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—¡Claro, Ana! No le hice daño, sé que es importante para ti.—No te creo, después de todo, eres un criminal, quiero hablar con èl.Gustavo se sintió tan triste al escucharla hablarle así.—¿Cómo estás tú, mi niña?—¿Te importa? No creo que te importe nada, porque si fuera así, ¿por qué me dejaste tener padres criminales como tú y Sonia? Quiero escuchar la voz de Piero.Gustavo fue hasta donde estaba Piero, lo tenìa atado a una silla, en pésimas condiciones, pero, a pesar de todo, Piero estaba con vida, le quitó la cinta de la boca.—¡Si gritas, ya sabes!El hombre acercò el móvil a su oreja.—Hola… —dijo la débil voz de Piero.—¡Piero! Mi amor…—¡Ana! ¡¿Ana, estás bien?! ¿Dónde estás?—Estoy bien, iré por ti, lo juro…—¡Ana, no!Gustavo apartó el teléfono y puso la cinta en la boca de Piero. Él se removía en la silla, luchaba, pero nada podía hacer, inmovilizado.—Lo ves, él está bien, yo te lo prometí.—Quiero que liberes a Piero.— haré lo que quieras, hijita, pero, quiero que venga
—¡Déjame ir, Rafael! Harán daño a Piero, necesito rescatarlo.—¡Qué tonterías! No eres una heroína, ¿no te das cuenta de que Gustavo está mal de la cabeza? ¿Sabes dónde está?Ella tragó saliva y asintió muy lentamente.—Me llamará pronto para decirme dónde encontrarlo, solo quiero que Piero esté bien.—Iremos contigo, pero también lo hará la policía, es hora de que Gustavo pague por lo que hizo. Escúchame, Ana, debes ser màs lista, ¿o quieres que èl termine ganando?Ana negó, asustada.Pronto, despertaron a Leander.Él se visitó de prisa, y Elisa abrió los ojos.—¿Todo está bien?Leander mirò a su esposa, y asintió.Besó su frente.—Volveré pronto, mi amor, duerme otro rato màs.Elisa cedió, porque en verdad tenìa mucho sueño con el embarazo, solía dormir mucho.Leander bajó y subió a un auto con Rafael.Ana iba en otro, y los guardias iban en otro; trataban de pasar desapercibidos, sin alejarse de Ana.Pronto, ella recibió esa llamada; al responder, era Gustavo.—¿Estás lista, hija?A
El rostro de Gustavo palideció, sintió un dolor en su pierna, y gritó.Ana bajó la pistola, se arrepintió al disparar, pero temió que ese hombre fuera capaz de lastimar a Piero.—¡Ana! ¿Por qué…? —exclamó el hombre, sorprendido por el ataque. —Porque no puedes ganar, eres una persona malvada, has hecho daño, es hora de pagar, incluso si eres mi padre, debes pagar.Escucharon las sirenas.Gustavo cayó al suelo, sentía el dolor y la sangre fluir. Pronto llegó también una ambulancia.Ana soltó su arma.—¡Lo siento! —dijo cuando la arrestaron, liberaron a Piero, pero todos fueron a la comisaria, excepto Gustavo, que fue al hospital.***En la comisaría.Ana relató todo lo que pasó.—Tuve mucho miedo cuando tomé la pistola, disparé por temor a que me matara, pensé que lo haría, estuve segura... —dijo Ana con la voz llena de temor y lágrimas en los ojos. El comisario le creyó, pero se ordenó el pago de una fianza que, rápidamente, Emmanuel saldó.Piero estaba perfectamente bien.Cuando Ana
Volvieron a casa. Leander intentó dormir, pero no dejaba de pensar en todo lo que pasó, su familia, su vida, todo en lo que creía se había derrumbado, y no podía hacer nada.Elisa despertó y lo observó así, lo abrazó.—Sé que estás triste, después de todo viviste mucho tiempo con esa mujer, creyendo que era tu madre. No puedo decirte algo que te dé consuelo ahora, amor, lo único que puedo decirte es que este dolor pasará.Emmanuel la abrazó.—Te tengo a ti, Elisa, y a mis bebés, es todo lo que necesito para ser fuerte, para volver a empezar si es a tu lado.Leander la besó con dulzura.Ana no podía dormir, cuando escuchó que llamaron a su puerta, corrió a abrir y era Piero. Sus miradas se encontraron y se fundieron en un largo abrazo.—¿Cómo estás?—¿Cómo estás tú? Sé que esto te tiene mal.Ana hundió la mirada, era inevitable que saber que sus padres eran asesinos. Le dolía.—Me duele, no lo negaré, mis padres son asesinos, y encima dañaron a alguien de la familia, eso me duele màs,
Una semana después.Elisa hizo una cena especial para la familia y para celebrar que en unos meses iban a tener a dos sobrinitas.Valeria le ayudó con todo, también Ana, pero ese dìa, ella firmaba su divorcio, así que también iban a celebrar su libertad.Piero llamó a Elisa, y le pidió un gran favor.Elisa estaba emocionada en ayudarlo.Ana estaba en el despacho de abogados; su futuro exesposo, insistía en que quería màs dinero, que no estaba de acuerdo.—O firmas, o no te tocará ni lo que te ofrecieron.El hombre titubeó, y al final firmó.Ana sonriò.Cuando salió de ahí era una mujer muy feliz y libre.Se lanzó a los brazos de Piero y él la besó.Su ahora exesposo la mirò con rabia, incrédulo de que ella hubiese encontrado un nuevo amor tan rápido y lo hubiese reemplazado.Maldijo en su mente, pero supo que no podía hacer nada contra eso.***Al llegar a casa, comenzó la cena; estaban muy felices.El abuelo Iván bajó para cenar con ellos, dándoles buenos ánimos a todos.Era como un s
Seis meses después.Piero esperaba al pie del altar, estaba nervioso, con una gran sonrisa, un poco burlón. La iglesia estaba repleta de amigos, conocidos, y de la familia que ahora eran.En las primeras filas estaban la abuela Paula, màs repuesta de salud, y Elisa y Valeria, vestidas de damas. Leander estaba al lado de su hermosa esposa.Rafael estaba al lado de su sobrino, que sería el padrino de la boda.Pronto, escucharon la marcha nupcial resonar, y ella entró del brazo de su abuelo. Tenía una sonrisa brillante y lucía preciosa como una novia que debe lucir.Piero sintió un golpe de melancolía y amor, pensó en sus padres, daría todo porque estuvieran aquí, también por Viridiana.Sus ojos se volvieron llorosos, mirò hacia el cielo por un segundo.«Te dije que algún día encontraría a alguien que me amara de verdad, no iba a conformarme con menos, ahora tu hermano, tu hijo y yo seremos felices, tía Viri, puedes descansar en paz», pensó.Miró a Ana, sonrió, una lágrima rodó por sus oj
Tres años después«Leander caminaba por una playa, observaba sus pies descalzos, hundiéndose en la playa, pero era extraño, no sentía la arena sobre sus pies.Era un precioso atardecer, la playa casi vacía, el oleaje tranquilo, era en realidad un magnífico dìa.—Hola, hermano.Casi por un segundo, Leander se quedó mirando a Lisardo, como si no lo reconociera, pero eso era imposible, ya que era idéntico a èl, como ver a un espejo, excepto por una gran sonrisa.Estaba sentado en la arena.—¿Lisardo…? ¿Esto es un sueño?Lisardo sonriò.—Si lo piensas mucho, vas a despertar —dijo con una gran sonrisa.Leander parecía temeroso, sin saber qué decir.—No tengas miedo, siéntate a mi lado. Siempre quise hablar con mi hermano, nunca pudimos hacerlo, bueno, no de esta forma.Leander le obedeció, por un instante deseó despertar, pero se sentó.—¿Me odias?La pregunta parecía sorprender a Lisardo.—¿Crees que te odio por morir? —el hombre sonriò—. No, hermano, tú piensas que yo morí porque me asesi
Elisa conducía su auto rumbo a casa, era un día cotidiano, estaba a punto de abrir su propia boutique de modas, era diseñadora.Comenzaría su negocio, estaba emocionada.Se sentía afortunada, después de todo, parecía tener buena suerte; un esposo perfecto con quien recién se había casado tras dos años de relación, un buen trabajo, y salud. ¿Qué más podía pedir a la vida?Una llamada resonó, contestó en altavoz para no perder de vista el camino.—Hola, cariño, ¿Cómo estás? —exclamó—¿Dónde estás tú, Elisa?—Voy rumbo a casa, terminé de negociar la renta del local, cariño, ¿y tú?—Elisa, ¡ven por mí! Estoy en el edificio, sube a la azotea, ¡es urgente! —exclamó con la voz cargada de angustia.—Amor, ¿sucede algo?—Elisa, solo ven rápido, aquí hablaremos, debo decirte algo muy grave.—¿Lisardo, me asustas?—Tranquila, amor, te amo, no lo olvides, solo date prisa.—Te amo, cariño, llegó pronto.Elisa colgó la llamada, condujo más apurada.Cuando llegó al edificio, ya comenzaba el atardece