Elisa conducía su auto rumbo a casa, era un día cotidiano, estaba a punto de abrir su propia boutique de modas, era diseñadora.Comenzaría su negocio, estaba emocionada.Se sentía afortunada, después de todo, parecía tener buena suerte; un esposo perfecto con quien recién se había casado tras dos años de relación, un buen trabajo, y salud. ¿Qué más podía pedir a la vida?Una llamada resonó, contestó en altavoz para no perder de vista el camino.—Hola, cariño, ¿Cómo estás? —exclamó—¿Dónde estás tú, Elisa?—Voy rumbo a casa, terminé de negociar la renta del local, cariño, ¿y tú?—Elisa, ¡ven por mí! Estoy en el edificio, sube a la azotea, ¡es urgente! —exclamó con la voz cargada de angustia.—Amor, ¿sucede algo?—Elisa, solo ven rápido, aquí hablaremos, debo decirte algo muy grave.—¿Lisardo, me asustas?—Tranquila, amor, te amo, no lo olvides, solo date prisa.—Te amo, cariño, llegó pronto.Elisa colgó la llamada, condujo más apurada.Cuando llegó al edificio, ya comenzaba el atardece
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