Capítulo 6
—Se casó contigo, a pesar de que tu madre es mala e indiferente con ella —dijo el anciano con un tono triste, mientras dejaba la taza de té sobre la mesa, con la mirada perdida—. Las veces que estuvo enferma, siempre fue Silvia quien llamó primero al médico, y todo lo que quisiera o le gustara a tu hermana, era ella quien sacaba dinero de su bolsillo y se lo compraba. Eso sin contar con las veces que llegabas tarde a casa. Ella siempre ha estado allí esperándote con la cena preparada. ¡Esa vez que te dolía el estómago, se quemó la mano para cocinarte una sopa! —Suspiró—. Incluso cuando murió su padre. Carlos, Sisi ha hecho tanto por ti, pero no lo ves. En cambio, ¿qué ha hecho Fátima? Solo te puso un poco de sopa. ¿En serio con eso piensas que es la mejor del mundo?

Carlos escuchaba, mientras su mano se cerraba poco a poco en un puño, y la oscuridad brotaba bajo sus ojos oscuros como la tinta.

Silvia no sabía lo que había dicho el anciano, pero aun así tuvo una rara noche de sueño reparador.

Al día siguiente, a las ocho y media, llamó a Carlos para hablar sobre el certificado de divorcio:

—Señor Ferrero, si le viene bien, pase por la oficina a las nueve, lo espero en la puerta.

—Tengo una reunión dentro de un rato —respondió débilmente Carlos, apretando el celular—, no tengo tiempo, aplázalo.

Tras decir esto, cortó la llamada, mientras Silvia fruncía el ceño desconcertada. Si no le fallaba la memoria, se lo había dicho el día anterior.

«Pues sí que está ocupado», pensó, dudando en si volver a marcar, pero no lo hizo. Solo podía esperar a que aquel hombre ocupado tuviera un tiempo libre.

Mientras caminaba de regreso, pensando en la mención que Lucía había hecho el día anterior del profesor Cisneros, Silvia marcó el número con la intención de visitar al profesor.

Al llegar a la casa de los Cisneros, la criada condujo a Silvia al estudio, y no había alcanzado a entrar, cuando oyó la voz del profesor:

—Dani, de verdad que me gustaría ayudar con lo de tu hermana, pero no puedo hacer nada, ya que la psicoterapia es un ciclo largo en el que es imprescindible ser constante. Temo que mi salud actual interfiera en el tratamiento.

Silvia se sorprendió un poco, y enseguida oyó una voz grave y suave:

—Su salud es importante, si hay un candidato adecuado, por favor, recomiéndemelo.

El profesor Cisneros acababa de asentir cuando la criada llamó a la puerta y la abrió de un empujón, anunciando:

—Señor, la señorita Somoza está aquí.

—Silvia, pasa —la invitó el profesor Cisneros, con alegría.

Silvia levantó la vista y solo entonces vio el aspecto del hombre que acababa de hablar, quien parecía 70% un atractivo demonio y un 30% un gentil ángel. Su aspecto era realmente llamativo. Tenía rasgos profundos, exquisitos, unos ojos oscuros y se notaba peligroso, pero también tranquilo y discreto como una obra de arte.

Al oír que alguien se acercaba, el hombre se despidió del profesor Cisneros con un suave:

—Entonces, volveré a visitarlo en otra ocasión.

A Silvia le dio un vuelco el corazón, pero en su mente creía haber adivinado la identidad del hombre.

—Es duro para la familia Caballero —oyó decir al profesor Cisneros—, y me temo que si esa chica sigue así...

Lo sabía.

Era Daniel Caballero, el famoso señor Daniel.

La familia Caballero era una famosa familia de Alucia que hacía negocios en el rubro inmobiliario, que se había vuelto aún más imparable con el paso de los años, gracias a Daniel, el presidente del Grupo Caballero.

Además, se rumoreaba que Daniel era impresionantemente bello, pero decidido, despiadado, y, sobre todo, misterioso, por lo que mucha gente tenía curiosidad de verlo en persona.

Silvia, sin embargo, no esperaba toparse con él en casa del profesor, y, de pronto, pensó en Lucía y de la cacería de la que le había hablado, en donde estaría Daniel.

Silvia no pudo evitar que la curiosidad brotara por un momento; con solo ver su cara, Daniel no parecía realmente un hombre aficionado a este tipo de actividades.

Mientras pensaba esto, le comentó su divorcio al profesor, quien se mostró claramente emocionado.

Tres años atrás, Silvia era su alumna favorita, por lo que, cuando se enteró de que se había casado, deteniendo su carrera de psicología, no pudo evitar sentir una profunda lástima, por lo que, ahora que Silvia se había divorciado y se la veía bien, la alegría lo invadió.

—Por aquel entonces, eras la mejor estudiante del Departamento de Psicología, y, si no te hubieras ido, estoy seguro de que podrías haberte labrado un nombre en el campo de la psicología... Ahora que estás con más tiempo, ¿te has planteado continuar con la carrera?
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