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capitulo 7 Vergüenza ajena

Ella salió al salón para desayunar tras una llamada de Black. Se sentó en la mesa, pero tenía tanta vergüenza de mirar a Frendy, que aún tenía la cara roja por el puñetazo.

—Frendy, lo lamento mucho. ¡Me estás ayudando y terminé golpeándote! ¡Lo lamento mucho!

—No es nada, Nadin. Y me alegraría si no tocaras el tema.

Black explotó en carcajadas. Siempre fue una mujer fría, con el ceño fruncido. Muchos la llamaban "hombre en una mujer". Su fuerza y su contorno eran producto de tanto trabajo duro y de haberse forjado a sí misma.

—Ustedes, por favor. Ja, ja, ja, ja, veo que ella está haciendo mucho progreso.

—Black, no le eches más leña al fuego, por favor.

—Ja, ja, ja, ¿qué hombre aceptaría ser golpeado por una chica en este estado? Pero me imagino lo que dirás en el hospital cuando tu lista de chicas te vea así de roja.

Frendy las miró y sonrió. Black seguía riéndose. Frendy y Black se conocieron en la cárcel. Él estaba cumpliendo un servicio y ella era una paciente. Desde ese momento se convirtieron en mejores amigos: él como doctor y ella como una criminal condenada.

Nadin salía muy poco; si lo hacía, solo era para correr por la playa, ejercitarse y comer. No importaba cuánto intentaran Frendy y Black hacer que saliera de la casa, ella no podía. Se sentía aún no lista.

—¿Hasta cuándo estarás encerrada preparándote?

—Hasta el momento en que esté lista. —Seguía diciéndose eso mientras entrenaba con puños de hierro en un palo. Sus manos le sangraban, pero ella no paraba. Cuanto más dolor sentía, más rabia encontraba para entrenar y pensar en los Clindy, en una persona en especial: Ángelo Clindy.

En ese mismo momento, en la playa, un hombre caminaba al lado de una chica de pasos pequeños. El hombre tenía una presencia deslumbrante; sus rasgos potentes y afirmativos decían por sí mismos que trabajaba cada rincón de su cuerpo. Era guapo y sexy, emitía una vibración electrizante cuando fijaba sus ojos en algo. Sus ojos se plantaron sobre Nadin, que aún golpeaba fuerte en el patio. Sus oídos pudieron seguir el ruido de los puños.

Miró y buscó la dirección de donde provenían esos ruidos y sonidos de una mujer que le resultaba interesante. Buscó hasta encontrar, en un balcón, a una mujer que lanzaba fuertes puñetazos a un palo. Podía oler la esencia de la sangre que fluía en sus manos y cómo ella se tensaba con cada golpe que lanzaba.

Uno de sus guardias se acercó a él.

—Jefe, la zona está despejada, puedes caminar sin ningún problema. No hay gente siguiéndonos.

Tras escuchar al hombre, él no habló, solo movió la cabeza. Su guardaespaldas conocía a su jefe, un hombre temible y frío; no emitía una orden dos veces. Por esa razón, sus hombres eran de la primera línea, entrenados por el ejército ruso.

Se detuvo, y su asistente personal se acercó. Si él se detenía, algo querría, y nadie se atrevería a hacerlo esperar. Pero cuando vio que sus ojos estaban fijos en el edificio, él también se quedó mirando. Por más que mirara, no podía ver nada, ni oír lo que él escuchaba ni ver lo que él estaba viendo. Una sonrisa se dibujó en sus labios y movió la cabeza.

Su asistente lo miró desconcertado; su jefe sonreía muy rara vez, era tan raro que lo apodaban "Mister Satán". Era frío y no sonreía con nadie, la única persona capaz de conseguir una sonrisa de él era su madre y su hermana pequeña, Sindy. Ese hombre era Jerder Klon, un hombre cuyo poder, bajo la sombra, era siete veces mayor que los Clindy. En caso de que los Clindy fueran lo más potente de todo el mundo y la ciudad de City Orlens.

Jerder Klen, un heredero bajo la sombra, sin dar a conocer su verdadera identidad, era conocido como "J.K.". Nadie conocía su verdadera identidad, solo los Clindy, quienes derrotaron a su padre y se adueñaron de todas sus fortunas. En este momento, Jerder solo era un muchacho en la escuela; se prometió a sí mismo llevar a los Clindy y sus aliados hasta el inframundo sin vuelta a la vida.

Tras esa promesa, operaba bajo la sombra, ganando todos los territorios posibles y adueñándose de la inmensa fortuna. Los Clindy tenían tierra y la mayor corporación de bienes y edificios de toda City Orlens. Jerder era su mayor inversionista y no lo conocían. Tras investigar quién era el que inyectó una suma enorme de dinero en sus proyectos, siendo el accionista mayor, no podía esperar.

Jerder volvió a City Orlens no para ver la ciudad, sino para observar cómo estaban las cosas en City Orlens, un imperio solo con los apodados Clindy desde la entrada hasta la salida. Estaba para quedarse y hacer pagar a quienes los dejaron sin su jefe de familia, o quienes llevaron a su madre a un coma definitivo. Se volvió un hombre temible y frío solo para cobrar por lo que le hicieron.

Ángelo Clindy estaba sentado en su oficina cuando su asistente entró y le informó sobre su investigación.

—Señor, no encontramos nada.

Él lo miró, con los ceños fruncidos, al ver la incompetencia de sus hombres. Su mirada fría y distante, su cara cuadrada, decía mucho de lo que la gente podía interpretar. Su mirada aguda era difícil de descifrar.

—Así que no pudieron saber quién es J.K.

—Señor, esta persona no deja ningún rastro, tampoco algo que podamos sospechar sobre quién es. ¡Como si solo fuera un fantasma o rey de la sombra!

—Oh, entiendo. Puedes irte.

Una orden en seco, que solo se escuchaba ronca y profunda, daba miedo. En ese instante entró Esmeralda con una carpeta en la mano y con una preocupación que la dejaba muy angustiada.

—Ángelo, ella ya salió hace más de cuatro meses. ¿Cuándo pretendías informarme de eso?

Él la miró y su mirada fría la hacía estremecerse y bajar la mirada, pero en esta ocasión su sangre ardía en rabia. La hermana que ella había incriminado y destruido había salido de la cárcel antes de tiempo; solo pagó cinco años por buena conducta. Ahora que estaba fuera y no había llamado a su casa, tampoco aparecía en ningún lugar, eso la preocupaba mucho más.

—¿Y por qué estás tan tensa?

Una pregunta que le sonó tan profunda que recobró la compostura. Ángelo no sabía nada, no sabía si ella era quien estaba detrás de todo esto.

—Ella salió hace cuatro meses, nadie conoce su paradero y tampoco ha comunicado con nadie, eso no es motivo de preocupación.

—¿Si fueras tú, buscarías a algunas personas?

—Claro, buscaría con quién ponerme en contacto y hacerle saber.

—¿Lo harías, cuando todo en tu familia y amigos te abandonaron?

Ella no respondió, se quedó mirándolo petrificada y sin emociones, como si a él nada le importara. Si ella salía ahora, estaba en busca de venganza.

—Pero ella era un peligro, no la quiero cerca. Ya que salió y no se ha vuelto a presentar, eso es algo bueno. Que inicie una nueva vida lejos de nosotros y viva en su humildad.

—¿Tienes miedo de que me busque?

Ella se quedó helada; nunca esperaba una pregunta como esta. Antes, él estaba enamorado de Amanda. Nadin era el amor platónico nunca correspondido por él. No podía negar que sentía atracción hacia ella, le gustaba cómo era y cómo llevaba todo a pesar de ser la hija menor de los Stomcling. Pero un giro inesperado cambió todo. Su hermana Esmeralda se apoderó de todo, mostrando al mundo que tenía la intención de obtenerlo todo mucho antes.

—Ángelo, por favor. Ella nunca vendría donde ti. Aunque eres la única persona a la que ella vendría, sería a ti, para vengarse, fuiste quien la trató peor.

—¿Cómo estás tan segura de eso?

Esmeralda se enfadó, tras pensar en esa posibilidad, de que ella podría volver y recuperar todo lo que tenía antes, incluso su prometido Ángelo Clindy, el hombre que ella amó secretamente después de traicionar a su hermana. No dudó en declarar su amor por aquel hombre. Sus familias estaban unidas y en buen término, por lo que no fue difícil establecer el matrimonio entre ambos.

Esa idea nunca fue la de Ángelo, porque no quería que nadie más reemplazara su corazón. Él amaba a Amanda, y a la mujer que no quería corresponder su amor unilateral, la mujer que le hacía frente y le decía todo sin importar qué. Se enfrentaba a él y nunca quiso verla con otro hombre, aunque no podía tenerla.

Esmeralda se enfureció y se puso histérica al saber que Nadin podía volver para vengarse de todo lo que le hicieron. Pero pensó un poco y añadió:

“Es una pequeña hormiga, con quien se podia juntar para conseguir una venganza. Pequeña zorra, no te daré la oportunidad de arrebatarme nada de nuevo. Ahora soy la heredera legítima de todo Stomcling; no hay nada para ti, Nadin Stomcling. No me arrepiento de haber hecho lo que hice. Y sin dudarlo, volvería a hacerte daño hasta matarte para conseguir todo lo que siempre me gustó”.

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