Nikolai salió de su mansión como un huracán, con el teléfono pegado al oído y la mandíbula apretada hasta el punto de dolerle.—Encuéntrenla. Ahora.No esperó respuesta antes de colgar. Sus hombres ya estaban en las calles, revisando hoteles, rastreando cámaras de seguridad, buscando cualquier rastro de Anya. Y todo porque ese maldito Petrov la tenía en sus manos.La rabia lo consumía. Alessandro Petrov no era alguien que se interesara en una mujer sin motivo. Si la había salvado, si la había mantenido con él en lugar de entregarla de inmediato, era porque tenía un plan. Y Nikolai odiaba no saber cuál era.Al entrar de nuevo en la mansión Volkov, la encontró en su estado habitual de quietud y elegancia, como si no hubiera un problema de qué preocuparse. Sus padres, Vladim e Isabella, lo esperaban en la gran sala, sentados con una copa de vino en la mano. Y justo al lado de ellos, con el rostro sombrío y la mirada baja, estaba Leonard.El ambiente se sintió opresivo al instante.—¿Qué
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