Esa noche, desde mi solitario rincón del prado junto a la ventana de la sanadora, vi que mi pequeña seguía teniendo pesadillas a pesar de haber reaccionado. Regresé a mi estudio al alba, apesadumbrado y ansioso como las mañanas anteriores, y me resultó imposible conciliar el sueño. De modo que me envolví en mi bata de invierno y me dirigí al ala de huéspedes, desierta y silenciosa a esa hora, antes que las mujeres de limpieza comenzaran su jornada.Intenté aligerar mi humor taciturno recorriendo cada habitación. No podía encargar muebles nuevos para el dormitorio de Risa sin despertar curiosidades inconvenientes. En cambio, teníamos muebles de sobra en esa parte del castillo, que sólo se usaba para la reunión de los clanes en mayo, todos de excelente calidad. Serían una solución perfecta para este arreglo temporal.Después de desayunar, pasé el resto de la mañana en el campo de entrenamiento, aprovechando la actividad física para desahogar la angustia que aún me atorme
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