La risa de Alexander era fría.Un enigma. Endorfinas viajando por sus venas y explotando con un barítono a través de su boca, como un volcán en erupción. Fuego y cenizas. Sus emociones provocaban esa reacción, pero ninguna honesta y pura, libre de intenciones distintas al flagelamiento.Se rió tan agusto como pudo, a sus anchas, pomposo... victorioso. Mis ojos eran ciegos, sin embargo, mis oídos no. Interpretaba su postura rimbombante, su rostro satisfecho de su maniobra, clasificandola como un éxito rotundo.Después de todo me permití escucharla porque con cada nota me endurecia más. Porque estaba envalentonada a causa de las palabras de Daniel Cox. Dolió mucho, sentirlo tan cerca y saberse tenerlo tan lejos, como la luna al mirarla, aquella que fue fiel seguidora de nuestras andanzas en la penumbra. Tan cerca que mis manos picaban por sentir su piel mientras mi corazón se rompía al conocer que no sería posible."Te amaré, Elie. Yo puedo hacerlo, por ti puedo hacerlo"Pero ya lo hací
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