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El eco distante de cuernos me despertó sobresaltado a la mañana siguiente. Salté de la cama y comencé a vestirme apresurado, mientras Risa se hacía un ovillo bajo las mantas.—Despierta, amor mío —la llamé sin alzar la voz—. Los clanes ya están llegando.Me eché encima la camisa, y al volverme hacia ella, vi que la odiosa cinta negra se había desatado y Risa la sostenía sobre sus ojos con sus propias manos.—Buenos días, mi señor —murmuró adormilada, atándola una vez más—. Ve, pues. Que tengas un buen día.—Tal vez no pueda venir esta noche, ni mañana —le advertí, y de sólo pensarlo se me retorcía el estómago. ¿Dos días sin ella?—No creí que la fiesta duraría toda la noche —dijo contrariada.—A menos que no te importe que llegue tarde —sonreí besando su frente.—Claro que no me importa.—Entonces por supuesto que vendré, pero no me esperes despierta. ¿Un beso para la buena suerte?Me echó los brazos al cuello y me besó con un ímpetu que me resultó delicioso.—Ve y brilla, mi señor —s
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Mora no se alegró cuando supo que precisábamos la sala del consejo abierta y caldeada después del almuerzo, pero no se atrevió a poner objeciones.Dejé que mis hermanos se ocuparan de llamar a la inesperada reunión y subí con mis tíos. Cuando quedé solo con Artos, pasó un brazo por mis hombros y me instó a acompañarlo a sus habitaciones, haciendo gala de su sarcasmo con sus previsiones sobre lo que ocurriría por la tarde.—Espero que lo desafíes. Será todo un espectáculo, ver a ese vejete impertinente plantarte cara —se carcajeó.—No quisiera llegar a tanto —suspiré—. Aunque sea una piedra en la bota, es familia. Lo último que quiero es matarlo.Artos me echó una mirada de soslayo y asintió sonriendo de costado.—Has crecido, muchacho. Cualquiera diría que has encontrado una compañera que atempera tus ímpetus.Por suerte, en ese momento su esposa nos abrió la puerta, y para mi sorpresa, dejó entrar a Artos y salió al corredor, tendiéndome lo que traía en sus manos: un rollo de papel g
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Mi primo palideció al escucharme, y todos sus hermanos se envararon, intercambiando miradas aprensivas.—No comprendo, Mael, yo… —balbuceó Finneas desconcertado.—Tú nunca aceptaste mi liderazgo —lo interrumpí—. Es hora que lo digas abiertamente. ¿Por qué crees que tu padre eligió a mi padre como sucesor y no a ti?Su expresión se ensombreció, y fue tan torpe de desviar la vista por un instante hacia mis tíos. Rodeé la mesa para alejarme de ellos, y dejarlo en evidencia si volvía a hacerlo.—¿Y bien? ¿Por qué fue que tu padre no te nombró Alfa antes de morir?No utilicé la voz de mando, pero Finneas me conocía lo suficiente para saber que si no respondía, no vacilaría en usarla y humillarlo ante todos.—Porque yo era demasiado joven —masculló entre dientes.—¿Y por qué crees que mi padre me nombró Alfa a mí y no a ti?—Porque dio la casualidad que estabas a su lado cuando murió —me increpó con amargura.A pesar de que me había cerrado a los demás, las expresiones en torno a la mesa re
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Me dejé caer en mi cama agotado, mental y emocionalmente. Cuanto acababa de suceder me había dejado más exhausto que la batalla más difícil. Y todavía faltaba la cena de bienvenida. Lo que menos quería era tener que vestirme para la ocasión y sentarme a presidir las mesas de los clanes. Pero era la única aparición pública de madre en el año, y mi lugar era a su lado.Me obligué a levantarme gruñendo. El agua en el caldero que colgaba del hogar ya estaba caliente, y el vapor llenaba el aire de perfume a lavanda. Tomé mi cofrecillo pensando que hubiera querido que Risa estuviera allí. Seguramente interrumpiría sus propios preparativos para ayudarme a asearme. Y acabaríamos llegando tarde a la gran cena por demorarnos en nuestras habitaciones.Una vez más. Sólo una vez más, me repetí.Era la última vez que me preparaba solo.Antes de darme cuenta lo que hacía, abrí el panel y me asomé a la escalera secreta. Tal vez pudiera pasar unos minutos con ella antes de bajar a cenar. Su ausencia e
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Mientras nos servían el primer plato, madre le indicó a Risa que se acercara. Mi pequeña acudió de inmediato, inclinándose hacia madre entre su sillón y el de Mora.—Ve, pequeña —le dijo en un susurro—. Aprovecha a cenar en la sala de las camareras. Enviaré por ti tan pronto pueda escaparme.—Sí, Majestad —respondió Risa en el mismo tono.Un momento después la vi rodear la mesa de Eamon hacia la salida a paso rápido, aunque se detuvo a intercambiar unas palabras con Aine.—¿Por qué huiría despavorida de mí? —pregunté viéndola irse.—Serás obtuso —replicó madre, entre divertida y exasperada—. Porque para ella eres dos personas distintas, ¿o no escuchaste lo que te dije hace un momento?—¿Dos personas distintas?—Recuérdame que te jale las orejas cuando estemos solos. ¿No lo comprendes? Ella tiene su lobo, en quien confía, a quien conoce y ama con todo su corazón, pero que nunca vio en dos piernas. Y de tanto en tanto se cruza con este otro lobo que le inspira miedo. Hasta donde ella sa
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Disfruté aquella cacería como pocas. No sólo porque mi cadera había dejado de molestarme, y al fin podía correr y saltar cuanto quería. Pasar la noche en el bosque con los míos, nuestra naturaleza exaltada por la luna, me insuflaba una vitalidad nueva, especialmente porque sabía que al volver a casa, Risa me esperaba para ofrecerme en sus brazos el sosiego y el descanso que precisaría.Los imprimados nos entregamos en cuerpo y alma a la caza, mientras los solteros se entretenían entre ellos en aquella primera noche de celo, para ver si hallaban compañeros.Mis hermanos y yo nos alejamos de los demás para cazar juntos como nos gustaba, y no tardé en advertir la inusual actitud cautelosa de Mora hacia mí. Nos disponíamos a dividirnos en pares para emboscar a un alce corpulento. Intercambié una mirada con Milo, que se llevó a Mendel con él, y me volví hacia mi hermana.—Veamos si estás en forma para el verano —le dije a tono de broma.La amaba, era parte de mí, y aunque aún no terminaba
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Sólo pudimos dormir un par de horas antes que Milo me llamara para desayunar.—¿Adónde vas tan temprano? —pregunté al ver que Risa se levantaba también.—Los baños —murmuró, obligándose a dejar la cama con un suspiro fatigado—. Me temo que hoy tendré que pasar el día allí.—Te amo, mi pequeña —susurré tomándola en mis brazos.—Y yo a ti, mi señor.Me eché encima mi bata, recogí mi ropa apresurado y la dejé para que pudiera descubrir sus ojos y vestirse tranquila.Poco después bajaba a reunirme con mis hermanos, rumiando lo último que me dijera Risa. Si estaría en los baños desde temprano, la hallaría allí cuando fuera con mis tíos y sus lugartenientes. Entré a mi estudio respirando hondo. Mejor que me preparara para verla consentir a otros sin que me ganaran los celos.Y fue una suerte que me preparara mentalmente para ese momento, porque mi tío Artos la descubrió de inmediato entre las sanadoras que subieran a ayudar en los baños, tan bonita en su liviano vestido blanco, inclinada en
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La fiesta se prolongó pasada la medianoche.Esos bailes nunca me habían atraído, y no tardé en salir con mis tíos y varios más, a conversar y disfrutar la noche al aire libre. Sin embargo, me cuidé de ubicarme de frente a los ventanales y el salón, para poder ver a mi pequeña.No era fácil mantenerme alejado de ella. Nuestra raza no florece en soledad, y nuestras tradiciones alentaban la formación de nuevas parejas y nuevas familias. Tener a Risa tan cerca y verme obligado a ignorarla se hacía cada vez más difícil.Viéndola bailar y reír con mis sobrinos, decidí que le revelaría mi identidad antes de irme al norte. Pero antes debía hacerla superar ese miedo incomprensible que me tenía como Alfa, aunque no tenía la menor idea cómo lo lograría.Pensaba en eso cuando mis acompañantes regresaron al salón para la Danza de la Luna, en la que sólo participaban los líderes de los tres clanes. Vi a mis hermanos, tíos, primos, alinearse con sus compañeras en el centro del salón, donde todos ret
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Madre estaba desocupada, y me recibió con una gran sonrisa cuando me reuní con ella a almorzar, llenándome de preguntas sobre las decisiones que tomáramos en los últimos días.—De modo que te encargarás de los aldeanos antes de marcharte al norte —dijo luego, muy seria.—Sí, y hay algo más que quiero hacer antes de la ofensiva.Madre alzó las cejas, instándome a continuar, y ladeó la cabeza pensativa al escuchar mis intenciones de pasar tiempo con Risa y luego revelarle mi identidad.—¿Y cómo te propones pasar tiempo con ella?—No tengo la menor idea —suspiré—. Si pasaré varios días fuera para ir a la aldea, no me queda demasiado tiempo. También me gustaría que Risa esté allí cuando confrontemos a los humanos. Al fin y al cabo, lo que terminó de decidirme a expulsarlos es lo que su forma de tratarla me demostró de sus naturalezas. Me gustaría que vea que el maltrato que le infligieron durante años no queda impune. Pero su forma de ser la haría sent
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Me obligué a ignorar la punzada dolorosa que me causaba su rechazo y volví a abrazarla, aunque eso no la ayudó a serenarse.—¿Por qué le temes tanto? —pregunté con genuina curiosidad, aunque detestaba hablar de mí en tercera persona—. Acaso alguna vez ocurrió algo que no me hayas contado?—No, es sólo que… —musitó—. No sé cómo explicarlo, mi señor, pero sé que me detesta desde que me vio por primera vez, cuando tuvo que salvarme del león el año pasado. —Se hizo un ovillo contra mi pecho—. Ahora comprendo por qué me mira así.Había confirmado mis sospechas, aunque su última afirmación me desconcertó.—¿Así cómo?—Con odio. Como conteniéndose para no estrangularme con sus propias manos.—¿Qué?¿De dónde había sacado esas ideas? Sus respuestas me confundían, y me causaban un temor desconocido. Hice lo posible por dominar mi propia agitación.—Tiene sentido —murmuró junto a mi piel—. Siempre le causé rechazo. Y saber que alguien ta
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