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El rostro de Gustavo palideció, sintió un dolor en su pierna, y gritó.Ana bajó la pistola, se arrepintió al disparar, pero temió que ese hombre fuera capaz de lastimar a Piero.—¡Ana! ¿Por qué…? —exclamó el hombre, sorprendido por el ataque. —Porque no puedes ganar, eres una persona malvada, has hecho daño, es hora de pagar, incluso si eres mi padre, debes pagar.Escucharon las sirenas.Gustavo cayó al suelo, sentía el dolor y la sangre fluir. Pronto llegó también una ambulancia.Ana soltó su arma.—¡Lo siento! —dijo cuando la arrestaron, liberaron a Piero, pero todos fueron a la comisaria, excepto Gustavo, que fue al hospital.***En la comisaría.Ana relató todo lo que pasó.—Tuve mucho miedo cuando tomé la pistola, disparé por temor a que me matara, pensé que lo haría, estuve segura... —dijo Ana con la voz llena de temor y lágrimas en los ojos. El comisario le creyó, pero se ordenó el pago de una fianza que, rápidamente, Emmanuel saldó.Piero estaba perfectamente bien.Cuando Ana
Volvieron a casa. Leander intentó dormir, pero no dejaba de pensar en todo lo que pasó, su familia, su vida, todo en lo que creía se había derrumbado, y no podía hacer nada.Elisa despertó y lo observó así, lo abrazó.—Sé que estás triste, después de todo viviste mucho tiempo con esa mujer, creyendo que era tu madre. No puedo decirte algo que te dé consuelo ahora, amor, lo único que puedo decirte es que este dolor pasará.Emmanuel la abrazó.—Te tengo a ti, Elisa, y a mis bebés, es todo lo que necesito para ser fuerte, para volver a empezar si es a tu lado.Leander la besó con dulzura.Ana no podía dormir, cuando escuchó que llamaron a su puerta, corrió a abrir y era Piero. Sus miradas se encontraron y se fundieron en un largo abrazo.—¿Cómo estás?—¿Cómo estás tú? Sé que esto te tiene mal.Ana hundió la mirada, era inevitable que saber que sus padres eran asesinos. Le dolía.—Me duele, no lo negaré, mis padres son asesinos, y encima dañaron a alguien de la familia, eso me duele màs,
Una semana después.Elisa hizo una cena especial para la familia y para celebrar que en unos meses iban a tener a dos sobrinitas.Valeria le ayudó con todo, también Ana, pero ese dìa, ella firmaba su divorcio, así que también iban a celebrar su libertad.Piero llamó a Elisa, y le pidió un gran favor.Elisa estaba emocionada en ayudarlo.Ana estaba en el despacho de abogados; su futuro exesposo, insistía en que quería màs dinero, que no estaba de acuerdo.—O firmas, o no te tocará ni lo que te ofrecieron.El hombre titubeó, y al final firmó.Ana sonriò.Cuando salió de ahí era una mujer muy feliz y libre.Se lanzó a los brazos de Piero y él la besó.Su ahora exesposo la mirò con rabia, incrédulo de que ella hubiese encontrado un nuevo amor tan rápido y lo hubiese reemplazado.Maldijo en su mente, pero supo que no podía hacer nada contra eso.***Al llegar a casa, comenzó la cena; estaban muy felices.El abuelo Iván bajó para cenar con ellos, dándoles buenos ánimos a todos.Era como un s
Seis meses después.Piero esperaba al pie del altar, estaba nervioso, con una gran sonrisa, un poco burlón. La iglesia estaba repleta de amigos, conocidos, y de la familia que ahora eran.En las primeras filas estaban la abuela Paula, màs repuesta de salud, y Elisa y Valeria, vestidas de damas. Leander estaba al lado de su hermosa esposa.Rafael estaba al lado de su sobrino, que sería el padrino de la boda.Pronto, escucharon la marcha nupcial resonar, y ella entró del brazo de su abuelo. Tenía una sonrisa brillante y lucía preciosa como una novia que debe lucir.Piero sintió un golpe de melancolía y amor, pensó en sus padres, daría todo porque estuvieran aquí, también por Viridiana.Sus ojos se volvieron llorosos, mirò hacia el cielo por un segundo.«Te dije que algún día encontraría a alguien que me amara de verdad, no iba a conformarme con menos, ahora tu hermano, tu hijo y yo seremos felices, tía Viri, puedes descansar en paz», pensó.Miró a Ana, sonrió, una lágrima rodó por sus oj
Tres años después«Leander caminaba por una playa, observaba sus pies descalzos, hundiéndose en la playa, pero era extraño, no sentía la arena sobre sus pies.Era un precioso atardecer, la playa casi vacía, el oleaje tranquilo, era en realidad un magnífico dìa.—Hola, hermano.Casi por un segundo, Leander se quedó mirando a Lisardo, como si no lo reconociera, pero eso era imposible, ya que era idéntico a èl, como ver a un espejo, excepto por una gran sonrisa.Estaba sentado en la arena.—¿Lisardo…? ¿Esto es un sueño?Lisardo sonriò.—Si lo piensas mucho, vas a despertar —dijo con una gran sonrisa.Leander parecía temeroso, sin saber qué decir.—No tengas miedo, siéntate a mi lado. Siempre quise hablar con mi hermano, nunca pudimos hacerlo, bueno, no de esta forma.Leander le obedeció, por un instante deseó despertar, pero se sentó.—¿Me odias?La pregunta parecía sorprender a Lisardo.—¿Crees que te odio por morir? —el hombre sonriò—. No, hermano, tú piensas que yo morí porque me asesi
Elisa conducía su auto rumbo a casa, era un día cotidiano, estaba a punto de abrir su propia boutique de modas, era diseñadora.Comenzaría su negocio, estaba emocionada.Se sentía afortunada, después de todo, parecía tener buena suerte; un esposo perfecto con quien recién se había casado tras dos años de relación, un buen trabajo, y salud. ¿Qué más podía pedir a la vida?Una llamada resonó, contestó en altavoz para no perder de vista el camino.—Hola, cariño, ¿Cómo estás? —exclamó—¿Dónde estás tú, Elisa?—Voy rumbo a casa, terminé de negociar la renta del local, cariño, ¿y tú?—Elisa, ¡ven por mí! Estoy en el edificio, sube a la azotea, ¡es urgente! —exclamó con la voz cargada de angustia.—Amor, ¿sucede algo?—Elisa, solo ven rápido, aquí hablaremos, debo decirte algo muy grave.—¿Lisardo, me asustas?—Tranquila, amor, te amo, no lo olvides, solo date prisa.—Te amo, cariño, llegó pronto.Elisa colgó la llamada, condujo más apurada.Cuando llegó al edificio, ya comenzaba el atardece
Elisa estaba en una celda, gritaba y lloraba, pero nadie le hacía caso, las otras personas la miraban, pero ella estaba maltrecha, su rostro demacrado, sus ojos hundidos y rojos, no llevaba un zapato, su corazón estaba destrozado.Un guardia se acercó.—¡Por favor, le suplico, déjeme saber de mi esposo! Él está grave en un hospital.—No puede.—¡Tengo derecho a una llamada! ¿Es verdad?El hombre la miró, asintió, la dejó salir y la dirigió hacia el teléfono.Las manos de Elisa temblaban, llamó a su padre, era su único familiar, cuando él respondió y la escuchó tan alterada, prometió que iría al hospital y luego a verla.No la calmó, Elisa sabía que su padre no se preocupaba por ella o Lisardo, pero ahora era su única esperanza.Volvió a la celda, pero unos guardias interrumpieron su paso.—Esta mujer debe ir a declarar.Elisa sintió miedo. Fue llevada hasta una sala vacía.La sentaron en una silla, frente a ella había una ventana de vidrio, luego dos hombres con gestos severos entraro
Una semana después.Elisa estaba ante el juez, no había nadie a su lado, su padre jamás estaría ahí, menos después de lo que pasó.El juez dictó la sentencia. Ella escuchó con claridad.—Se declara a Elisa Expósito culpable, se les condena a siete años de prisión.Elisa dio un traspié, estuvo a punto de desmayarse, pero los guardias la llevaron de ahí con rapidez que nada supo hacer.Estaba rota por dentro, ni siquiera podía llorar.La subieron a un vehículo, y le dijeron que sería traslada a la cárcel de Montaña Blanca, no puso objeción, parecía un maniquí que era llevado de un lado a otro.Cuando llegó a ese lugar, le pareció siniestro, falto de color. No era, como en las peores películas, un lugar violento con mujeres peleando, odiándose o maldiciendo. Pero, había silencio, uno incómodo, personas que la miraban, y murmuraban, pero nadie vino a golpearla, nadie vino a insultarla.Con el tiempo, Elisa supo quién era la líder, qué cosas debía hacer para no caer en problemas, también e