Círculos y círculos en mi espalda despojada de ropa u sabanas. Un caliente pecho debajo de mí, una mano abierta sosteniendo mi muslo, un aroma masculino que me reclamaba y un calor que reconfortaba. Eso era lo que percibía cuando desperté en los brazos firmes de Daniel. Todos nuestros miembros enredados entre sí y con las sábanas blancas revueltas hasta la mitad de nuestros cuerpos. Cerré mis ojos, saboreando su ternura, la intimidad, la fortuna de yacer a su lado de ese modo.Mi corazón aceleró su latido al recordar lo que hace un rato habíamos hecho. Volví a suspirar por lo fascinante del encuentro de dos cuerpos. Él había encendido hasta la más recóndita parte de mi ser, me había mostrado un placer que era sólo algo ficticio y místico para mí hace algunos años. Me hizo sentir una unión más allá de lo carnal, fue una intimidad que me llegaba al alma. Piel contra piel desnuda, dureza contra suavidad, corazón roto contra corazón roto. Nos hizo uno solo, y con su ternura cautivó mi co
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