Manuel se giró para volver a la cabaña y se dio de bruces con Yuma. El tupi le miraba serio, pero ya no parecía enfadado, y Manuel se sintió relajado ante su presencia. Supo que sabía todo lo que había ocurrido. Él y Cala habían seguido su conversación con el muchacho. El sigilo de aquellos seres era asombroso y estaba claro que Cala había aprendido a mostrarse tan silenciosa como ellos.—Gracias —murmuró Yuma.—No me las des, volverá —contestó Manuel—, y lo hará por mi culpa, supongo que Cala te ha dicho de dónde sale.—Sí —dijo Cala saliendo de detrás de uno de los árboles—, y la culpa es mía, no tuya.Manuel sonrió. Sabía que ella estaba allí, acompañando al tupi.—El adulto soy yo, creo.Caminaron juntos hacia la cabaña
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