CIRCE
—¡Permiso!, ¡permiso! ¡señora, muévase! —grité. Iba tarde a mi primer día de trabajo y todo me estaba yendo mal, así es que iniciaba el día y ya todo estaba en mi contra. Mi alarma nunca sonó, a mitad de mi baño el agua caliente se acabó y tuve que terminar con agua fría. «Odiaba el agua fría».
Para continuar con mi mala suerte, se rompió el tacón de uno de mis zapatos, así que tuve que ponerme zapatillas, corrí para tomar el bus, pero a la escuela cerca de mi casa se le había ocurrido tener un desfile con esas criaturas gritonas y chillonas que le llaman niños. Así que estaba empujando a todo el que se me atravesara en el camino.
Al salir de esa marea de gente, corrí hacia la parada y al parecer el cielo se había empezado a compadecer de mí, ya que alcancé el bus, pero canté victoria desde muy temprano, todos los sillones estaban ocupados, así que tuve que ir de pie.
Miré mi reloj, si el bus no tenía algún percance llegaría a tiempo. Era un desastre de mujer, por eso era que los hombres siempre me abandonan, siempre estaba distraída y al parecer todos los dioses y seres sobrenaturales del universo estaban en mi contra, ya que las cosas siempre salían peor de lo que me proponía.
Al fin llegué a mi nuevo lugar de trabajo, Wolf’s Company, un consorcio de cadenas de hoteles y casinos del país. Cuando Ada me mencionó que había encontrado trabajo para mí, esperaba algo más importante, tal vez en el área comercial o de informática.
—¿Qué es lo que traes puesto? —Cuestionó mi amiga al verme.
—Es el uniforme.
—No, ese no es el uniforme.
—Bueno tal vez, le bajé un poco a la falda y la camisa un poco sudada, pero se me hizo tarde y tuve que correr.
—Circe, nunca puedes dejar de ser tu. No he conocido a una mujer con más mala suerte pero como soy tu mejor amiga, estaba preparada, en mi casillero tengo otra blusa para que te la cambies, en esta empresa la presentación es lo más importante.
—Nadie va a notar mi presencia en el sótano.
—No importa, si estás en el sótano o en la planta más alta, aquí siempre debes verte presentable.
Estudié muchos años como ingeniera en sistemas y terminé como ayudante de seguridad, pasaría todo el día en el sótano, viendo las cámaras de seguridad.
Sonaba aburrido, lo sé, pero a estar en mi casa acostada en medio de la sala en desesperación, esto podía ser aburrido, quién sabe que podrías encontrar en el estacionamiento de una empresa.
Entramos al gran edificio, marcamos nuestra entrada y fuimos directo a los casilleros. Mi amiga estaba muy bien vestida, teníamos el mismo uniforme pero el de ella está muy bien planchado, sus cabellos bien peinados, su cara maquillada y tacones altos. Ella era secretaria en el área ejecutiva, así que siempre estaba cerca de los jefes.
Así que no entendía por qué tenía que verme igual que ella, si a mí nadie me vería.
—Este será el tuyo. —señaló el casillero mi amiga al lado del suyo. Esto me recordó a la escuela —. Quítate esa camisa, tú olor se siente a cien metros a la redonda.
Obedecí a mi amiga y me apresuré a cambiarme, antes que ingresara alguien más. Guardé la camisa sudada en mi casillero y lo aseguré. Mi amiga me regaló un poco de desodorante y arreglo mi cabello.
—Gracias, amiga, no solo por la camisa, por este trabajo y tu apoyo. —Me acerqué y le di un abrazo.
—Te quiero amiga. Pero por favor arregla esa falda, mañana te espero con tacones y bien peinada y procura levantarte más temprano. Sé que este no es el trabajo que esperabas, pero creo que ya es algo.
—Es mucho para mí, gracias por recomendarme y prometo que mañana pondré mayor empeño en mi arreglo personal. —Me despedí de mi amiga y me dirigí al sótano. Ada me había explicado en dónde se ubicaba y lo que tenía que hacer.
Llegué a una pequeña habitación, allí se encontraba varias pantallas en donde podía visualizar varias áreas de la empresa, estacionamiento, entrada y el salón de eventos.
Tomé la enorme silla y me senté, al menos si estaba cómoda. Iba a pasar muchas horas acá sentada.
Empecé a revisar todo, computadora, teclado y enumerar cada una de las cámaras. A pesar de ser una persona distraída, era muy organizada y cuando estaba en algún trabajo me gustaba hacerlo bien.
Las horas pasaron y nada emocionante ocurría; solo autos elegantes que se estacionaban, personas que bajaban y tomaban el ascensor. Vi mi reloj, era hora de una merienda y recordé que mi dinero lo había dejado en mi blusa.
«Solo serán cinco minutos» pensé. Tenía que ir por dinero y después ordenaría algo a domicilio. Se suponía que no podía dejar mi área de trabajo, pero ¿qué podía pasar en cinco minutos? Nada, en este lugar no pasaba nada emocionante.
Caminé de prisa para llegar a mi casillero, pero antes de lograrlo noté algo raro. Un hombre estaba en el mismo lugar, en sus manos tenía una blusa y pasaba su nariz por ella. Miré de manera detenida ¡Era mi blusa! Pero ¿qué le pasaba?
—¡Oye, deja eso! —ordené. Él me miró, sus ojos era de color rojo, un rojo muy brillante. Caminé hacia él, le arranqué mi blusa y la metí de nuevo a mi casillero.
—¿Eso es suyo? —preguntó. Vi de nuevo sus ojos, el color rojo ya no estaba.
—Claro que es mío y usted está cometiendo un delito —exclamé.
El tipo se acercó de manera lenta, hasta arrinconar entre los casilleros y él. No estaba nada mal, si lo veías así de cerca, era muy guapo, pero sus actitudes eran demasiado extrañas.
«¡Dios! Porque siempre me tocaba chocarme con tipos estúpidos»
Llevó su nariz hasta mi cuello, sentí el olor de su loción, se notaba que era muy cara y varonil. ¿Qué estaba haciendo? ¿Cómo podía permitir que este imbécil se acercara tanto? Lo empujé de un solo. Levanté mi mano y la estampé en su rostro. Giró su rostro debido a mi golpe y después regresó su mirada a mí.
—Eres un pervertido, idiota e imbécil, ¿que te crees? Daré la queja a tus jefes y que te despidan de inmediato. —amenacé.
Solo rio de manera sarcástica, se dio media vuelta y se fue. No sin antes darme una última mirada de arriba a abajo.
«¡Maldito pervertido!». Que ni pensara que esto se iba a quedar así.
¿Quién era ese tipo? ¿Y cómo había abierto mi casillero?
Entonces me di cuenta, el candado estaba roto. No podía pasarme esto en el primer día de trabajo. Este imbécil había roto mi candado y ultrajado mi ropa.
—¡Circe! —escuché un grito—¡Circe!
Corrí hacia mi lugar de trabajo y un tipo gordo estaba parado en la puerta. Ese tipo desagradable era el jefe de seguridad.
—Disculpe, señor es que…
—¡Regla número uno: no se deja el puesto de trabajo!
—Perdone, solo fue un par de minutos.
—Minutos en los cuales alguien pudo robar un auto.
—Es que necesitaba comer algo y fui por mi dinero.
—Si quiere comer, pida a la cafetería de la empresa, ellos se lo traen y si no tiene para pagarlo, ellos llevan un registro y lo descuentan de su sueldo.
—No lo sabía —dije con vergüenza.
—Regrese a su lugar y más le vale que no vuelva a salir. Su horario termina a las seis, viene un nuevo empleado y toma su lugar. ¿Entendido?
—Si, señor. Le prometo que no pasará.
Regresé a mi silla y bufé. «¡Paciencia Circe! No puedes decepcionar a tu amiga»
Puse mi mano sobre mi mejilla y el codo sobre la mesa. Apenas eran las diez de la mañana y ya tenía sueño. Increíble.
Cerré mis ojos y la cara del pervertido vino a mente. Era guapo, muy guapo, recordaba sus ojos de color rojo, eso era algo inusual; sin embargo, no dejaba de ser un depravado.
—¿Qué tal tu primer día de trabajo? —preguntó Ada. La jornada había terminado y mi amiga me acompañaba hacia la parada del autobús. —Normal, en una pequeña habitación de vigilancia no puede pasar mucho. Pero eso sí, necesito poner una queja, hay un pervertido que rompió el candado de mi casillero y quiso robarse mi blusa. —¿Quéééé?, ¿cómo que un pervertido? Eso no suena bien, dime como era para encontrarlo. —Era muy guapo, mentón y nariz perfecta—¡Circe! —Okey, pero es la verdad; sin embargo, lo que llamó mi atención fueron sus ojos rojos. Ese color no es muy común. —Ese color de ojos ni siquiera existe, Circe, ¿estás segura de lo que viste? —Muy segura, no tengo idea de quién se trate, pero ese tipo me dejó muy nerviosa. Lo bueno es que recibió un buen golpe, espero que con eso no se vuelva a atrever a registrar mi casillero. Voy a buscar su imágen en las grabaciones de las cámaras de seguridad y cuando tenga la imagen te la enseño, tal vez tú lo conozcas. —Si se te vuelve a
—Mmmmm vas mejorando amiga —dijo Ada al verme—. Los tacones te quedan muy bien, la falda —giró a mi alrededor—...es aceptable. Tu maquillaje no está mal y tu olor—se acercó y pasó su nariz por mis hombros—, deberías usar un desodorante más fuerte. —No entiendo por qué tanta elegancia para una mujer que está encerrada todo el día. —No sabes en qué momento te podrías encontrar con alguno de los jefes. —La verdad que si son tan importantes como tu dices, no creo que alguno de ellos se tome el tiempo de bajar a la cueva de lucifer; así he decidido llamar ese espacio en el estoy metida todo el día, en fin, no creo que alguno de ellos bajé a conocerme.—No pero si en algún momento ven tus habilidades y te quieren ascender, tu presentación será muy importante.¿Quién iba a ver mis habilidades en la cueva de lucifer? —¿Cómo es que se llaman los jefes? —El mayor de ellos, el sexi guapetón rico y sensual Edon Wolf, y el menor, el delicioso, papacito Fray Wolf. Por cierto, hoy está de regre
Me encontraba aburrida, eso de estar viendo pantallas era el trabajo más aburrido que podía existir.Aproveché para sacar mi móvil y entretenerme en las redes sociales y juegos. ¿Quién iba a robar en esta gran empresa? —No sabía que nuestros empleados podían jugar en horas de trabajo. Di un salto en mi silla, solté mi móvil y este cayó al suelo. Fray Wolf, estaba en la puerta de brazos cruzados.—Disculpe, señor, es que…—¿Estabas aburrida? Lo sé, no tienes las mejores películas en esas pantallas. —Se acercó, tomó mi teléfono y me lo entregó—. Mucho gusto soy Fray Wolf. Extendió su mano y la tomé.—Mucho gusto señor soy Circe Hall.Me miró de manera detenida por algunos segundos, soltó mi mano y se recostó en la pared.—Solo dime Fray.Esto era muy raro, ¿Qué hacía él aquí? Estaba en el lugar más escondido de este edificio y Fray uno de los jefes de la empresa, estaba aquí conmigo.—¡Circe! —el jefe de seguridad gritó mi nombre al mismo tiempo que ingresaba a la habitación. Su cara
Edón—¿Qué te sucede? Has estado callado todo el camino. —Habló mi hermano. Desde el día de ayer estaba desconcertado. Una chica, una nueva empleada, tenía un olor muy peculiar. Desde la mañana una fragancia llamó mi atención. Mi nariz no podía fallarme, nunca había sentido algo igual. Mi corazón empezó a latir de manera desenfrenada. Eso solo significaba que mi compañera estaba cerca, muy cerca. Llegué hasta los casilleros de las empleadas y dentro de uno de ellos el olor era más latente. Arranqué el candado y encontré una blusa. Pasé mi nariz por aquella prenda, nunca había sentido un olor como este, era una combinación entre tierra, árboles, hojas, como el olor del bosque por las mañana. Estaba seguro de que al fin mi compañera estaba en este mundo. Pero la desilusión llegó cuando una chica con el cabello alborotado, sin maquillaje y con la ropa desaliñada, reclamó diciendo que era su blusa. Ella no podía ser mi compañera. Desde ese momento estaba confundido. Pedí información
Circe—¡No, no, no! —grité. Abrí mis ojos, mi respiración estaba agitada. Miré a mi alrededor. Este lugar era conocido para mi. Me encontraba en mi cama. —Pero…¿Cómo? Volví a cerrar mis ojos y recordé los sucesos de la noche anterior. Dos lobos, Edón y Fray, mis manos lanzando poderes.¿Poderes? Estaba loca. Tuvo que ser una pesadilla. Pero entonces, ¿Cómo es que estaba aquí? Bueno, no tenía idea y no iba a quebrarme la cabeza con lo mismo. Estaba en mi casa al parecer sana y salva y eso era suficiente para mí. —¡Oh, no! ¿Qué hora es? —me levanté de prisa y busqué mi móvil. En ese momento me di cuenta de que aún tenía el uniforme. ¡Maldita sea! Lo que me hacía falta. Ví la hora, me quedaba poco tiempo para ir a mi trabajo. Así que tomé una ducha rápida. Planché el uniforme y volví a colocarlo. Me puse los tacones, tomé mi bolso y bajé de prisa, tenía pocos minutos para llegar al metro. Por primera vez lo tomé a tiempo y encontré un lugar para sentarme. Llegué a Wolf’s Company y
—¡Cuéntamelo todo! —Ada se interpuso en mi camino. —Fuimos en su auto, me llevó a mi apartamento, me despedí de él y ya eso fue todo. —Tuvo que haber pasado algo más. —No hay nada más Ada. Mi amiga si que era insistente, desde que nos encontramos en la entrada de la empresa no paraba de hacerme la misma pregunta. No quería que pensara cosas equivocadas así que preferí no contarle sobre la invitación de Fray a la cual me había negado. —Amiga yo hubiera aprovechado y lo invito a tomar una taza de café a mi apartamento como agradecimiento por su caballerosidad. —No es apropiado Ada, además no quiero que él tome ideas equivocadas. —Pues en tu lugar, preferiría que se tomara todas las ideas equivocadas que quiera. Negué con mi cabeza. Me despedí de mi amiga y me dirigí a mi puesto de trabajo. Casi caigo de espaldas al encontrarme a Fray en la habitación. —¿Qué haces aquí? —Buenos días Circe, ayer dejamos una conversación pendiente. —Yo la dejé concluída. No aceptaré ninguna inv
Edón—Hola cariño, ya vas a terminar. Chiara, mi secretaría entró a mi oficina. Contoneaba sus caderas mientras se acercaba. Pasó su mano por mi cuello y se sentó sobre mis piernas. Chiara tenía todo lo que me encantaba de una mujer, cabello sedoso, piel bien cuidada, labios rojos, senos y glúteos mucho más grandes de las palmas de mi mano. Ella era una buena diversión para mí. La tomé por la cintura y la puse de ahorcajadas sobre mis piernas. Solté un par de botones y empecé a besar su cuello. —Pusiste el seguro en la puerta, no quiero que Fray nos interrumpa como la última vez. —Tu hermano no está en la oficina, salió desde hace rato. Lo vi salir con dos chicas. —¿Chicas? ¿Quiénes? —Ada era una de ellas, la otra ni siquiera la conozco y por su aspecto dudé por instantes que trabajara en esta empresa. Eso llamó mi atención. Me despegué de Chiara y me dirigí hacia ella —¿Cómo era la otra chica? —No la recuerdo muy bien, pero no pude omitir su cabello alborotado, sin maquillaje
Tomé a Circe entre mis brazos y la llevé hasta su habitación. La otra noche estuve aquí y conocía cada habitación de su casa —Vete de aquí. —exigí. —No, ella estaba conmigo y yo me encargo de cuidarla. —Contradijo Fray.—¡Vete! —rugí. Sentí mis manos, mis garras habían hecho su aparición. Muy pronto esto se convertiría en una pelea y no quería hacerlo. —Te digo que te vayas. —exigíMi hermano obedeció, pero no porque quisiera, sabía que ante una pelea no iba a poder vencerme, sobre todo por lo furioso que en este momento me encontraba. Fray salió de la habitación y de la casa de Circe. La vi tendida en su cama, cuando de pronto empezó a dar arcadas. Esa no era una buena señal. La levanté de la cama y la llevé hasta su baño. —Si quieres vomitar, hazlo aquí y no en tu cama. —Edon no. Déjame, me siento bien. —Balbuceó—¿Bien? Apenas y puedes mantenerte de pie. Lo que necesitas es una ducha fría. —Ni siquiera lo digas, tengo pavor al agua fría. —Eso te ayudará a recobrar tus cinco se