¿Ella, mi mate? ¡Jamás!
¿Ella, mi mate? ¡Jamás!
Por: Merfevi
PRÓLOGO

—Me rehúso a aceptarlo. No voy a permitir que ninguno de mis hijos tenga como compañera a una bruja como ella. —gritó el Sr. Wolf. Estaba furioso ya que se había enterado de que la diosa de la luna había otorgado como compañera a su hijo mayor una bruja y no cualquier bruja, sino la hija de Helios el dios del Sol. 

—No puedes interponerte ante el destino. —refutó la Sra. Wolf. 

—Claro que lo haré, no pienso quedarme de brazos cruzados, mientras que mi hijo es sentenciado a una vida miserable ante una bruja. Eso es antinatural, en estos momentos voy a exigir que escoja una nueva compañera para mi hijo. —El Sr. Wolf se convirtió en lobo, un hermoso y gran lobo blanco, sus ojos se iluminaron de color rojo y se introdujo en el bosque. 

Empezó a correr sin descanso, esta noche la diosa de la luna estaría en la tierra y él tenía que aprovechar para exigir una nueva compañera para su hijo. 

Regresó a su forma de hombre y se presentó ante la diosa, pero ella ya hablaba con alguien más. Era Helios, el dios del sol. 

—¿Ves? no soy el único conforme con esa unión. —habló al ver al Sr. Wolf. 

—¿Tu también quieres que se deshaga esa unión? —preguntó la diosa de la Luna. 

—Claro que sí, lo que has hecho es una abominación. 

—Es una aversión. —afirmó Helios

—No puedo hacer nada por ustedes, sus hijos están destinados para estar juntos. 

—¡Es una locura! Te exigimos el rompimiento de esa unión. No dejaré que mi hija, una de bruja con poderes espectaculares, hermosa, única entre todas las diosas, sea la esposa de un simple perro, ella merece algo mejor. 

—¡Mi hijo no es un perro! Un día será un Alpha, el más grande de la tierra quién dominará este mundo prodigioso y necesita a una mujer valiente, fuerte y sabia a su lado y no hechicera. Además los hombres lobos tenemos el arte de enamorar a cualquier mujer, podríamos tener la que quisiéramos. 

Los dos hombres empezaron a pelearse, ninguno de los dos estaba conforme con esa unión. 

—¡Baaaaasta! —gritó la diosa de la luna—. Nadie tiene el poder para romper una unión, mis órdenes vienen del Dios supremo y sus decisiones son irrebatibles. Pero al parecer ninguno de los quiere aceptar el destino de sus hijos, así que recibirán un castigo, ustedes y sus reinos. 

—¿De qué estás hablando? —inquirió Helios. 

—El destino es inquebrantable y nadie puede romperlo y mucho menos intentar destruirlo. —La diosa se dirigió hacia Helios —Tú hija morirá esta noche y va a reencarnar en una humana, en otra época, otro año, otro siglo. Nunca sabrás de ella hasta que la veas casada con el hombre lobo. Tu reino sufrirá su ausencia y la llorarán por años, no habrá alegría en tu corazón hasta que la vuelvas a encontrar, pero nunca podrás regresar a los cielos, ella pertenece a la tierra junto a su esposo. 

—Eso es injusto —reclamó Helios—. ¿Qué castigo recibirá el hombre lobo? No fui el único en estar en desacuerdo. 

—Según las leyes de la luna cuando un hombre lobo encuentra a su compañera, sus corazones se reconocen, el amor es mutuo, pero eso no pasará con tu hijo, pasará años en soledad, sin encontrar a su compañera y cuando por fin lo haga, cuando su corazón encuentre su destino no será correspondido, deberá pelear, luchar hasta conseguir que su compañera lo amé.

—Pero, ¿si ella será humana? eso significa… 

—Que cualquier hombre sobre la tierra podrá pelear su corazón y ella podrá elegir. Pero si su corazón no llega a amarlo, tu hijo no lo soportará y su vida se hará corta. Tu reino no será el mismo, tendrán que ocultarse de los humanos, serán despreciados y todos les temerán. Tu vida será corta y no podrás ver la gloria de tu reino. 

»Porque cuando la hija de Helios encuentre el verdadero amor, su poder va expandirse por todo el universo, el cielo y la tierra se unirán y podrán conquistar nuevos mundos. El dueño de su corazón tendrá un poder inigualable y nadie podrá derrotarlo. Ahora ¡salgan de mi presencia! 

Los dos seres salieron de la presencia de la diosa de la Luna. Ambos solo vieron sus caras y cada quien regresó a su reino. Helios hacia las nubes y el Sr. Wolf hacia los bosques. 

Ellos conocían su destino, y ahora sabían que no podían cambiarlo y mucho menos destruirlo. Ahora por su atrevimiento sus reinos estaban sentenciados, solo quedaba esperar y que el presagio de la diosa de la luna no se cumpliera. Pero sus esperanzas terminaron cuando se enteró que la hija de Helios había muerto. Ahí supo que no había vuelta atrás y que su hijo tendría que buscar a su compañera y enamorarla, para que el mundo fantástico que conocían regresara a la normalidad. 

—Mamá, ¿el hombre lobo ya encontró a su compañera? ¿Logró enamorarla? 

—No, lo sé. Pero estoy segura que cuando él la encuentre, hará todo para enamorarla. 

—Yo quisiera enamorarme de un hombre lobo. 

—Mi vida, esta es solo una historia, los hombres lobos, las diosas o brujas no existen. Son solo historias que la familia ha contado de siglo en siglo.   

—¿Quién te contó esa historia? 

—Lo hizo tu abuela y a ella se lo contó su madre y así de generación en generación hemos repetido esta historia a nuestras hijas y por eso en esta ocasión decidí que era momento de que la conocieras. 

—Es una lástima que no existan los hombre lobo. Yo me casaría con uno de ellos. 

—Mi niña, tú tendrás un príncipe a tu lado. Ahora ya es momento de dormir. 

—Está bien mamá. Feliz noche. 

—¡Feliz noche Circe! 

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