La familia Rocca se reúne en una sala privada de la mansión para escuchar la noticia que Lilia les quiere dar. Tanto sus padres como su hermana mayor miran a la pareja de enamorados con asombro y disgusto, entonces el señor Rocca rompe el silencio en el que se habían sumido y mira a su hija con expresión amenazante.—¡Déjate de pendejadas, Lilia! —exclama su padre al borde del colapso—. ¡Ya te dije que no acepto estra estupidez, así que, por favor, echa a este miserable de aquí!Lilia traga pesado y toma aire, debido a que esta vez, a diferencia de todos esos años, desea ser valiente y enfrentar a su padre.—¡No lo haré, papá! ¡Amo a Adrián y contra eso ni tu ni nadie podrá decidir! Ya estoy cansada de que seas tú quien tome las decisiones importantes de mi vida, asimismo, de que me trates como a una marioneta.» ¡No, papá! ¡Ya basta de querer controlar mi existencia! Yo soy dueña de mi futuro y, por lo tanto, soy quien debe decidir qué haré con este. Mi matrimonio con Adrián es una d
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