Como tantas veces desde que conociera a Risa, fue una noche insomne para mí. Ella dormía profundamente en mis brazos, relajada y distendida, su esencia dulce envolviéndome. Mientras tanto, en mi interior, parecía haberse desatado una verdadera tormenta de sentimientos encontrados.Todo lo que ocurriera ese día luchaba por imponerse y acaparar mi atención: la estúpida competencia con mis primos durante la cacería, mis celos injustificados cuando Milo pidió que Risa lo bañara, mi rabia por tener que tragarme los celos y fingir que nada sucedía, y por último, pero no menos importante, el miedo que me encogiera el estómago ante la perspectiva de que Mendel descubriera mi secreto.Me resultaba imposible separar las distintas cuestiones y ponerlas en perspectiva, y pronto descubrí que el problema era que, en realidad, estaba todo relacionado.Todo se reducía a mi i
Leer más