"¡Tú!" —Leticia alzó la mano, furiosa, a punto de golpearla.Silvia retrocedió un paso—. Te aconsejo que te detengas. La vez pasada fui magnánima y dejé pasar lo que hiciste sin llamar a la policía. Si te atreves a tocarme, ajustaremos cuentas por todo, lo nuevo y lo viejo.Leticia finalmente bajó la mano—. ¡Nosotros, los Ferrero, no te damos la bienvenida!¡BAM!La puerta se cerró con violencia. Silvia la miró de reojo y se marchó.Fue directamente a reemplazar su tarjeta y compró un nuevo teléfono.Al abrir el foro, descubrió el enorme problema que había causado aquella llamada. La mayoría de los estudiantes de la Facultad de Psicología trataban a Fabiola como si fuera una celebridad; incluso estaban planeando hacer una pancarta para darle la bienvenida.Intentó llamar nuevamente al asistente de Fabiola, pero recibió la misma respuesta: no hay tiempo disponible.Incluso todos aquellos artículos académicos habían desaparecido como piedras en el mar, sin respuesta alguna.Después de pe
—Profesora Somoza, este es un asunto delicado. Tal vez debería investigar más sobre esta situación, después de todo, aún faltan algunos días para el concurso —vaciló el rector.Aunque él era el rector, la junta directiva tenía prioridad.—Entiendo, rector.Silvia mantenía una expresión grave. Los Ferrero realmente la habían puesto en el ojo del huracán con esta jugada.Al salir de la oficina del rector, se dirigió a la sala de consultas psicológicas, donde Vivian la esperaba.—Silvia, ya estoy al tanto de todo. ¿Qué vamos a hacer ahora?Silvia sonrió con amargura—: Solo nos queda intentar contactar nuevamente a la profesora Morales.Entre los documentos que había preparado para Fabiola, también había incluido su propia tesis, relacionada con la dirección más reciente de las investigaciones de Fabiola.Pero, ¿y si Fabiola no la había visto?Tres de la tarde.Leticia observaba satisfecha las acaloradas discusiones en el foro. Había cambiado entre varias cuentas secundarias para intensifi
—Señorita Somoza —sonrió Fabiola con resignación—, creo que fui bastante clara. No tengo tiempo y no asistiré a actividades de concursos.El asistente bloqueó el paso a Silvia y habló con seriedad—: Señorita, el tiempo de la profesora Morales en el país es limitado. Todas sus actividades están programadas con anticipación y no hay forma de modificarlas para asistir al concurso que usted menciona.—¿Ha revisado los documentos que le entregué? —preguntó Silvia esperanzada.Fabiola no esperaba tanta persistencia. Asintió—: He revisado todos esos documentos. Debo decir que los estudiantes de la Universidad Santa Mónica son realmente talentosos. Muchos de los planteamientos presentados son bastante interesantes.Parpadeó—: Sin embargo, señorita Somoza, no creo que esos documentos sean suficientes para hacerme cambiar mi agenda.—He regresado para participar en un coloquio con especialistas en psicología de Alucia, donde debatiremos problemas psicológicos complejos. Cada problema que logremo
Debía ser la psicóloga que el señor Caballero había buscado para Vivian, la misma mujer que la había estado esperando en la recepción del hotel.Al final del documento había un programa detallado del concurso de conocimientos psicológicos, incluyendo los temas para las preguntas de desarrollo.Pensó que quizás debería relacionarse con los estudiantes de la nueva era, para descubrir qué sorpresas podrían ofrecerle esta nueva generación.Después de regresar a casa, Silvia se quedó contemplando por la ventana, perdida en sus pensamientos.Reconocía que Fabiola tenía razón. Había estudiado muchos años en el extranjero, participado en numerosos proyectos de psicología y desarrollado un enfoque único en la investigación psicológica.Su regreso al país para participar en el coloquio no solo ayudaría a los especialistas psicológicos de Alucia a resolver problemas, sino que también analizaría minuciosamente un caso psicológico especial. Su tiempo era valioso.Si pudiera ofrecer algo más valioso
—¿Quién dice que no participaré en el concurso de conocimientos psicológicos de su universidad? —resonó una voz familiar.Silvia abrió los ojos de par en par y giró la cabeza, sorprendida.La puerta de la oficina del rector se abrió, y Fabiola entró acompañada de su asistente.Leticia miró a la recién llegada con incredulidad—: ¡Fabiola!Fabiola las ignoró completamente y estrechó la mano del rector—: Hola, soy Fabiola.—Profesora, ¿cómo es que está aquí? —preguntó Silvia, pasmada.—Te lo explicaré después —Fabiola se dirigió a Roberta—: Señora, ahora que confirmo mi participación como jurado en este concurso, ¿sigue considerando que existe algún problema?El rostro de Roberta se ensombreció. Intercambió una mirada con Leticia. ¿Cómo era posible que Fabiola hubiera aceptado?¿Sería posible que el señor Caballero la hubiera ayudado nuevamente entre bastidores?—Profesora Morales, ¿realmente acepta ser jurado del concurso? —preguntó el rector.Fabiola asintió—: Sí, ya puedo confirmarlo.
Un día antes del concurso, Silvia estaba muy ocupada en la escuela. Ella y el personal del departamento de actividades y planificación estaban arreglando el auditorio, e incluso el profesor Cisneros se quedó hasta tarde para asegurarse de que todo estuviera en orden.— ¿Ya guardaste las preguntas del concurso? —preguntó el profesor Cisneros.Silvia asintió con la cabeza:—Ya las coloqué en la caja fuerte de la sala de asesorías, y solo yo tengo la llave.El profesor Cisneros asintió:—Perfecto entonces.Después de que el profesor Cisneros se marchó, Silvia, aún preocupada, probó nuevamente todos los equipos del auditorio.Para cuando terminó de preparar todo, ya eran las once y media de la noche. Silvia suspiró exhausta, pero pensó que, sin importar el cansancio, todo valdría la pena si el concurso de mañana salía bien.Regresó a la sala de asesorías para recoger sus cosas, y antes de salir recibió una llamada de Vivian.— ¿Vivi?A través del teléfono se escuchó la voz preocupada de Vivi
— No quiero ir al hospital, solo necesito tomar algo para el dolor —murmuró Silvia.Daniel apretó con más fuerza el volante:— ¿Siempre te duele tanto?—Normalmente no, pero hoy tomé una cerveza helada.— ¿No lo recordabas? —la voz de Daniel sonaba algo sombría.Silvia se quedó perpleja un momento:—Sí lo recordaba, pero me emocioné y se me olvidó.El auto se detuvo frente al hospital. A medianoche no había filas para registrarse, solo médicos de urgencias y de guardia.Afortunadamente, la doctora de guardia era de ginecología. Le recetó medicamentos, incluyendo algunos para el dolor.—Recuerda, toma la medicina una vez al día, sin falta —indicó la doctora.Silvia asintió:—Entendido.En realidad, quería decir que no era necesario hacer tanto escándalo. Normalmente no le dolía tanto, solo que hoy había olvidado y bebió una cerveza.De vuelta en el auto, Daniel parecía más serio. Estacionó frente al edificio de apartamentos y subió al ascensor con la bolsa de medicamentos.Silvia se quedó
—Fírmalo.Una voz fría y grave sonó por encima de su cabeza, y una copia de los papeles del divorcio apareció delante de ella. Silvia Somoza se sobresaltó ligeramente, y miró a Carlos Ferrero en silencio, esbozando una amarga sonrisa.Ya entendía todo.No era de extrañar que esa mañana la llamara para decirle que aquella noche tenía algo que decirle, ya que normalmente no lo hacía.Llevaba todo el día alegrándose por esa llamada, pero resultaba que lo que le iba a decir era aquello...Tres años de matrimonio que finalmente habían llegado a su fin.Sin decir nada, Silvia tomó los papeles del divorcio, apretándolos un poco, antes de preguntar con la voz un poco ronca: —¿Tenemos que divorciarnos sí o sí?Carlos frunció el ceño, evaluando a la mujer que tenía delante.Parecía que acababa de ordenar la habitación, unas gotas de sudor aún resbalaban por su frente, tenía la mirada cansada y desconcertada, y unas gafas de montura gruesa destacaban en su rostro sin maquillaje. Daba la sensació