Dentro del auto, Elisa iba en completo silencio, no se atrevía siquiera a ver a su nuevo marido.Su corazón temblaba, creía que, justo ahora, podría saber si ese hombre era el esposo que tanto amaba, o un simple desconocido.—Pronto llegaremos, finge una gran sonrisa ante todos, y si preguntan por cómo nos conocimos, diles que fue un amor reciente, a primera vista, no aceptes ser una amante.—No soy una amante —sentenció la mujer.Leander la miró de reojo.—Lo sabemos, nos queda claro que no eres nadie.El corazón de Elisa latió al ver su cara frente a ella, y escuchó su voz severa, pero no dijo nada más.Pronto llegaron a esa hacienda, era un lugar de verdad lujoso, incluso, aunque era casi a las afueras de la ciudad. Era propiedad de la familia Moctezuma.Una gran comitiva de gente ya estaba ahí, todos eran desconocidos para Elisa.Los llevaron a un salón lejano. Leander bebió un sorbo de agua; apenas llegaron, una sensación incómoda invadió a Elisa, estaba pro preguntarle por qué no
Leander terminó el beso abruptamente, su mirada hacia la mujer pasó de deseo a espanto. Intentó distanciarse, pero no pudo abandonarla.—Vamos, tenemos que saludar a los invitados. Elisa asintió sin protestar, y juntos se mezclaron con la élite, entre millonarios y políticos.—Enhorabuena, señor Moctezuma, no todos salen indemnes de un revés como el suyo. Ha reemplazado un cristal por un diamante —comentó un anciano, su mirada sobre Elisa era inapropiada. Leander apretó los dientes, conteniendo su ira.—Disfrute el espectáculo, señor Hernández, porque eso es todo lo que recibirá.Rieron juntos, pero Elisa no compartía el humor, permanecía inmóvil.«¿Quién eres tú? Lisardo nunca se habría reído de algo así. Lisardo era genuino, no un simple, adinerado, superficial y arrogante», reflexionó.—¿Asistirá a la gala de empresarios en Bahía Turquesa? Leander sonrió con confianza.—Por supuesto.—He oído que su rival estará presente. Piero González también asistirá, tenga cuidado, podría intent
Leander y Elisa iban rumbo al auto, cuando Sonia los llamó.La mujer se acercò.—¿No vas a despedirte, hijo?Leander rodó los ojos.—No me voy al fin del mundo, es solo un fin de semana, volveré pronto.—Le avisaré a tu abuelo, él no pudo venir a la fiesta, se ha sentido enfermo, pero ha dicho que cuando vuelvan, hará una cena para celebrar su matrimonio.Ana abrazó a Leander, él sonriò.—Cuídate, hermano.—Lo haré.Elisa no dijo nada, subió al asiento del copiloto cuando Leander quien le abrió la puerta. Él también subió al auto y condujo, alejándose del lugar.Ana entró en el salón, buscó a su esposo, pero al verlo bailando con otra mujer, sintió celos y rabia.«Es mi culpa, porque no he aprendido a bailar y no soy tan hermosa como todas esas mujeres», pensó.Sonia se acercó a su guardia favorito Gustavo.—¿Está feliz ahora, señora?La mujer sonrió.—Muy contenta, al fin la paz está en mi vida; mi querido Leander se ha recuperado, y será el dueño de toda la herencia Moctezuma; ahora
Elisa se asustó, se alejó enseguida, y salió de ahí.Al llegar a su alcoba, llevaba aún esa tarjeta de crédito en sus manos; la dejó sobre la mesa.Se sentó al borde de la cama, pensativa.No entendía por qué ese hombre actuaba así.«No me gusta la forma en que me siento frente a èl, ¿Qué me pasa? Debo tener cuidado. Necesito saber, ¿Quién eres Leander Moctezuma?», pensó.Al día siguiente.Elisa casi no pudo dormir. Se levantó y preparó el desayuno, observó al hombre salir de su habitación.Leander siguió el olor a buen café, mirò a la mujer, quien le señaló que el desayuno estaba listo.—¿Tú lo has hecho?—Sì.Leander le mirò extrañado, se sentó a comer.Bebió el delicioso café, pero se negó a elogiarla. No era un hombre que gustara de esas cosas. Sin embargo, esta vez quería decirlo.Se mantuvo callado por un buen tiempo.—¿Y será una cena de millonarios?Él alzó la vista y sonriò.—Algo así, no estaremos mucho tiempo, debo hacer acto de presencia, eso es todo.—Bien. Debo ir de com
Elisa mirò al hombre, estaba perpleja de verlo ahí, pero cuando recordó lo que significa ser descubierta, llevó al hombre a un lado, a escondidas.Rafael estaba sorprendido de verla ahí.—¿Elisa? ¿Sigues con la idea de hablar con Leander Moctezuma?—No solo sigo con la idea —dijo y le mostró su anillo—. Me he casado con Leander Moctezuma, averiguaré si él asesinó a mi esposo o si èl es mi esposo.—¡¿Qué estás diciendo?! —el hombre parecía confuso de sus palabras—. ¡Elisa, estás metiéndote en la boca de un lobo feroz! ¿Qué has hecho?Ella negó.—¿Usted alguna vez vio una fotografía de mi marido?El hombre titubeó, negó. No lo había hecho.Elisa abrió su cartera. Ella le mostró esa fotografía.El hombre abrió ojos tan grandes, que casi parecían salir de sus cuencas.—Pero, ¡qué significa esto?! —exclamó.—No lo sé. Solo sé que Leander Moctezuma tiene el rostro de mi esposo, ¿es mi esposo? ¿Quién es este hombre? Solo estando bajo su mismo techo, podré averiguarlo.Rafael estaba impactado.
Elisa se estremeció de temor. Salió de la habitación a toda velocidad y se llevó su ropa.Se vistió apurada, recordó vagamente algunas cosas de ayer. Pero, en lo único que podía pensar era en que ese lunar no estaba en la piel de ese hombre; en cambio, estaba reemplazado por una gran cicatriz.Las lágrimas brotaron por los ojos de Elisa, cubrió su boca y se echó a llorar cuando sus peores temores salieron a la superficie.Recordó a su esposo, recordó a Lisardo.Si cerraba los ojos, podía verlo herido, aquel trágico día.«Esa cicatriz es grande, solo he visto esa cicatriz en una persona que sufrió una cirugía a corazón abierto», pensó con ansiedad, su padre tenía una cicatriz, así, cuando en su juventud, fue operado del corazón. Entonces, una realidad se instaló en su mente.—¡Él no es Lisardo! ¿Quién es este hombre? Lisardo estaba sano, pero lo lanzaron desde una azotea, su corazón latía, estaba vivo, pero su cuerpo… ¡¿Y si el corazón que late en ese hombre es el de…?! ¡Lisardo! —excla
Elisa detuvo el beso, entraron a casa y Leander la llevó hasta la habitación.—Debes cambiarte la ropa, o puedes enfermarte.Ella asintió despacio.Intentó levantarse, pero sufrió un mareo. Leander la detuvo antes de que cayera al suelo.—¿Elisa?—Estoy bien —dijo—No me mientas. Siéntate, por favor.Ella obedeció y se sentó sobre la cama.Observó al hombre ir al cuarto de baño, escuchó el agua correr.Leander volvió minutos después y tomó su mano.—Vamos, debes darte un baño y quitarte la ropa.Ella estaba nerviosa, recordó la cicatriz que Leander tenìa en su pecho.—¿Puedes bañarte conmigo? —dijo ella tomando su mano.Leander soltó su mano de inmediato y se quedó perplejo.«Ella es alguien extraño, debo saber qué quiere de mí», pensó.—No. Por favor, báñate, y cámbiate, volveré después.Leander salió y ella no pudo detenerlo, tampoco quiso.Quería ver su cicatriz, preguntarle la razón de ella, tal vez obtendría toda la verdad.Elisa se quitó la ropa, se dio un baño caliente.Cuando L
—¡Madre! ¿Qué pasa aquí —exclamó Leander?La mujer se asustó al ver a su hijo tan enojado.—Leander, esta mujer, ha estado investigando sobre tu salud, al parecer está muy interesada en tu muerte.Los ojos de Leander se abrieron incrédulos.—¿Qué dices? —exclamóElisa se puso nerviosa.—No es verdad, solo quería saber sobre tus platillos preferidos, quería saber si tenìa alergias. Me comentaron que tu dieta era especial y solo pregunté él por qué a una empleada. Ana entró y me gritó cosas sin sentido, no entiendo por qué actúan así.Leander mirò a su madre.—Madre, no te entrometas entre mi esposa y yo, por favor, vete de aquí.—¡Hijo!La mirada de Leander se volvió severa, y la mujer tuvo que salir.Leander y Elisa quedaron a solas.—¿Por qué te interesa tanto mi salud? ¿Cuál es tu plan, Elisa?—¿Mi plan? —exclamó nerviosa—. ¿Piensas que voy a matarte?Èl sonriò.—No. Y no tengo miedo, ¿qué es lo que quieres saber de mí? ¿Por qué no me lo preguntas de frente? Creo que eres tú quien t