CAPÍTULO 02

—¿Qué tal tu primer día de trabajo? —preguntó Ada. La jornada había terminado y mi amiga me acompañaba hacia la parada del autobús. 

—Normal, en una pequeña habitación de vigilancia no puede pasar mucho. Pero eso sí, necesito poner una queja, hay un pervertido que rompió el candado de mi casillero y quiso robarse mi blusa. 

—¿Quéééé?, ¿cómo que un pervertido? Eso no suena bien, dime como era para encontrarlo. 

—Era muy guapo, mentón y nariz perfecta

—¡Circe! 

—Okey, pero es la verdad; sin embargo, lo que llamó mi atención fueron sus ojos rojos. Ese color no es muy común. 

—Ese color de ojos ni siquiera existe, Circe, ¿estás segura de lo que viste? 

—Muy segura, no tengo idea de quién se trate, pero ese tipo me dejó muy nerviosa. Lo bueno es que recibió un buen golpe, espero que con eso no se vuelva a atrever a registrar mi casillero. Voy a buscar su imágen en las grabaciones de las cámaras de seguridad y cuando tenga la imagen te la enseño, tal vez tú lo conozcas. 

—Si se te vuelve a acercar, me llamas de inmediato, ya que ningún pervertido va a molestar a mi amiga. 

—Gracias Ada, eres para mí como la mujer maravilla. Después de mi madre eres la única mujer en quien confío. 

—No quiero tristezas, tu madre está en el cielo y de seguro está cuidando de ti, porque en verdad amiga tú necesitas de un batallón de ángeles, no entiendo cómo has sobrevivido estos años. 

—Soy tan torpe que te aseguro que ni Dios me quiere en el cielo, capaz que dejó caer a todos los ángeles del cielo. 

—Circe, eres tan ocurrente, mejor apresúrate porque el bus ya viene y si no tendrás que irte caminando. 

—Adiós, amiga, gracias por todo. —Me despedí con un beso y corrí hacia la parada —¡Mañana te devuelvo tu blusa! —grité antes de subir al autobús. 

Mi amiga solo sonrió y negó con su cabeza. Subí y me senté en uno de los sillones de enfrente, solía distraerme y a veces terminaba en la terminal de buses y me tocaba regresar caminando. Así que prefería quedarme hasta adelante. 

Llegué a mi edificio, era bastante grande y antiguo, éramos pocos los que residimos en los apartamentos, bueno no sé si éramos valientes o tontos por quedarnos en un edificio que parecía iba a caerse en cualquier momento, pero los dueños no quería hacer ninguna remodelación. En mi caso no tenía opción, ya que era lo único barato que había conseguido. 

—Hola Cosmo, ya estoy de vuelta. —grité desde la puerta. Entré a la casa y lo primero que hice fue lanzar mis zapatillas. —¡Cosmo!, mi amor, estoy de vuelta. 

¡Miau! 

—Estoy de vuelta, espero te hayas comportado bien, ahora qué mami ya no está en casa. —Observé alrededor y al parecer todo estaba en su lugar. Cosmo mi gato solía ser muy juguetón. —Al parecer si te portaste bien y eso merece un premio. —Fui a la repisa y tomé una lata de comida, la que más le gustaba. La serví en su plato y fui a mi habitación.

Al parecer Cosmos no se había portado bien. En mi cama una de mis almohadas estaba destruida, el algodón se encontraba regado por toda la habitación. 

Bufé al ver el desastre, no me sentía con ganas de limpiar mi habitación. Así que solo me quité la ropa, la puse en la lavadora y tomé una ducha. 

Me puse mi ropa de dormir e hice a un lado el resto de algodones que había en mi cama. Mañana tendría tiempo de limpiar este desastre. Cerré mis ojos y estaba por quedarme dormida, cuando la ventada de mi habitación se abrió. Un aire frío se filtró y las cortinas blancas empezaron a moverse. 

Me levanté de prisa para cerrarla, no sin antes acercarme a ver si algún o algo había golpeado mi ventana y por eso se había abierto. Siempre las tenía con seguro para evitar cosas como esta. 

Pero no había nada, ni siquiera un ave volando cerca. Lo único que podía observar era la enorme luna que resplandecía en el cielo. Volví a cerrar la venta y esta vez me aseguré de que no se volviera abrir. 

Me lancé de nuevo a la cama, pero antes de cerrar mis ojos escuché un estruendo y al mismo tiempo los maullidos de Cosmo. Me levanté de prisa y me encontré con otra ventana abierta y mi gato parado frente a ella. Estaba gruñendo y tenía una posición de ataque.  

Corrí y lo abracé. Estaba en el último piso de un edificio de diez plantas y aunque Cosmos aún tenía sus siete vidas intactas, con una caía de esa distancia podía perder todas sus vidas en un instante 

—¿Qué hace ahí? Ese lugar es peligroso. 

Lo puse en el suelo y me dirigí hacia la ventana, al igual que la anterior no había ni un ave cerca y era lo único que podía provocar que mis ventanas se abrieran de esa manera y que Cosmo se alertara, ya que algo más estaba descartado. 

Esa era una de las ventajas de estar hasta arriba. No tenía miedo de ladrones, para que una persona quisiera entrar a mi apartamento, tenía que tener buenas habilidades para hacerlo, pero además sería una pérdida de tiempo, ya que no tenía nada de valor, todas mis cosas eran de segunda mano. 

—¡Ven Cosmo! Esta noche dormirás conmigo. —Abracé a mi gato y lo llevé a mi habitación. Lo metí entre mis sábanas y ahora sí cerré mis ojos y pude dormir.

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