Ya Perla estaba tranquila en su habitación, durmiendo plácidamente mientras la enfermera se mantenía a su lado, vigilándola con atención. Yo, en cambio, estaba en la habitación de huéspedes que había solicitado a los sirvientes, decidida a evitar cualquier contacto con ese miserable. Me estaba quitando el vestido, cuando de repente, la puerta de la habitación se abrió de golpe. Alessandro entró tambaleándose, claramente embriagado. Su andar errático y su aliento a alcohol eran evidentes, lo que me hizo sentir un escalofrío de incomodidad. —¿Qué haces aquí? Vete a tu habitación, miserable —le lancé con desdén, intentando mantener la calma a pesar de la furia que sentía. —Eres mi esposa y debes dormir conmigo —dijo, su tono cargado de arrogancia. Unió sus labios a los míos, besándome a la fuerza. Su aliento a alcohol era nauseabundo y me mareaba, pero la intensidad de su beso me dejaba paralizada. Intenté resistirme, pero sus labios estaban implacables Sus manos se deslizaron co
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