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Capítulo: Otro como tú.

Al día siguiente

Elisa fue hasta esa empresa, estaba ubicada en el centro de la ciudad, y era una zona elegante.

Estaba nerviosa, no había una sola razón para estar ahí, y estaba convencida de que pasar la seguridad del rascacielos sería imposible.

Tal como lo predijo, no le dejaron entrar, le indicaron que necesitaba una cita para ver al señor Moctezuma.

Elisa estaba resignada, casi a punto de irse, cuando escuchó su nombre.

—¿Elisa?

Sonrió con esperanza.

—Licenciado Rafael.

—¿Qué haces aquí? —el hombre estaba sorprendido de verla ahí.

—Yo… he venido a ver al señor Moctezuma, quiero saber qué le hizo a mi marido.

Rafael la apartó lejos del edificio.

—Elisa, recuerda que ellos son muy poderosos, además, ese hombre no está aquí.

—¡Necesito verlo, entiéndame!

Rafael lanzó un suspiro.

—Lo único que puedo decirte es que hoy estará en el club libanés, es una fiesta de socios —el hombre le prestó su tarjeta de acceso—. Lleva esto, diles que vas de mi parte.

Elisa sonrió.

—Gracias, licenciado.

—No estaré en la ciudad por quince días, por favor, cuídate, Elisa.

***

 Elisa volvió al departamento que rentó. Fue por algo de dinero y fue a una tienda de ropa.

Compró el primer vestido que vio, y lo llevó a casa, le hizo unos arreglos para que se viera más elegante, por la noche se vistió y maquilló.

Cuando  se vio al espejo no se reconoció, pero no le importaba, necesitaba hablar con ese hombre, ni siquiera sabía qué le diría.

—Le preguntaré sobre Lisardo, veré su actitud, y le preguntaré directamente que sabe sobre su muerte. En sus ojos debo ver la verdad —murmuró.

Tomó su cartera y algo de dinero, pidió un taxi y fue hasta ese lugar.

Era de noche y al llegar, observó el lugar elegante, era un club hípico, donde solo los millonarios de la ciudad podían entrar, ella se acercò a la caseta de vigilancia, mostró su tarjeta de invitación.

—Pase, señorita, bienvenida sea.

Elisa se sorprendió de la buena actitud. Una empleada se le acercó.

—¿Viene al spa o tal vez al bar?

—Vengo al evento de socios, represento al señor Rafael González —dijo

—Claro, sígame, por favor, el evento ya comenzó, pero aun todos los empresarios están ahí.

Elisa temblaba, estaba mintiendo muy bien, pues nadie sospechaba nada, pero al mismo tiempo estaba asustada de encontrarse con el señor Moctezuma.

Entró a un salón elegante, muchos hombres y  mujeres vestidos con rigurosa etiqueta estaban ahí.

Elisa pasó y deambuló alrededor, un mesero se le acercó y le ofreció un trago.

—Busco al señor Moctezuma, Leander Moctezuma.

El mesero asintió.

—El señor se encuentra en el bar con otros socios.

Elisa fue hasta ahí, cuando entró, observó a los hombres, había pocas damas ahí, sintió varias miradas sobre ella, pero las ignoró.

—Disculpe, ¿Sabe dónde está el señor Moctezuma?

—Acaba de ir al tocador —dijo un empleado.

Elisa salió de ahí, preguntó por los baños y le indicaron que estaban al fondo del pasillo.

Fue hasta ese lugar y vio a un empleado cuidando la puerta de acceso al baño de hombres.

Necesitaba que ese hombre se marchara para entrar, y tuvo un plan.

—Hay un baño para damas en el siguiente pasillo, señorita.

—Están peleando dos caballeros en el bar, ¿puede ayudar?

El empleado corrió hasta ese lugar, y Elisa aprovechó para entrar al cuarto de baño.

Al hacerlo no vio a nadie ahí, al entrar había primero un área de lavamanos con espejos y perfumes.

Luego, un pasillo que dirigía hacia los baños.

De pronto, Elisa vio una figura que se acercaba, era un hombre alto, pero aún no veía su rostro.

—¿Señor Leander Moctezuma?

—Sí, ¿Quién eres tú? ¿Por qué estás en el baño de caballeros, mujer? —exclamó

Cuando Elisa miró al hombre, sus ojos se volvieron temblorosos, dio un paso atrás, totalmente estupefacta.

«¡¿Lisardo está vivo?!», pensó.

 ¡Ese hombre era idéntico a su esposo muerto!

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