Capítulo 38

Según mi teléfono eran las ocho de la noche, la cena estaría servida, y era mi oportunidad para ganarme el apoyo de la mencionada. No había dejado que Daniel viniera, y lo había detenido diciéndole que era muy tarde y lo mejor sería que esperara la primera hora de la mañana.

Cuando entré a la cocina todo estaba silencioso excepto por el sonido de los utensilios chocando con el plato de porcelana que ella usaba en la mesa para comer.

—Pensé que no bajarías a cenar —musitó cautelosa, como si cuidara sus palabras.

—Siento dejarte comiendo sola unos días, pero ya estoy aquí —respondí, siendo sincera en lo que a ello respecta. Siempre que no estaba papá, sólo éramos ella y yo en ésta casa. Pero recordé que seguro le venía de maravilla mi ausencia porque así Alexander se pasearía por el umbral de ida y vuelta sin ningún inconveniente.

—Siéntate, te serviré —terminó diciendo apresurada y sospechosa.

Con un suspiro me acerqué con cuidado a la mesa y tanteé hasta que encontré una de las sillas
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