Las mujeres allí se presentaron, todas eran brujas, obligadas a esconderse. Los lobos, les habían dado caza, buscando a la bruja que les pudiera dar el dichoso amuleto. La anciana se acercó a mí y tomó mis manos en las suyas ya arrugadas, luego me miró a los ojos. — Debemos cuidarte, o todo a nuestro alrededor arderá — me dijo la anciana. — Sé que soy el amuleto, ¿pero cómo se supone que ellos lo conseguirán? — le pregunté. — Hace miles de años, una de nosotras se enamoró de uno de ellos. Él la utilizó para sus propios fines, la envolvió en sus mentiras y ella, cegada por el amor, le ofreció su sangre. Él la tomó sin saber que al hacerlo, sus vidas estarían entrelazadas para siempre. Él obtuvo todo el poder, se cegó y buscaba cada vez más, convirtiéndose en un ser cruel. Cuando ella comprendió su error, se sacrificó lanzándose a un acantilado y acabando así con el. Tú sangre es la clave, y ellos te quieren para hacer el mal — me dijo ella con expresión seria. — tu eres el antídoto,
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