—Vale, ya basta. —Solté mi mano de su agarre y me puse en pie—. Lo que dice no tiene el menor sentido, solo es una maldita estafa —dije molesta.—Joven. —La mujer se puso de pie—. No cobro por lo que hago, no tengo la más mínima intención de estafarte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha gente como tú, incrédula y atea. Pero cuando lo que preveo suceda, recordarás este día y mis palabras.—Mire, señora —hablé tratando de calmarme —, sin la más mínima intención de ofenderla, pero este tipo de cosas no me parecen muy reales. E, incluso, la existencia de personas como usted, supuestamente atadas a lo sobrenatural, es muy difícil creer cuando no se ha confirmado.—No diré nada más, ahora le pido que se marche. Y, por favor, le pedí que no liberara sus rencores en este lugar.—¿O qué? —Reí incrédula—. ¿Invocaré el mal? ¿Aparecerá un demonio? —resoplé—. Patrañas sin sentido.—Ya basta, amiga. —Vickie colocó una mano en mi hombro.—E
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