Mis padres estuvieron allí, vieron cómo me trataron. Me culparon de algo que no cometí. No trataron de defenderme.—¡¿Tío Clindi, no lo hice?! ¡Por favor, créame! ¡No lo hice!—¡Quisiera salvarte, Nadin, pero no me dejas otra opción! ¡Hasta que no confieses la verdad, no sabré cómo salvarte!—¡Estoy diciendo la verdad! Padre, madre, es la verdad. Hermana, mírame, sabes bien que nunca haría algo así. ¿Por qué no me creen?Esmeralda, su hermana, le tomó la barbilla bruscamente, mirándola fijamente, enterrando en ella sus palabras venenosas.—¡Querida hermana, tu tiempo aquí terminó, tu reinado ha concluido!Cuando escuchó eso, Nadin supo que no había remedio. No importaba lo que dijera; la culparían. Su hermana le decía que «su tiempo había culminado» y Ángelo se preguntaba por qué era ella quien seguía viva. Sus padres no hacían nada para salvarla. No tenía fuerza para luchar más, no tenía más voz; estaba ronca de tanto llorar y suplicar que la escucharan. Nadie estuvo dispuesto a creer
Leer más