes de que avancemos con el acuerdo?
Lo miré directamente, aprovechando la oportunidad para dejar claras mis condiciones.
—Sí, señor Morgan. Hay algo fundamental que necesito que quede por escrito: el cliente debe cumplir mis observaciones e indicaciones al pie de la letra. Yo trabajo con honestidad entre las partes. Las mentiras y los encubrimientos son para el público; yo necesito saber todo. Si el señor Smith está de acuerdo con eso. Entonces comuníquense conmigo, y yo estaré lista para firmar y mudarme.-Algo más, que deseé saber Sr. Morgan – pregunté, con algo de autoridad.
-No señorita todo claro. -fue la respuesta de Morgan, me reí internamente, pues se debe estar preguntando en qué momento perdió el control de la reunión. Él se quedó en silencio, seguro procesando mis palabras, y finalmente, me dijo:
—Haré llegar por escrito su solicitud al Sr. Smith, señorita Carter. -Sonreí con tranquilidad. —Espero por usted señor Morgan, tenga buenas tardes. -Cuando terminé la llamada, me dejé caer en el respaldo de mi silla, sintiendo una mezcla de alivio y adrenalina.Por su parte, Morgan permaneció sentado frente a la pantalla en blanco, asimilando la interacción. Esa mujer que se notaba no llegaba a los treinta años, se impuso como alguien que sabe cómo hacer su trabajo. “Ella es un tornado, sin dudas lo que necesita mi amigo.” -pensó. Pero veamos cómo reacciona cuando la vea con esa carita de ángel que tiene. Esto será... interesante.
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Una semana después de la videollamada.
Adams Smith:
Estoy en mi oficina revisando unos papeles cuando Ángel, mi asistente, me dijo que Carter estaba en la entrada.
-Dígale que pase, le estoy esperando. - respondí sin pensarlo demasiado. Sin embargo, lo que sucedió a continuación me tomó completamente por sorpresa.
La puerta se abrió y me giré para recibir, a mi Relacionista Público, pero lo que vi me dejó sin aliento. No era lo que esperaba, Morgan no me dijo que era mujer, y qué mujer.
Carter es de esas mujeres, que cuando llegan a un lugar es imposible no mirarlas, su presencia es magnética y arrolladora, irradia una confianza, propia de una “Reina”. Eso se notaba desde su espectacular corte de cabello, muy corto y en un tono rubio platinado, lo que contrastaba muy bien con su tono de piel, el maquillaje sobrio, pero tan exquisito como el de una modelo de L´Oreal.
Su impacto sobre mí fue tan grande que no pude evitar seguir detallándola. Dicen que la primera impresión es muy importante, pues esta mujer lo sabe bien, porque no pude dejar de mirarla. La Srta. Carter, a juzgar por el alto de sus zapatos So Kate, debe medir un metro setenta y algo, muy cerca del metro ochenta, es esbelta, pero no flaca, de eso nada. Esa belleza tiene unas curvas hermosas todas donde van, solo quiero terminar la reunión, para ver su trasero al salir. Si, soy un descardo, lo sé. Pero en mi defensa diré, que ella está buenísima.
Vestía profesional, pero sexy, no creo que lo haga a propósito, pero lo es. Una blusa blanca con un cuello llamativo y una saya lápiz de cuero negro con cintura alta, y larga hasta la rodilla, resaltando su pequeña cintura y sus piernas, accesorios dorados, minimalistas. Toda ella era la imagen de la sofisticación femenina. Y a mí me despertó el instinto de cazador, se me ocurrió que la quería en mi cama. Automáticamente puse mi sonrisa más sexy, esa que las ponía a todas a mis pies.
-Hola, soy Glenda Carter -dijo, estirando su mano para saludarme, su tono de vos era agradable. -Me puede decir Carter si lo desea, creo que será más apropiado.
-Un gusto, Srta. Carter-, le dije, imitando su gesto, otra vez con mi sonrisa coqueta. -Soy Adams Smith, su cliente, y desde ya estoy a su disposición. -Ella no se dejó influenciar por mis intentos de seducción.
-Qué bien, Sr. Smith, -respondió con una seriedad que me sorprendió, -porque revisé su historial y debo decirle que hay mucho trabajo por hacer, y muy poco tiempo.
Su tono era directo, como si no tuviera tiempo que perder. Y ahí fue cuando me di cuenta de que no estaba hablando con cualquier mujer. Su actitud, su presencia, todo en ella era tan seguro que me sentí desafiado por ella como no lo he sentido con ninguna otra. ¿Cómo podía ser que alguien tan joven tuviera este control absoluto sobre la situación?
-Para comenzar, dígame algo, por favor, Sr. Smith, -continuó sin inmutarse, - ¿Es usted casado, tiene novia, o hay alguien con quien piense formalizarse?
La pregunta me dejó paralizado por un segundo. -Es usted muy directa. Pero no, no tengo novia, no soy casado y ... - Me quedé callado un momento, retomando la idea que tuve cuando la vi entrar, dudé de mis propias palabras, pero al final dije: -Y bueno, tal vez haya alguien que me interese un poco, pero no hay nada concreto aún. Así que no se preocupe por eso todavía.
-Bueno, Sr. Smith. Con pesar le comunico que ese “tal vez”. Muy pronto será convertido en un “no hay nadie”. Pues a menos que usted piense casarse con ese “tal vez”, mi trabajo es, evitar darles material no importante para su imagen a la prensa.
-Señorita Carter, si no fuera que estoy totalmente seguro que usted no conoce a mis padres, juraría que está confabulada con ellos. Qué manía tienen todos de querer casarme.
-Sr. Smith, - dijo con un tono condescendiente. -Usted quiere entrar a la política, y todavía no ha entendido una regla tan básica. Sepa que los votantes esperan que su candidato sea un hombre fuerte, que tenga una familia establecida, sólida, que sea capaz de sostenerla y llevarla adelante. Con eso demuestra que puede cumplir con seriedad el cargo público al cual aspira. Dando esa sensación de seguridad, que ellos esperan. -me miró con suficiencia y dijo. -En pocas palabras Sr. Smith, cásese y con eso tiene resuelto el cincuenta por ciento del problema de su mala imagen.
-Usted, ¿me está cuestionando señorita Carter? -sus palabras me sonaron a mi padre, y me produjeron tal rabia que no pude contenerme, me puse de pie y apoyando las manos en mi escritorio la dije casi gritando. - ¡¿Pues sabe qué?! Demuestre todo su profesionalismo, porque desde ya le digo. ¡Que no me da la gana de casarme y no lo voy hacer! -Ella me miró con seriedad, pero sin alterarse. En ese momento sentí la misma sensación que tengo cuando discuto con mi madre y ella me mira, no dice nada. Y luego yo termino haciendo exactamente lo que le dije que no haría.
-Ok. Sr. Smith. Entonces le pido que por favor se mantenga tranquilo, por los próximos quince días. Ya me ocupé de quitar los tabloides, con sus fotos, y de redireccionar las r**es s****les, a otros chismes de farándula, luego de quitar sus fotos, claro está. Pero debe evitar exponerse, hasta que las aguas se calmen.
-Bien, ya que ha demostrado desde un inicio su eficiencia. Creo que puedo cumplir con su pedido. -Eso fue todo lo que alcancé a decir, esta mujer, apenas la conozco y ya me saca de mis casillas. Pero no me voy a disculpar por gritar, es mi edificio, mi oficina y no permito que nadie venga a desafiarme. Aunque tengo que admitir que es “La reina del hielo, tan fría que quema.” No veo la hora de tenerla calentando mi cama.
—Sr. Smith, teniendo en cuenta que nuestro primer encuentro ha sido tenso pero muy productivo. Creo que es hora de darle las gracias por la oportunidad que me está dando y por todos los beneficios que tiene puesto. Espero que tengamos una colaboración fructífera —dijo Carter, con una calma que desarmaba cualquier resistencia.
Por un momento pensé que sus palabras eran puro sarcasmo. Pero al ver una expresión tranquila en ese rostro impecable, entendí que no. Ella había jugado un juego y yo, sin darme cuenta, caí en él. ¿Cómo lo hizo? Ni idea, pero lo cierto era que nunca me habían manipulado así, mucho menos alguien que acababa de conocerme.
Era evidente: Carter era un peligro para mí inteligencia emocional y autocontrol. Por suerte, no es mi adversaria política.
—Hola, Glen.—¡Ay, Marty! Cómo quisiera que estuvieras aquí.—Glen, tranquilízate. ¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan alterada?—Martha, encontré al padre de Adri.—¿Qué? No puede ser. Pero cuéntame, tú no te alteras así por cualquier cosa. ¿Qué más pasó?—Hermana, casi me da algo cuando lo vi. Pero, como bien sabes, yo no me descontrolo, y menos cuando estoy trabajando. Resulta que mi nuevo cliente, el Sr. Adams Smith, es el padre de Adri. Y te juro, Marty, verlo a él es como ver a Adri. Tienen los mismos gestos, el mismo carácter, todo.—¿Y tú? ¿Qué sentiste? ¿Él te reconoció?—Marty, me quedé de piedra cuando lo vi. El hombre es un sueño, pero así de divino, también es un mujeriego y descarado. Estoy segura de que no me reconoció, pero no perdió ni un segundo para coquetearme.—¿Y?—Y nada, Marty. Le apliqué la ley del hielo. Yo vine a trabajar, nada más.—Glen, cuéntame más. ¿Cómo se ve? ¿Está casado? ¿Tiene más hijos? ¿Es agradable? ¿Soportó tu presión o explotó como una olla de presi
-Hola.- ¿Morgan?¡Eres un hijo de tu señora madre! Yo creí que eras mi amigo. -Dijo Adams cuando Morgan contestó el teléfonoLa risa de Morgan se escuchaba fuerte a través del teléfono. Él sabía el motivo del insulto de su amigo. Todo porque él, decidió intencionalmente omitir el hecho de que Carter, su gerente de relaciones públicas era una mujer deslumbrante.-¿Y qué, divina la Sta. Carter, no? Estoy seguro que te quedaste babeando.-¡Hermano, esa mujer es un sueño! Y tiene un culo que me dejó durísimo solo con verla caminar hacia la puerta. Te juro que antes de que renuncie debido a mis hijueputadas, yo la tengo en mi cama, como quiero.-Verás, so pendejo, que ella no es tu puta de turno. Vino a trabajar, y me parece que tiene lo necesario para hacer el trabajo. No más llegó y ya disipó el escándalo. Así que te aguantas usa tus manos y la imaginación. Que ya estás muy viejo para echar todo a perder por una calentura.- ¿Pero Morgan, tú la viste? -Preguntó Adams, algo agitado.-Sí,
Morgan detuvo su Bentley frente a la entrada del Pediatric Day Hospital. Con su habitual caballerosidad, bajó del auto y abrió la puerta para Glenda.—Ven, Carter, te voy a mostrar algo.Ambos ingresaron al hospital, donde los esperaba el director, el doctor Hubert, con una cálida sonrisa.—Buenos días, Sr. Harris. Es un placer tenerlo por aquí nuevamente. Señorita... —dijo extendiendo la mano.—Carter. Glenda Carter. —respondió ella, devolviendo el gesto con profesionalidad.—Doctor Hubert, le presento a la señorita Carter, nuestra nueva gerente de relacionista pública. Estamos aquí para que conozca el trabajo que, por iniciativa del señor Adams Smith, se realiza en este hospital —dijo Morgan con tono seguro.—Encantado, señorita Carter. Por favor, acompáñenme. Les daré un recorrido mientras les explico más detalles.El doctor Hubert los guio por las instalaciones, deteniéndose en áreas clave mientras hablaba con pasión sobre la labor del hospital.—Aunque este hospital ya cuenta con
El auto se deslizó hasta los suburbios de la ciudad y se detuvo frente a una gran propiedad. Adams ayudó a Glenda a bajar, y juntos se dirigieron a la puerta.—Buenos días —dijo Adams, justo cuando la puerta comenzaba a abrirse.—¡Adams! ¡Buenos días! Qué sorpresa tan agradable. Por favor, pasen —respondió la voz desde el umbral.—Hola, señora Sandy —dijo Adams, cediendo el paso a Glenda para que ingresara.—Señora Sandy, ella es... —comenzó a decir Adams, pero fue interrumpido por la efusiva mujer.—¡Tu novia! Qué linda —exclamó Sandy, mirando a Glenda con una sonrisa amplia.Ambos jóvenes se sonrojaron levemente, pero después Adams, recuperando su compostura, respondió:—No, Sandy, ella es la nueva gerente de relaciones públicas del Corporativo. Le estoy mostrando el trabajo que hago, el que no aparece en ninguna noticia.—Discúlpame, mi niña. Es que me puse feliz, él siempre viene solo, o con Morgan —se disculpó Sandy, con una mirada cálida hacia Glenda.—No se preocupe —dijo Glend
Sobre las cinco de la tarde, Adams y Glenda salieron de las instalaciones dirigidas por Sandy. La directora, junto con la “pandilla”, salió muy contenta a despedirlos. Glenda prometió volver otro día, dejando a todos con una sonrisa en el rostro.Subió al Jeep con la ayuda de Adams, y una vez en camino, Glenda activó su interrogatorio, aunque esta vez con un tono de admiración hacia él.—Sr. Smith...—Adams, por favor, Carter. Al menos durante estos días, solo usa mi nombre —respondió Adams, sin rastro de coquetería, pero en un tono cordial que denotaba confianza.—Ok, Adams. Para ti sigo siendo Carter —respondió ella, esbozando una ligera sonrisa mientras lo miraba.Adams levantó una ceja con una sonrisa divertida y dijo:—Bueno, ahora sí, dime tu pregunta, Carter.—¿Por qué no usaron el corporativo para financiar este proyecto? —preguntó Glenda, intrigada.—Es simple —respondió Adams, manteniendo la vista en la carretera—. A los accionistas solo les importa si algo genera dinero. No
Adams, llegó a las nueve de la noche a los bajos del departamento de Glenda y le envió un mensaje de texto:"Buenas noches, Carter. Estoy abajo, te espero."Un rato después, llegó la respuesta:"Ya bajo. Buenas noches Adams."Adams Smith:Al poco tiempo, apareció Carter, vestida con un vestido de lentejuelas doradas, de un solo hombro y una manga larga. El vestido se ajustaba a su cuerpo como un guante, con un sensual y profundo tajo que dejaba ver casi toda su hermosa pierna derecha al caminar. Su sensualidad era innegable, pero no había vulgaridad. Su maquillaje impecable la hacía parecer una modelo; toda ella irradiaba elegancia. Me quedé sin aire, y un recuerdo lejano vino a mi memoria. Carter me recordó a la Reina... No, mentira, ella es la emperatriz. Solo por eso impresiona.—Hola, buenas noches otra vez. Estás preciosa.Ella me sonrió por primera vez genuinamente ante un halago mío.—Gracias, Adams. Tú también estás muy guapo. Ven, te arreglo el lazo, está torcido.Pensé que e
Una vez solos en la habitación, Adams intentó levantarse de la cama, pero tropezó y cayó al suelo con un golpe sordo. Glenda, que descansaba en un sillón cercano, se levantó apresuradamente para ayudarlo.—Adams, por favor, déjame ayudarte —dijo mientras trataba de levantarlo, aunque la diferencia de peso y altura hacía la tarea casi imposible.Determinada, Glenda se inclinó con fuerza para intentar incorporarlo, pero el esfuerzo resultó en ambos cayendo al suelo. Quedó tendida sobre él, respirando agitadamente por el esfuerzo.De repente, Adams, con un movimiento rápido giró sobre ella, dejándola atrapada bajo su cuerpo. Glenda no tuvo tiempo de reaccionar, pues Adams no lo pensó dos veces, para besar con pasión sus labios.Adams Smith:Sentir que Glenda me devolvía el beso con la misma pasión que yo sentía fue como echar gasolina al fuego que ya ardía dentro de mí. Mi deseo se avivó aún más.Es cierto que había bebido, pero no estaba tan borracho como para caerme. Morgan lo sabía pe
Al llegar a la empresa, Glenda subió con determinación al piso de la presidencia. Al pasar junto a Ángel, le dedicó una sonrisa radiante, una que junto a su deslumbrante presencia mataría a cualquiera, no detuvo sus pasos. Entró en la oficina sin anunciarse.Adams, que estaba revisando unos documentos, se levantó del sillón sorprendido al verla entrar. El recuerdo de la noche que pasaron juntos, presente aún en su mente hizo que mostrara una sonrisa seductora y cómplice.¡Plaf!El sonido resonó en toda la oficina. La cabeza de Adams giró bruscamente hacia un lado por la fuerza de la bofetada. Cuando logró recomponerse, encontró frente a él a Glenda, roja de ira, con los ojos chispeando fuego.—¡Qué sea la última vez que tu Adams Smith me mientes descaradamente para térneme en tu cama!¡Imbécil de mierda! —gritó Glenda mientras le apuntaba con el dedo—. No sé qué haces con tus ligues y tus putas, pero yo no soy ninguna de ellas. ¿Pensaste que no me iba a dar cuenta, que me quedaría call