Leander luchó para no sonreír de la sorpresa que le causaba ver a esa mujer ahí.—¿Qué quieres aquí? —exclamó Clara con rabia.—Lo mismo que tú, querida, pero yo tengo màs derecho, no olvides que yo sì, soy la señora Moctezuma.—¡Tal vez ahora lo seas, pero pronto serás nadie! Porque Leander se va a divorciar de ti, para casarse conmigo, ¿verdad que sì, mi amor? —exclamó tomando la mano del hombre y besando su dorso.Elisa sintió tal rabia, como nunca en su vida. Ella nunca sintió celos, esas locas ganas de matar a su rival, y el deseo de abofetear a ese hombre hasta llevarlo con ella, y hacer suplicar perdón de rodillas.Respiró profundo, no podía perder el camino, no podía enloquecerse ahora.Elisa esbozó una tenue sonrisa.—¿De verdad, querida? Pues se me hace que el único puesto que obtendrás es el de amante, ese te queda, como un anillo en tu dedo —dijo Elisa sonriente.Leander luchó por no reír, humedeció sus labios, tan frío y distante, mientras bebía su copa.Su mano derecha aú
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