¿Divorcio? ¡El inicio de la nueva vida!
¿Divorcio? ¡El inicio de la nueva vida!
Por: Celia
Capítulo 1
—Fírmalo.

Una voz fría y grave sonó por encima de su cabeza, y una copia de los papeles del divorcio apareció delante de ella. Silvia Somoza se sobresaltó ligeramente, y miró a Carlos Ferrero en silencio, esbozando una amarga sonrisa.

Ya entendía todo.

No era de extrañar que esa mañana la llamara para decirle que aquella noche tenía algo que decirle, ya que normalmente no lo hacía.

Llevaba todo el día alegrándose por esa llamada, pero resultaba que lo que le iba a decir era aquello...

Tres años de matrimonio que finalmente habían llegado a su fin.

Sin decir nada, Silvia tomó los papeles del divorcio, apretándolos un poco, antes de preguntar con la voz un poco ronca:

—¿Tenemos que divorciarnos sí o sí?

Carlos frunció el ceño, evaluando a la mujer que tenía delante.

Parecía que acababa de ordenar la habitación, unas gotas de sudor aún resbalaban por su frente, tenía la mirada cansada y desconcertada, y unas gafas de montura gruesa destacaban en su rostro sin maquillaje. Daba la sensación de ser dócil, sencilla y aburrida.

Sí, aquella mujer corriente y nada divertida era quien había ocupado el rol de ser su esposa durante los últimos tres años.

Carlos apartó lentamente la mirada, y apagó el cigarrillo que tenía en la mano. Su voz era suave, pero estaba impregnada de una insistencia irrechazable:

—Fírmalo, ella ha vuelto, no quiero ningún malentendido.

Silvia se quedó estupefacta, con una ligera amargura en la punta de la lengua al darse cuenta de quién era «ella».

Sin lugar a dudas, se trataba de Fátima Gómez, el primer amor de Carlos.

Sí, ella era la razón de que aquel matrimonio fuera una farsa, porque en todo este tiempo, Carlos no había tenido nada con Silvia.

Temiendo que no accediera, Carlos la miró y añadió con voz débil:

—Nos divorciamos en buenos términos. Como no tienes mucha educación, con el divorcio pasaré varias propiedades y coches a tu nombre, y, además, te compensaré con otros ocho millones.

En un principio, solo se habían casado para que el abuelo de Carlos estuviera contento, por lo que habían firmado un acuerdo prematrimonial, el cual Carlos no estaba cumpliendo del todo, ya que le estaba ofreciendo mucho más de lo que merecía.

Aunque no había conseguido el amor del hombre, era innegable que Silvia se había esforzado durante aquellos tres años, por lo que podía tomar lo que le daba como su recompensa, eso sin contar que siendo una graduada únicamente del bachiller, realmente necesitaba dinero para su vida después del divorcio.

Silvia captó lo que intentaba decir y hojeó los papeles, para finalmente asentir lentamente mientras respondía:

—De acuerdo, firmaré.

Tomó el bolígrafo y puso su nombre con agudeza, y, a continuación, miró a Carlos, sin poder decir si lo que sentía era amargura o resentimiento.

—No te preocupes, me mudaré en los próximos días y no te causaré problemas.

Carlos asintió.

—Gracias por lo que has hecho durante estos tres años.

Aunque la mujer que tenía delante era aburrida, sosa y ordinaria, tenía que admitir que Silvia había sido realmente una esposa cualificada.

A lo largo de los años, ella se había ocupado diligentemente de todos los miembros de la familia Ferrero, permitiendo que él, quien tenía mucho con lo que lidiar en su trabajo, pudiera concentrarse en su carrera sin preocuparse por otros asuntos.

No obstante, el amor no era algo que pudiera nacer del agradecimiento.

Mientras tanto, Silvia no pudo evitar pensar que era gracioso que todo lo que le había dado en este tiempo solo mereciera un simple «gracias» de parte de Carlos.

Sin embargo, Carlos no se dio cuenta de la sonrisa en sus ojos y tomó los papeles de divorcio firmados. De pronto, su asistente le llamó, tras lo cual miró a Silvia y dijo con voz ligera:

—Tengo trabajo en la oficina, deja que Elisa te eche una mano, si necesitas ayuda.

Silvia asintió, viendo cómo Carlos salía del estudio y era recibido por su madre, Roberta Martínez, quien aguardaba en el salón, un tanto nerviosa.

—¿Qué tal? ¿Firmó?

Carlos frunció ligeramente el ceño y luego asintió.

—Qué bien que lo haya firmado —repuso Roberta con alegría, tras soltar un suspiro de alivio—, es genial. ¿Sabes? Desde que te casaste con ella, no he tenido ni un momento de calma, eso sin contar que no ha conseguido quedarse embarazada en tres años. A mí no me gusta nada, es tan callada... Me da la sensación de que no trama nada bueno.

Carlos no dijo nada, por lo que Roberta suspiró y continuó:—No estuve de acuerdo con el anciano cuando quiso que te casaras con ella, ¿de qué puede servir una huérfana que vive bajo el techo de los Lázaro? Es bueno que se divorcien. Cuando te cases con Fátima, sí que estaré más contenta que nadie, solo una chica como ella es digna de ti.

Leticia Ferrero, a un lado, también asintió contenta:

—Así es, Carlos. De verdad que hasta me da vergüenza tener una cuñada como Silvia. Ahora todo estará en el lugar que corresponde. Si Fátima se convierte en mi cuñada, seré la envidia de mucha gente.
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