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36 chapters
31
Más tarde, la empleada de Nikolái regresó a la habitación de Lilia y dijo:—El señor Nikolai desea que esté lista a las ocho en punto. Vendrá a recogerla —informó con precisión, depositando la caja en la cama—. Me ha indicado que le entregue esto. Su vestido para esta noche.Lilia frunció el ceño y, con el ceño fruncido, abrió la caja con cautela. Lo primero que vio fue la tela negra de un vestido de satén, suave al tacto, elegante y tremendamente ajustado. Bajo el vestido, un par de tacones de charol rojo brillante y, en una pequeña cajita dentro de la caja más grande, unos aretes de diamantes que reflejaban la luz con un brillo deslumbrante.La sorpresa se mezcló con irritación. ¿Así que ahora la vestía a su gusto? ¿La trataba como una muñeca a la que podía adornar como quisiera?Apoyó una mano en su cintura, mirando el vestido con desafío. Si Nikolai quería jugar con ella, entonces también jugaría. Un atisbo de venganza cruzó su mente y, con una sonrisa ladina, decidió que lo provo
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El auto no se dirigió a la mansión como Lilia esperaba. En cambio, tomaron una ruta diferente, adentrándose en la parte más exclusiva y oculta de la ciudad.—¿Adónde vamos? —preguntó, con el ceño fruncido.Nikolai sonrió, pero no le respondió.El vehículo se detuvo frente a una entrada discreta. Desde afuera, parecía un almacén cualquiera, pero cuando Nikolai la guió adentro, Lilia sintió que entraba en otro mundo.Luces rojas y doradas iluminaban la estancia, reflejándose en las paredes de terciopelo oscuro. Música sensual vibraba en el aire, mezclada con risas, murmullos y el chasquido de copas de champán.Era un club exclusivo… pero no uno cualquiera.Lilia lo supo en cuanto vio las jaulas en el centro del salón, donde mujeres con máscaras doradas se contoneaban al ritmo de la música. Mesas privadas rodeaban la pista, ocupadas por hombres poderosos que disfrutaban del espectáculo con tragos en mano.Un club de placer.—¿En serio me trajiste aquí? —Lilia siseó entre dientes.—Me debe
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Nikolai la empujó dentro de la habitación. Lilia apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento antes de escuchar el sonido seco de la puerta cerrándose tras ella.Sus pasos resonaron en la penumbra, un aviso de que su ira aún ardía.—¿Qué estabas pensando, muñeca? —su voz era un susurro peligroso.Lilia se giró para enfrentarlo, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.—No tenías derecho a prohibírmelo —espetó, intentando mantener su voz firme.—¿No? —Él rió, pero no era diversión, era amenaza. Se acercó hasta que la acorraló contra la pared—. ¿De verdad creíste que podías desobedecerme sin consecuencias?Su aliento cálido acarició su cuello, y Lilia sintió un escalofrío recorrer su espalda.—Tú no eres mi dueño —susurró, aunque la forma en que su cuerpo temblaba le decía lo contrario.Nikolai deslizó un dedo por su brazo desnudo, recorriendo su piel como una caricia que la hizo contener el aliento.—Muñeca, yo te poseo en todos los sentidos.Lilia apretó los dientes, negándose a
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Lilia no había podido dejar de pensar en lo que había visto en el club. Su hermana, Sofía, estaba con Alexei, el mismo hombre que la había metido en la cárcel. El mismo que le había arrebatado todo.¿Qué demonios estaba haciendo con él?Se pasó la noche en vela en la enorme cama de Nikolai, su cuerpo aún con el rastro de su dominio, pero su mente atrapada en una maraña de recuerdos y preguntas sin respuesta.Al amanecer, tomó una decisión. Tenía que verla.…Fue fácil escabullirse. Demasiado fácil. O Nikolai realmente confiaba en que no escaparía, o… sabía que volvería a él. Lilia dejó la mansión en una de las camionetas negras, con la excusa de que iba a hacer compras. Pero su destino era otro: un viejo apartamento en la zona industrial de la ciudad.Sofía estaba allí.El corazón le latía con fuerza cuando llamó a la puerta. Un segundo. Dos. Tres. Luego, se abrió con un rechinar, y su hermana apareció.—No puede ser… —susurró Sofía, su mirada reflejó sorpresa y algo más—. ¿Lilia?—¿E
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El sol de la tarde se filtraba por los enormes ventanales del restaurante privado, dándole un brillo dorado al cabello perfectamente peinado de Isabella Volkov. Sentada con elegancia en la mesa, sostenía una copa de vino mientras observaba a Débora Petrov con una expresión neutra.La joven Petrov cruzó las piernas con un movimiento pausado y estudiado. Vestía un traje entallado, blanco como el mármol, y su mirada reflejaba la frialdad calculadora de alguien acostumbrada a mover piezas en el tablero del poder.—Sabemos que todo este asunto ha sido… desafortunado —dijo Isabella con tono conciliador—. Pero créeme, Débora, Nikolai nunca tuvo la intención de ofender a tu familia.Débora arqueó una ceja.—¿No tuvo la intención? —Su tono era gélido—. Mi nombre fue pisoteado cuando Nikolai se casó con otra mujer. ¿Tienes idea de cómo afecta esto a nuestra familia? ¿Cómo nos hace ver?Isabella presionó los labios en una fina línea, sin perder la compostura.—Sé que no es ideal, pero podemos ll
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El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando Anya empujó la puerta del dormitorio de Leonard.El sonido de la tormenta afuera cubría el leve crujido de la madera bajo sus pies descalzos. La mansión estaba en absoluto silencio, pero su corazón latía como un tambor en sus oídos. Él estaba ahí. Sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos, como si estuviera luchando contra algo dentro de sí mismo.Sus ojos se levantaron cuando sintió su presencia. Se congeló al verla de pie en la penumbra, con la tenue luz del pasillo iluminando su silueta. Llevaba una camisa demasiado grande para su cuerpo, que apenas le llegaba a la mitad de los muslos. Descalza.Leonard sintió un golpe seco en el estómago.—Anya… —su voz fue un gruñido bajo, tenso.Ella cerró la puerta detrás de sí con un clic, aislándolos del mundo exterior. Sus labios se curvaron en una sonrisa temblorosa mientras avanzaba lentamente, sin apartar la mirada de él.—Estoy cansada de fingir que no quiero esto —susur
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