Finalmente lo tenía todo, el dinero, la posición, los bienes. Les arrebató todo, saldó las cuentas y no sabía porque ahora sentía ese vacío en la boca del estómago.-¡Ese condenado "sacerdote", me está haciendo dudar otra vez! - Pensó Katrhyn con rabia. Miró a su alrededor, las cortinas blancas, los vidrios transparentes, la ciudad ahí debajo bulliciosa como siempre. La gente se veía como hormigas pequeñitas y apuradas y en su mente se formó la imagen de cómo son fácilmente aplastadas por las suelas de los zapatos. Así como ella había hecho con sus enemigos y a pesar del nudo en el estómago se le dibujó un sonrisa.Un golpe en la puerta la hizo salir de sus pensamientos. - Pasa - dijo y su secretaria entró con una bandeja con café. Lo dejó sobre la pequeña mesita junto al gran sillón, como era habitual, hizo un leve gesto con la cabeza y salió. Así se manejaban sus empleados con ella, no le temían, sino que les inspiraba un profundo respeto, casi reverencial. Y se lo había ganado a ba
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