Después de hablar con sus padres e inventarles una excusa rara, ellos la miran con pesar. Serena, en cambio, los besa a cada uno en la frente y entra a la casa, puesto que ellos se habían reunido en la terraza. Ella corre por el pasillo y se detiene a mitad de camino, entonces suelta el aire retenido y suspira de alivio al verse librada de una explicación que no tenía.El timbre suena, pero no le presta atención, así que supone que una de las empleadas de servicio abre la puerta. Se dirige a su habitación porque se encuentra en fachas como para recibir visitas; sin embargo, cuando va a abrir la puerta de su alcoba, Bratt la atrae a su cuerpo y la abraza.—Pecosa, hablemos, ¿sí? —ruega él.Ella se queda helada entre su cuerpo porque no se esperaba su visita, mucho menos que este la abrazara de esa manera tan diferente, pasional y necesitada.—Eres un tonto, me hiciste sentir humillada delante de tu secretaria —reclama con tono berrinchudo—. Ya me la imagino burlándose de mí por su gra
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