El camino se extendía interminablemente ante nosotros, y el cansancio se apoderaba de cada fibra de mi cuerpo. Anhelaba sentarme, aunque fuera por un momento, y descansar mis piernas agotadas.—¿Falta mucho? —pregunté, tratando de mantener la compostura, a Eirik, que caminaba a mi lado.—Sí, pararemos cuando el sol esté a punto de ocultarse —contestó con indiferencia.Respiré hondo y observé mis manos aún atadas.—Suéltame, quiero caminar bien, no estar tropezando todo el tiempo —exigí, tratando de sonar firme.Eirik se detuvo bruscamente, obligándome a hacer lo mismo.—Estás atada de las manos, no de los pies —respondió, con una sonrisa burlona en su rostro.La ira me hervía por dentro; quería lanzarme sobre él y golpear esa enorme cabeza sin cerebro.—¿A dónde vamos? —pregunté, intentando cambiar el tema y aliviar la tensión.—A casa —dijo, y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Te va a encantar, es hermosa. — me dijo con una sonrisa.—¿Está muy lejos? — le pregunte.—Un poco, pero
Leer más