Inicio / Romance / Claverio / capitulo 1
capitulo 1

Mis padres estuvieron allí, vieron cómo me trataron. Me culparon de algo que no cometí. No trataron de defenderme.

—¡¿Tío Clindi, no lo hice?! ¡Por favor, créame! ¡No lo hice!

—¡Quisiera salvarte, Nadin, pero no me dejas otra opción! ¡Hasta que no confieses la verdad, no sabré cómo salvarte!

—¡Estoy diciendo la verdad! Padre, madre, es la verdad. Hermana, mírame, sabes bien que nunca haría algo así. ¿Por qué no me creen?

Esmeralda, su hermana, le tomó la barbilla bruscamente, mirándola fijamente, enterrando en ella sus palabras venenosas.

—¡Querida hermana, tu tiempo aquí terminó, tu reinado ha concluido!

Cuando escuchó eso, Nadin supo que no había remedio. No importaba lo que dijera; la culparían. Su hermana le decía que «su tiempo había culminado» y Ángelo se preguntaba por qué era ella quien seguía viva. Sus padres no hacían nada para salvarla. No tenía fuerza para luchar más, no tenía más voz; estaba ronca de tanto llorar y suplicar que la escucharan. Nadie estuvo dispuesto a creer que era inocente. No había remedio; no tenía caso luchar más con ellos.

Don Clindi levantó la mano, y unos policías la tomaron de los brazos, como si fuera basura sin importancia. La arrastraron fuera. Antes de salir, Nadin miró fijamente la cara de Ángelo, quien la observaba salir del lugar. El lugar que pisaría por última vez. No se despidió, tal como ellos hicieron con ella. Su hermana sostenía una mirada de sospecha. Nadin grabó en su memoria la cara de sus padres al salir, y uno en particular, el de Don Clindi, y Ángelo. Fue tirada en la parte trasera del coche, y la cerraron.

Nadin Stomcling

A pocos momentos llegamos a una comisaría. Me encerraron de inmediato al llegar. Había otras chicas en la prisión, en la celda donde estuve; me miraban raro. No les presté atención porque no estaba de humor para hacer amigos en la situación en la que me encontraba.

Narrador

No podía creer que la abandonaron así. Las personas en las que siempre confió la dejaron sola a su suerte. Su padre y madre estuvieron allí, pero decidieron no intervenir. Ellos también la acusaron. En su cabeza se repetían las balas que sonaban en las varillas en el muelle. No había tiempo de ver quién disparaba porque era una lluvia de balas.

Cada vez que intentaba recordar cada fragmento de lo que pasó, un fuerte dolor de cabeza la envolvía. Se enfadaba y empezaba a llorar más y más. La noche fue eterna. En la mañana, una policía mujer la agarró del moño bruscamente para que despertara.

—¡Aún tienes deseos de dormir, “Asesina”!

—¡No soy una asesina! ¡No maté a nadie!

—¡Espero que puedas seguir diciendo eso frente al juez!

—¡No soy una asesina!

Se repetía esa frase constantemente: «No soy una asesina»... «No soy una asesina». Después de un momento, le tiraron una ropa para que se cambiara. Miró a la policía y le preguntó si eso significaba su libertad.

—Irás a la corte, niña. Con tanto dinero, aun así, no te puedes salvar. Pero por lo que veo, tú no le importas a tu familia.

Escuchando esas palabras tan lastimosas, no respondió. Un río de lágrimas comenzó a brotar de sus ojos hundidos, apagados como un bombillo sin energía. Las cosas se habían salido de lugar; ni siquiera tenía un abogado. No solo estaba a su suerte, estaba completamente abandonada.

Después de cambiarse, amarró su cabello en una sola cola, aun en este último momento en que podía ver la cara de quienes la rodearon durante tanto tiempo. La dejaron sola, como una persona que nunca existió. Una mujer tocó la varilla de su celda.

—¿Estás lista, Nadin Stomcling?

Ella la miró un segundo antes de responder. Esa llamada de la mujer significaba una sola cosa: su momento había llegado. Había llegado el momento de que le dictaran el veredicto final. Sin que supieran nada. Sin que supieran la verdad. Sin tener la oportunidad de expresar lo que pasó esa noche.

La reja se abrió en dos; ella salió. No bajó la cabeza, no era culpable. Y aferraría esa palabra hasta el final. Era un Stomcling, y un Stomcling nunca baja la cabeza. Aun frente a la muerte, mantendría la cabeza en alto. Eso es lo que ella aún creía: que era un Stomcling.

Cuando llegaron a la puerta principal, se abrió y pudo ver una luz blanca que opacaba su mirada. Tras estar una noche y un día encerrada, no tenía noción del tiempo. Era caluroso y frío a la vez. No sabía absolutamente nada. No la esposaron; alguien la guió hasta su asiento. Mientras pasaba por el pasillo, pudo ver la cara de su padre, su madre, su hermana y algunos amigos. ¿Sería que ellos alguna vez lo fueron? ¿Sería que esos padres alguna vez lo fueron?

La cara de Ángelo no mostraba nada de compasión; tenía las cejas fruncidas y una mirada penetrante que decía claramente su determinación. No estaba dispuesto a escuchar, tampoco a aceptar el hecho de que ella aún estaba viva, y no su amada Amanda. Todas las miradas se centraron en ella. Estaba acostumbrada a ser el centro de atención. Estaba acostumbrada a ser mirada o ignorada, solo por ser un Stomcling. Todos les temían a los Stomcling por ser los segundos más poderosos. Eso es lo que al menos creía ella.

Fielmente confiada en sí misma, nunca, nunca diría algo que la incriminaría. No daría pie a ser condenada injustamente. No dejaría que la culparan por algo que no cometió. El juez entra: Octavio Sprikler, un juez de la suprema corte. Claro que eso era lo que los Clindi no podían comprar. Aun viendo que estaba condenada, seguía firmemente de pie; no bajaría la cabeza. No podía admitir que era culpable. Ella no fue la que la mató.

No tenía quien la representara; ella sería su propia abogada. No tenía quien luchara por ella. Estaba sola y tenía que luchar para salir de esta jaula de leones. Inició la sección de preguntas. Todo lo que ella respondía, la culpa le recaía encima. No tenía un abogado; ella era su propio abogado. Como estos leones listos para devorar a una simple oveja, tenía que mantener una postura firme.

Algo con qué mantenerse de pie. Y aun firme ante esta tormenta.

—¡Nadin Stomcling, te declaras culpable del asesinato a sangre fría de tu acompañante en el muelle! La fallecida Amanda, que en paz descanse.

—¡No!

Y todo en el público comenzó a murmurar. «Ella se declaró inocente»... «Ella no acepta su culpa». ¿Qué sabían ellos? ¿Cómo podían culparla sin saber la historia realmente? ¿Qué derechos tenían ellos?

—¡Toda la evidencia recae sobre usted, señorita! ¿Aún quiere negarlo?

—¿Cuáles evidencias, si señoría?

—¡El arma, las llamadas telefónicas!

—¡Esa arma no es mía!

—¡Señorita, su caso es tan complicado que nadie la acepta!

—¡Nadie aceptaría un caso donde el incriminado venga de un Stomcling, más si es incriminado por un Clindi!

Esas palabras la hundieron; esa verdad la llevó a la celda más peligrosa de todo City Orlens.

—¿Señorita, no teme ser condenada a cadena perpetua?

—¡Yo no la maté!

Una línea de lágrimas decoró su hermosa cara redonda. Una línea de lágrimas que significaba su inocencia, que no sería escuchada por ellos. Se volvió hacia el público y gritó en voz alta, con toda la fuerza que le quedaba.

—¡Yo no la maté! ¡Tienen que creerme! ¡Yo no la maté, no haría algo así!

—¿Piensas que te creeremos cuando el arma que usaste tiene tus huellas? —dijo Ángelo mirándola fríamente.

—¡No, la maté! Fui incriminada, ¡no la maté!

—¡De acuerdo al artículo 176.8 del código penal, quedas sospechosa implicada en el asesinato de Amanda! La sentencia que debes cumplir en la penitenciaría de City Orlens: diez años —dijo el juez, sin escuchar más.

Diez años tras las rejas. Diez años pagando un crimen que no cometió. Ella volteó a mirar las caras que la observaban, buscando un poco de compasión entre todos los presentes. Fue solo un destello. En la cara de Ángelo solo había una sonrisa de triunfo; en la de su familia, ni siquiera una emoción. Fue solo la sentencia de una cualquiera. Un don nadie.

El policía la arrastró y la encaminó. Mientras caminaba, grabó cada segundo de cada cara que la observaba. Cada una de ellas nunca sería borrada de su memoria. Esa injusticia no debía quedar impune.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo