Esa noche, la fiesta en la casa de la fraternidad estaba en pleno apogeo. La música retumbaba y las luces parpadeaban, creando un ambiente casi hipnótico. Alya y Clara, ya bastante borrachas, reían y bailaban sin preocuparse por nada más.Alya se tambaleó ligeramente mientras intentaba mantener el equilibrio. Clara, a su lado, no estaba en mejor estado. Un grupo de chicos se acercó a ellas, con intenciones que no eran del todo inocentes.—¿Por qué no nos vamos a un lugar más tranquilo, chicas? —dijo uno de los chicos, sonriendo de manera insinuante.—No, gracias. Estamos bien aquí —respondió Alya, riendo.Antes de que los chicos pudieran insistir, Christian apareció, con el ceño fruncido y una mirada de desaprobación. A su lado, su amigo Marco, quien también parecía preocupado.—Creo que es hora de que se vayan —dijo Christian con voz firme.—¿Y tú quién eres para decirnos qué hacer? —replicó otro de los chicos, desafiante.—Somos sus amigos. Y no creemos que quieran irse con ustedes
Leer más