Me sentí tan incómoda. Tan vulnerable. No podía concebir, no podía ser madre. El sueño mayor que Amanda y yo teníamos era ser madres al mismo tiempo. No solo no podía volver a verla, tampoco podría cumplir uno de los sueños que teníamos juntas.
Las lágrimas empaparon mi cara. Frendy y Black me abrazaron. Sus palabras fueron de muy poca ayuda, porque repetía una sola cosa: “Me lo pagarán, me lo pagarán”. Era como un mantra para poder manifestar mis deseos.
Tras una lucha constante con mi cuerpo, me dormí. Caí rendida en la cama. Cuando desperté, era de tarde y el sonido de la marea del mar me calmaba mucho. Me paré y miré por la ventana. Estábamos en una casa muy hermosa. El pasillo allá abajo era espectacular.
El doctor y Black estaban hablando, pero sus sonrisas constantes me dijeron que no era sobre mí. Salí al balcón. El paisaje, la luz, el aire... Todo fue como si fuera la primera vez que salía a la luz del día. Como si fuera la primera vez que pudiera respirar un aire adecuado, después de cinco largos años de sufrimiento, tortura, maltratos y sin olvidar mi legado.
Desde la última vez que vi el mar fue cuando estaba en el muelle. Si desde ese día. Miré a los alrededores; eran conocidos. Los lugares que estaban cerca, los conocía.
Black y Frendy me vieron y subieron a encontrarme. Sonreí al verlos. Me agradaba ver que algunas personas se preocupaban por mí.
—¡Felicidades, estás completamente sana!
—Sí, Nadin, estás libre y estás con toda tu salud. ¡Puedes volver a tu vida! ¡Ya no tienes que pagar a nadie!
—¿De verdad estoy libre?
—Sí, eres libre.
¿Libertad? ¿Volver a su vida? ¿Cuándo había tenido algo igual? ¿Cuándo había tenido algo así? Todo eso se fue al desagüe desde hace cinco años.
—Estoy muy feliz por ti. ¡Eres libre ahora!
—Sí —respondí, sin ganas—. Pero desesperadamente, una sonrisa se dibujó en mi cara y repetí la misma palabra: "soy libre". Ahora podré vengarme. Black y Frendy se sorprendieron al escuchar eso.
—Wow, ¡qué rápido cambias de ser!
Me miré al espejo. Mi cara, mi figura y yo. Todo era como solo una ilusión. No tenía el mismo aspecto. No tenía la misma cara bella y reluciente de antes. Cuidaba cada centímetro de mí. En ese entonces tenía un propósito: quería lucir bonita para Ángelo Clindy. Quería impresionarlo con mi belleza, aunque no sería mujer de él.
Él amaba a mi mejor amiga, Amanda, la mujer por la que pagué cinco largos años en la cárcel por un crimen que no cometí.
—Nadin, Frendy nos llevará al centro comercial. Vamos, ¡necesitas ropa!
—¿Al centro comercial?
—Sí. No quieres ir; no te veo muy animada.
—Está bien, ¡sí iré!
No tenía dinero, no tenía nada. Nada con qué ir al centro comercial.
Me cambié y partimos hacia el centro comercial. Desde que salimos en el carro, mi cabeza no paró de estar fuera. Miraba cada cosa y veía cómo todo había cambiado. Entramos a varias tiendas; ninguna me llenó de emoción. Al contrario, como estaba Black, toda feliz.
Pero yo, ¿cuál es el motivo por el que debería ser feliz? ¿Cuál es el motivo de mi felicidad? Miraba en el vidrio de la tienda. Vi un auto, uno muy familiar, estacionado. Y el hombre que salió me congeló el cuerpo, el alma. Me congeló mi mundo, mi todo. Solo verlo me había convertido en un bloque completamente incapaz de moverme.
Incluso, en estos años se ha puesto mucho más apuesto y elegante. Su postura, su caminar, era tan elegante. Black me jaló y me indicó que me midiera algunas ropas. Para ser sincera, era más un esqueleto que una humana en ese vestido. Probé varias cosas en la tienda y salimos a otra.
Pero seguía mirando el carro. Esta vez, cuando volteé, se había ido. Por todo eso, la verdad, no estuve tan feliz. Quería verlo, aun por todos los daños que me causó, quería pasar tiempo con él. Y aún así, hablarle.
Nos fuimos y Black me arrojó una revista. Era de economía y Ángelo Clindy estaba en la portada.
—¿Y por qué me la das?
—Porque lo necesitas.
—No necesito leer nada que tenga que ver con él.
—¿Seguro?
—¡Claro!
—Eso es intrigante, como la cara que acabas de poner. Cuando lo leas, sabrás por qué esa información. Será un tesoro para ti.
Agarré la revista y comencé a ojear las páginas. Cada página me dejaba más molesta que la anterior. Hasta que llegué a una donde mis pupilas se abrieron y estallaron en un ardiente enojo. Lo leí con todo el cuidado, sin saltar una palabra. Resulta que ahora ellos son dueños del muelle donde simulan que maté a una persona. Y mi supuesta hermana es la heredera ilegítima de los Stomcling. Una farándula.
Fui donde estaba Black y le tiré la revista. Estaba enojada y sollozaba a la vez. No podía aguantar la ira que tenía. Mi alma estaba corrompida. Mi vida, mi todo. Hasta que me hice la pregunta que debí hacer desde el día que me topé con la gran desgracia.
¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué a mí? ¿Cuál era el propósito de todo esto? Salí al balcón para respirar aire fresco, lo cual no me ayudó en nada. Mi mente, mi mundo, todo estaba sin rumbo. Era una completa desconocida en un mundo ajeno. Me arrodillé y le rogué a Dios que me dijera y que me mandara una señal.
Una que pudiera identificar y saber por qué yo. No aguantaba. Yo nunca fui una asesina, nunca maté a nadie. Nunca había cometido el mínimo crimen. Pero en una cárcel pagué un infierno, humillación, maltrato. Hasta perdí lo más hermoso que me podía regalar la vida: un hijo. Un descendiente que llevara mi sangre.
Había una sábana blanca larga tendida. La recogí con toda la fuerza y salté al precipicio. Salté sin medir si me caería de mala manera, si moriría. No me importaba lo que fuese a pasar después. Solo quería desaparecer.
Quería dejar este mundo tan cruel. Un mundo donde la gente te hacía lo que le plazca y te hicieran el daño que ellos quisieran. Caí al agua; estaba fría y muy helada. Estaba envuelta en la tela blanca, profundizando en el agua.
Era el momento de soltar todas las riendas y dejar ir esta vida de miseria y sufrimiento. Cerré los ojos para pasar de esta vida lamentable a un cuerpo lleno de agua y sin respiro. A medida que profundizaba, sentía el peso del agua que me dejaba más profunda.
Cada centímetro que profundizaba me dejaba aún más fuera del mundo. Hasta que en mí algo comenzó a lucir. Un color destellado, esmeralda y un verde fluente. Mi cuerpo emitía un zumbido y corrientes que desconocía. No me asusté; hasta pensé que era una manera existencial de morir.
Los minutos pasaban; mi cuerpo seguía emitiendo el destello de luz, pero mi respiro no desaparecía. Flotaba en el agua, como si pudiera manejar cada aspecto de mi vida, como si tuviera una conexión con el agua. Las imágenes se avivaron, como si fuera a pasar en este instante.
Todo inició desde el momento de la llamada. Estaba en la cafetería, después de pagar el nuevo libro que había pedido. Recibí un mensaje de Amanda: “Encuéntrame en el muelle, estaré allí con Ricky”. Después de leer el mensaje, me mofé molesta.
A mi amado, quería la chica que quería a otro chico. Y yo, muerta de amor por él. Tan injusta era la vida. Tomé el libro, me fui a casa, y al pasar por el pasillo, mi hermana Esmeralda estaba hablando con unas personas que se marcharon en el momento que aparecí.
Ella no mostraba nada de emoción, como si hubiera hecho algo, no tenía nada sospechoso. Bajé a la cocina y estaba con doña Dulce, el ama de llaves superior de la casa. Ella me regaló una hermosa sonrisa y una taza de leche caliente. No importa la hora que fuese, podía tomar una taza de leche caliente, y eso me avivaba más.
Salí de la cocina con mi taza. Cuando me topé con Ismael, mi primo. Me saludó y, juguetón como es, me lanzó una pelota plástica. Estaba con unos amigos. Le lancé la pelota de vuelta.
Me guiñó un ojo y me dijo: “te quiero”. Me reí y subí a mi dormitorio.
Cuando llegué, había varias llamadas perdidas de Amanda. Ya era muy tarde; hasta me olvidé la cita con ella. Tenía que ayudarla con Ricky, eran de estatus muy diferente y a su padre no le agrada Ricky. Por lo que hacen, siempre estoy, sé cada secreto de mi amiga.
Cuando bajé, Ismael me detuvo.
—¿Eh, mira qué hora?
—Sí, lo sé. Tenía que verme con Dana y se me escapó eso. Me tiene loca llamando. Iré, vuelvo en un rato.
Estaba con un pantalón jeans negro, un top corto y una chaqueta de cuero negra. Mis botas hasta la rodilla. Ismael me detuvo de nuevo para darme la llave de su moto y un arma.
—Toma, sabes que eres un Stomcling y no puedes andar sin algo seguro. Tienes que estar con lo que más sabes manejar.
—Razones por las que te quiero.
Lo besé en la frente y me despedí de sus amigos. A mi espalda escuchaba a los demás decirle que me cuidara mucho.
—Ella es el tesoro de nuestra familia, hay que cuidarla.
Salí y fui al parqueo, tomé su moto y arranqué. Estaba oscuro y no temía nada en la oscuridad. Cuando llegué a la luz...
A medida que avanzaba al muelle, se hacía más oscuro. Las luces eran muy pocas. Después de cruzar debajo del puente para evitar a los guardias, entré sin hacer ruido. Cuando me estaba bajando, vi movimientos sospechosos en el muelle. Me puse nerviosa porque Amanda se encontraba en el lugar.Había hombres armados estableciéndose en el perímetro. No tuve tiempo de escribir ni hacer una llamada para advertirle. Cuando busqué con mi vista, la vi junto a Ricky; habían detectado el movimiento y se escondieron. Era evidente que tenía que encontrar una manera de sacarlos de allí.Cuando trepé bajo las rejas para entrar, una parte de mi bota topó con un metal que hizo ruido. Un hombre se acercaba y yo estaba demasiado a la vista. Él apuntó su arma caminando hacia mí. Cuando me vio, no dudó en disparar. Desde entonces, empezaron una lluvia de balas por todas partes. Lo irónico de esto es que solo un disparo provocó que todos los demás comenzaran a disparar.Dados mis cálculos, era una señal para
Ella salió al salón para desayunar tras una llamada de Black. Se sentó en la mesa, pero tenía tanta vergüenza de mirar a Frendy, que aún tenía la cara roja por el puñetazo.—Frendy, lo lamento mucho. ¡Me estás ayudando y terminé golpeándote! ¡Lo lamento mucho!—No es nada, Nadin. Y me alegraría si no tocaras el tema.Black explotó en carcajadas. Siempre fue una mujer fría, con el ceño fruncido. Muchos la llamaban "hombre en una mujer". Su fuerza y su contorno eran producto de tanto trabajo duro y de haberse forjado a sí misma.—Ustedes, por favor. Ja, ja, ja, ja, veo que ella está haciendo mucho progreso.—Black, no le eches más leña al fuego, por favor.—Ja, ja, ja, ¿qué hombre aceptaría ser golpeado por una chica en este estado? Pero me imagino lo que dirás en el hospital cuando tu lista de chicas te vea así de roja.Frendy las miró y sonrió. Black seguía riéndose. Frendy y Black se conocieron en la cárcel. Él estaba cumpliendo un servicio y ella era una paciente. Desde ese momento s
Cuando Esmeralda salió, Ángelo llamó a Flek, su asistente.—Necesito que investigues esto también. No quiero nada a medias. Quiero saber su paradero, con quién está y qué tipo de vida está viviendo.—¿Crees que es propicio hacer esto? —preguntó Flek, un poco nervioso.—Flek, has estado hablando demasiado.—Lo lamento, me ocuparé de ello.Tras salir de la oficina de Ángelo, Flek se sintió abrumado por los recuerdos del pasado. Como su prometida, había enviado recados a la cárcel a nombre de Nadin, deseando torturarla sin escrúpulos. Ella había salido antes de tiempo por buena conducta y ahora quería saber su paradero. Ángelo era su jefe, le temía, pero también le respetaba. A pesar de eso, sabía que él conocía a Nadin y no esperaba que alguien más tuviera un afecto genuino por ella.Desde joven, Nadin se había hecho cargo de la mayoría de las empresas familiares. Era una chica con un futuro brillante, inteligente y capaz, llena de vida y con un fuerte deseo de vivir. Cuando ocurrió ese
Estaba apurada por dejar ese rincón donde este bastardo me había retrasado. De pronto, sin mirar, choqué con un tipo y caí al suelo. Mientras miraba hacia abajo, vi esos zapatos de marca y sentí que su presencia encendía un fuego de miedo en mí. Era un trauma difícil de superar. En mi mente solo llegó el nombre de Ángelo, y me dio pereza levantar la mirada para verlo.No quería encontrarme con él de repente. Eso no era de mucha ayuda. Pero sentí que esa mirada se posaba en mi espalda. Mi pelo cubría mi cara, y vi cómo una mano larga, con tatuajes salvajes, se extendía ante mis ojos. Cuando me di cuenta, supe que Ángelo no tenía tatuajes en el brazo. Me sostuve de su mano y me levanté.La presencia de este hombre me hizo sentir un cosquilleo en el estómago. Un olor a peligro se apoderó de mí. Cuando finalmente enfrenté su rostro, mis ojos se encontraron con los suyos. Casi vuelvo a caer, pero presioné con fuerza contra el suelo para mantener mi postura.Tenía ojos negros, piel morena y
Me concentré en cómo podía entrar mentalmente en este edificio camuflado. Desaté la idea y decidí divertirme con mis presas. Llegué al depósito, donde el ambiente estaba podrido. El olor a sangre y a descomposición invadía el aire.Mis chicos estaban allí, cada uno interrogando salvajemente a los hombres que habían capturado. Mis leales, Pulpo y Gk, son unos salvajes corpulentos. No tienen ni una pizca de piedad. No conocen la amabilidad; son verdaderos monstruos. Pulpo es un marino, en alta mar, y hace honor a su nombre por su brusquedad y frialdad en cada misión. Gk, por otro lado, es un demonio que no conoce límites ni perdón.Al entrar, los encontré muertos de miedo. Mis hombres son orondos, lo sé, pero estos son aún peores por ir en mi contra. Nunca doy la cara; nadie me conoce. Mis hombres hacen todo el trabajo, y los resultados son de los mejores. Me siento en mi sofá, tomo un bocado de tabaco y exhalo el humo. Un sorbo de whisky me acompaña mientras espero las noticias. Siempre
Utilicé mi fuerza para apartarlo, pero me fue imposible. «Es demasiado fuerte». Me sentía acorralada por él. En un instante, sentí su aliento y un cálido sabor a menta entrar en mis labios. Los suyos eran suaves. Mi mente se quedó en blanco y mi cuerpo no recibió señal de peligro, por lo que obedeció. Los hombres volvieron a pasar y, al vernos besándonos, decidieron seguir su camino. Mis seis sentidos humanos habían desaparecido. No sabía a dónde diablos habían ido, pero no estaban aquí en este momento. Cuando finalmente separé mis labios de los suyos, sentí un vacío inmenso.Con la conciencia interrumpida, deseaba más de ese beso. «¡SINVERGÜENZA!» me reclamé a mí misma, pero luego me di cuenta de que no era nada malo. Volví a mis sentidos y me despegué de él, atónita por lo que acababa de suceder. En mi mente, finalmente vino la información adecuada: «¿Quién demonios era él? ¿Y por qué me salvó?». Estuve a punto de decírselo cuando vi un auto negro detenerse y él me dijo que subiera.
Estaba enfadada y nerviosa a la vez. ¿Quiénes eran? No tengo idea, pero acababa de enfrentarme a ellos. Les agradezco que me salvaran, pero hasta aquí llego. Por lo visto, saben más de mí que yo misma. No les daré la oportunidad de encontrarme. Me adentré más caminando hacia el mar. Cualquiera que me viera pensaría algo distinto. Mi cara ardía de ira. Todo aquel que me miraba pensaba que me iba a tirar al agua.En un momento, corrí y me bajé hasta la arena. Miré a ambos lados, para asegurarme de que no me seguían. Me senté en la arena, dejando que el agua chocara contra mis pies. Una vez relajada, me recosté en el piso, sintiéndome una con el mar y la arena. Estaba en mil mundos, pensando en ese beso. De repente, mi celular sonó, sacándome de mi mundo imaginario.—¡Nadin! ¿Dónde estás?—Abajo, en el mar.—Uff, gracias a Dios.—¿Qué pasa?—Nada, solo vi que no entraste y me preocupé.—Gracias, amiga, por preocuparte por mí.—Boba, ¿desde cuándo no me preocupo por ti? ¡Entra que tengo qu
Soy un hombre amante de la limpieza. Me quito la chaqueta, pero no dejo de pensar en ella. Esos labios, ¡oh Dios! Qué textura. He probado numerosos labios, pero ella tiene un sabor distinto. La verdad, no quería despegarme de esos labios. Lo hice porque debía controlarme. Tomo la chaqueta y su olor me invade; es dulce y suave.Una mujer exquisita. Quiero volver a verla. Pero no entiendo por qué me confundió con uno de los hombres de los Clindy. Eso me enojó y tiré la chaqueta, metiéndome al baño. Salí cuando me sentía limpio, pero mi cuerpo seguía sudoroso. Esa chica me saca de mis cabales.Me pongo mi bóxer, tomo mi laptop y verifico varios correos. Luego, hago una videollamada con uno de mis hombres en Atlanta. Confirmo cómo va todo y que el contrato salió firmado. Unos billones estarán listos el mes entrante. Eso es un buen punto. Me recuesto y mi timbre suena. Me pongo mi bata y presiono en la tablet el botón del ascensor que lo trae directo. Es uno de mis hombres.—¿Alejandro, est