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Todos los capítulos de Atrapada, en las manos del CEO: Capítulo 81 - Capítulo 90
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LXXX La mascota
En menos de una semana Pepa se preparaba para ir a su segunda cita. —Dos minutos y el pavo estará listo, cortar y servir. Y preparé la ensalada con semillas de sésamo que Libi quería. —¿No te parece que esa falda está muy corta? —cuestionó Irum. Le llegaba a mitad del muslo y con las prominentes nalgas emujando la tela, más corta se le veía.—Qué descaro. Libi las usa más cortas y a ella no le reclamas. —No es lo mismo, ella empezó a usar faldas cuando ya estaba conmigo, no fueron una burda artimaña de seducción. ¿A qué clase de hombre vas a atraer exhibiéndote de ese modo?La llegada de Libi le ahorró a Pepa dar una explicación.—Libi, ¿le parece que me veo bien? —se dio una vuelta, enseñando todo lo que no debía enseñar y aumentando la irritación de Irum.—¡Estás bellísima, Pepa! Tienes unas piernas muy bonitas y largas. Qué te vaya muy bien en tu cita.Pepa le sonrió con autosuficiencia a Irum antes de retirarse. —Qué bien huele ese pavo. Empezaré a poner la mesa —Libi sacaba
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LXXXI Inversión de tiempo
—¿A dónde vas?La pregunta de Irum y el tono enérgico que usó dejó a Libi estática a pasos de la puerta. No había ido a dormir a la habitación ni había desayunado con ella y se aparecía de repente y gritando. —Quedé en ir a almorzar con Lucy, fui al despacho a decírtelo.—No estaba en el despacho. ¿Irás a contarle todo lo que ocurrió? ¿Esa mujer alcahueta no tiene nada mejor que hacer que entrometerse en nuestros asuntos?—Ni yo misma entiendo lo que está pasando, ¿qué podría contarle? Y no hables mal de ella.—¿O qué? ¿Qué pasará si hablo mal de tu amiguita? ¿Vas a irte igual que Josefa?—Yo no he hecho nada, no es justo que te desquites conmigo. Regresaré más tarde. Espero que se te haya pasado el enojo para entonces. Libi se fue, sin tener la menor consideración con él. Y comería fuera, mientras él se había quedado sin Josefa para que le cocinara. Las mujeres eran bestias insensibles.En el suelo, Canela, la incondicional, se frotaba contra su pierna. Irum se agachó y la cogió en
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LXXXII La premiación
Muy temprano Irum había ido a su cita con su médico de cabecera. —Este frasco de píldoras debía durarte dos meses, pero te lo acabaste en menos de uno —le reclamaba el profesional. —El efecto analgésico resultó no ser tan prolongado como usted aseguró. Tuve que tomar más de una al día porque el dolor se vuelve insoportable. Necesito que me extienda una receta para tres o cuatro frascos, así no tendré que venir tan pronto.—Imposible. No puedo dejar pasar tu aparente potencial para volverte adicto. Es un riesgo que no consideré dado tu impecable historial. —¡Exacto! ¡Impecable! Ni siquiera he fumado cigarrillos. No me tomo estas píldoras por placer, lo hago porque me duele la jodida pierna. ¿Puede entender eso? —Lo entiendo. Te recetaré un frasco y tendrá que durarte un mes. No dejes las sesiones de kinesiología y te recomiendo que pruebes también con acupuntura. Evaluaremos tu pierna para ver qué más se puede hacer. —¡Acupuntura! —reía Irum en el auto, luego de tomarse cuatro píl
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LXXXIII Bajo ataque
Irum soltó la muñeca de Libi cuando estuvieron en la habitación. Ninguna explicación le había dado mientras la arrastraba hasta el auto, negándole la oportunidad de estar en la ceremonia de premiación del concurso que él había ideado.—¡¿Por qué haces esto?! —preguntó ella mientras se sobaba la muñeca. Se le habían adormecido los dedos.Del bolsillo interno de su chaqueta, Irum sacó un sobre que vació sobre la cama. Fotos de mujeres desnudas se repartieron sobre la colcha.—¿Cuándo te sacaste estas fotos? La glacial voz de Irum le enfrió la sangre. —¡Esa no soy yo!—¿No? ¡¿Acaso esta no es tu put4 cara?! —le estampó una foto en el rostro, que Libi sostuvo con los dedos temblorosos.Era su rostro, claro que sí y hasta miraba hacia la cámara mientras enseñaba las nalgas desnudas y la mitad de un pecho.—¡Soy yo, pero no soy yo! ¡¿De dónde sacaste estas fotos?!—Pagué cincuenta millones por ellas porque un extorsionador amenazó con viralizarlas por internet. ¡¿Quién te las sacó?! ¡¿Cuá
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LXXXIV El sospechoso
K se bebió la última gota de café a las dos de la mañana. No era nada, a esa hora su noche apenas comenzaba. —¿Libi se durmió? Lucy, que llegaba con una cafetera recargada, asintió. —Con ayuda de los somníferos más fuertes que encontré. —¿No le harán daño? —La conozco y más daño le haría estar despierta, carcomiéndose los sesos. Cuando tiene pensamientos negativos empiezan a crecer como una bola de nieve y luego ya no hay cómo pararlos. Su cabeza es su peor enemiga —reflexionó, volviendo a llenar el termo de K—. Corrijo, es peor quien está detrás de todo esto. —Concuerdo. Gracias por el café. —¿Por qué no me pasan estas cosas a mí? Yo doy mucho material para chantajes. He dejado a uno que otro hombre despechado y mujeres cornudas con ganas de sacarme los ojos. ¿Por qué le pasa a Libi que no le hace mal a nadie? Ella sólo quiere ser feliz y cuando parece que lo está logrando, le estalla todo en la cara. Tú que eres tan listo, K, dime por qué y no me salgas con eso de que Dios
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LXXXV Una sombra más
Un computador encendido y programado con la sencilla tarea de seguir subiendo información a la web cada cierto tiempo, una lata de atún a medio comer en el refrigerador y unas cuantas prendas sucias en un cesto afuera del baño eran lo único que quedaba del maestro Luen en el piso que rentaba. El hombre, un respetable maestro cuyos cuestionables métodos lo habían hecho caer en desgracia, probablemente había huido días antes de que iniciara su venganza contra Libi. Las denuncias por extorsión, difamación y divulgación de información privada, sumadas a la presión de los abogados de Lucy e Irum le valdrían la orden de detención y arraigo nacional. Si no había escapado de la ciudad o el país ya no podría hacerlo. Más tranquila y confiando en que la justicia se encargaría del resto, Libi regresó a casa de Irum, Lucy y Josh fueron a dejarla. Él también había visto las fotos y se hizo presente como un buen amigo para darle su apoyo. «Reconozco unos pechos falsos en cuanto los veo, a mí
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LXXXVI Un nuevo comienzo
Tras rechazar la propuesta de Lucy de recogerla para ir a clases, Libi se montó en su auto y llegó por su cuenta. Sus brazos y piernas terminaron agarrotados de lo tensa que estaba, pero lo había logrado. Con cada caída que la desarmaba, la vida empezaba a concebirse a fragmentos, pequeñas etapas a superar para recuperar la fuerza y estabilidad. Estar en público era otra de ellas, pero tenía amigos que no la dejaban sola. —¿Un regalo para mí? No tenías que molestarte, Libi —pese a sus palabras, los ojos de K brillaban cuando recibió el paquete. La sorpresa de un presente inesperado y secreto lo llenaba de infantil emoción y no podía ocultarlo. —Sí tenía. Sé lo ocupado que estás y te tomaste muchas molestias por mí, este regalo es pequeño en comparación. Espero que sea de tu agrado.K quitó el papel de regalo cuidando no romperlo. Sus ojos refulgieron como un par de estrellas cuando vio el ferrari en miniatura en la caja. Era un modelo para armar.—Lucy me dijo que te gustan los auto
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LXXXVII Acompañante
Todavía a la espera de los documentos que debía entregarle Alejandro para revocar la interdicción, Irum aguardaba su regreso a empresas Klosse trabajando desde casa. Francamente todo estaba hecho un desastre, así pasaba cuando se les daba libertad a quienes no sabían administrarla. La libertad y el libre albedrío debía ser dosificados o sus empleados acabarían convertidos en una pandilla de monos. Y los monos ya se habían reproducido lejos de su diligente y estricto mando. Dejó el despacho a media mañana a tiempo de evitar una jaqueca por estrés. En el jardín, Libi le lanzaba una pelota a Canela y la cachorra se la llevaba de vuelta una y otra vez.—¿No tienes clases hoy?—Sí, pero me alejaré unos días de la universidad. El ambiente allí está algo denso. —Esconderte aquí no resolverá nada. —Tampoco escuchar todas las cosas que dicen sobre mí. Mira lo que le enseñé a Canela —Libi lanzó la pelota, la cachorra se la trajo de vuelta y cuando ella la sostuvo en lo alto, la cachorra se
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LXXXVIII Mientras él dormía
El acto público finalizó a las dos de la tarde. Irum llegó a casa después de las cuatro y se fue directo a su habitación en el segundo piso. Directo al baño a darse una ducha. Se encontró con Libi en la cocina, estaba sentada frente al mesón donde la había follado la otra noche, con una copa entre los dedos. —Te ves bien en televisión —le dijo ella.—Tú podrías haberte visto bien también —del refrigerador sacó un refresco. —Encontraste a otra que combinara mejor contigo. ¿Cuánto le pagaste? —¿Te refieres a Elizabeth? No conozco el detalle de sus honorarios.—Descarado. ¿Te fuiste con ella después?—¿En serio quieres saber los detalles? Libi se bebió el vino blanco que le quedaba en la copa y se la lanzó por la cabeza. Estaba lo suficientemente ebria como para no lamentarlo.Los buenos reflejos de Irum lo salvaron del golpe. —¡Me largo! —amenazó ella. —Estás borracha, tu palabra no cuenta. —¡Entonces ándate tú! —cogió la botella, con expresión amenazante.Irum alcanzó a sujetar
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LXXXIX Un golpe inesperado
De la suculenta cifra que Irum le había depositado a Libi en su cuenta bancaria, ella no había gastado ni un 2%, y cuando se fue de su casa con sus sueños rotos a cuesta, deseó devolverle todo lo que quedaba, pero había dejado su departamento por él y alguien más lo había rentado, necesitaba hospedaje y pagar un hotel era lo más rápido. "Considéralo una compensación por lo ocurrido", le decía su Lucy interior, la parte más sensata de su conciencia y a la que rara vez escuchaba. El inteligente y atractivo Irum, tan atento y cariñoso había resultado ser una est4fa. Ella merecía una compensación, aunque se sintiera como una interesada por conservar el dinero. Le haría falta para empezar de nuevo considerando que la mayoría de sus pertenencias se habían quedado en aquella casa. Esperaba que al menos él le permitiera ir a buscar sus pinturas, esas eran irremplazables. —¿Extrañas tu habitación? Canela la había despertado con sus chillidos. La cachorra caminaba hasta la puerta, la raspa
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