La casa de aquí era la que Carlos prometió regalarle, y el papeleo de la casa estaba en trámite, así que aunque Carlos quisiera dar una buena impresión de buen yerno y dejar que sus futuros suegros vivieran en ella, debería preguntárselo.Además, la casa era el único lugar en el que ella y Carlos habían vivido juntos antes de casarse.En fin, Carlos no la tomaba en serio.A Silvia no le importaba si Carlos la quería o no, pero Carlos debería respetarla como a una persona al menos.No era una mascota...Justo cuando esas personas hablaban de la boda con bastante entusiasmo, Roberta se sorprendió al ver a Silvia y su expresión cambió de inmediato.El resto también miró hacia ella.Leticia no pudo evitar quejarse: —Qué mala suerte, ¿por qué está aquí?Finalmente fue Fátima quien tuvo la decencia de acercarse a saludarla, ocultando la incomodidad bajo sus ojos: —Srta. Somoza, qué casualidad, ¿qué hace usted aquí?—No es casualidad. —Silvia miró al grupito que parecían haber visto al enemig
Fátima quiso persuadir a Roberta: —Mamá, la Srta. Somoza es la ex mujer de Carlos, no la trates así... De todas formas, hay habitaciones vacías en nuestra casa... Si no tiene a donde ir, que se quede con nosotros.Después de decir eso, el guardia de seguridad miró a Silvia, sencillamente vestida, con unos instantes de desprecio.Se hizo la idea de que era una mujer que se aferraba a la familia rica de su ex.Silvia ignoró las miradas de los demás y se limitó a negar: —No será necesario.Se fue tirando de su maleta, pero el cielo se nubló de repente y cayó una tormenta.Cuando alguien estaba en racha de mala suerte, le pasaría de todo.Silvia miró 2% de batería que le quedaba y no pudo evitar reírse de sí misma.Rodeada de bosques y árboles, no había lugar donde esconderse de la lluvia, y ella estaba empapada, con un aspecto especialmente miserable bajo la lluvia torrencial.De repente, un Cayenne se detuvo a su lado, el hombre caminó hacia ella con un paraguas negro, la lluvia torrenci
Daniel hizo una pausa tan larga que Silvia pensó que no iba a contestar antes de oírle decir débilmente: —Es una amiga.Había algo extraño en su tono, y Silvia, sin intención de entrometerse en historias ajenas, se afanó en cambiar de tema: —Sr. Caballero, ¿me puede comentar cómo manifiesta su hermana la enfermedad?—No puede ver la sangre, sufre amnesia de vez en cuando, da arcadas y grita cuando se expone a extraños del sexo opuesto, y no puede controlar el miedo y los gritos cuando se encuentra con algunas situaciones.Este hombre a veces era distante y otras indiferente.Silvia escuchó, pensativa.Todos estos síntomas eran reacciones exageradas a la estimulación, tal vez en los recuerdos de Vivian hubiera algo que la produjera miedo.Antes de que pudiera decir estas palabras, Carmen se había acercado con la ropa: —Srta. Somoza, la ducha está lista, y aquí tiene la ropa, que es de su talla.Silvia le dio las gracias y volvió al baño para ducharse y cambiarse, sin embargo no se había
El rostro frío de Carlos estaba un poco molesto. —Todavía estoy...Antes de que pudiera terminar la frase, Silvia le interrumpió directamente.—¿Todavía en una reunión? —La voz de Silvia con frialdad, algo inusual. —Sr. Ferrero, nadie le esperará todo el tiempo, ya que ha decidido divorciarse, no siga arrastrando el asunto. ¿Recuerda que está preparando la boda? Pues no hace ninguna gracia que no se de prisa en finalizar nuestra relación.Silvia estaba cansada de los tanteos de Fátima, y de la inexplicable e interminable conexión con Carlos.Ella siempre había sido una persona decisiva, si amaba a una persona, podía dar la vida por él, peri si no, no perdería ni un segunto con esta.Ella no se creería que Carlos la quería tanto y por eso retrasaba el divorcio, seguro que Carlos simplemente no la tomaba en serio.Ella nunca era una de sus prioridades.Carlos agarró el celular, frunció el ceño con fuerza, apretó los labios, recordando aquel día que aquel hombre la envió a casa, y su cora
Lo pensó y lo resumió diciendo: —Eres el puto amo.Silvia sabía que su amiga estaba disgustada y simplemente se alegró de ver cómo le arrojaba en cara todo eso al hombre que le caía mal.Carlos, en cambio, frunció el ceño: —Mi madre te ha echado, ¿te enfermaste?¿Ahora actuaba como si ella le importara?Silvia echó un vistazo a la puerta de la oficina donde habían salido y solo sintió unos instantes de burla en el corazón.Le miró sin expresión: —Sí, así que, Sr. Ferrero, si le parece bien, haga también el papeleo lo antes posible para evitar malentendidos.Terminó y se fue con Lucía, sin dar a Carlos la oportunidad de decir nada más.En cuanto se fue, Carlos llamó a Fátima y le preguntó por lo de ayer.Fátima sonaba como si se sintiera un poco impotente: —A mí también me hubiera gustado que la Srta. Somoza se quedara, pero Roberta parecía tener algún problema con ella, y por eso la echó.A Carlos no le gustó mucho lo que escuchaba por alguna razón y la interrumpió débilmente: —Fátima,
Su reacción sobresaltó a esa gente, el hombre explicó titubeando: —Fue poco después de que Fátima se marchara, ¿te acuerdas? Estuviste abatido durante mucho tiempo por Fátima. Los altos cargos de la empresa tenían quejas sobre ti, pero la llegada de varios proyectos frenaron su descontento, y oí decir a mi padre que varios de estos proyectos los consiguió Silvia en nombre de la señora Ferrero. Sin embargo, por miedo a que te enfadaras, nunca dijo nada.Ella no tenía mucha educación y no entendía cosas de negocios, además, utilizó la identidad de señora Ferrero, el que él odiaba, por lo que sabía que incluso consiguiendo esos proyectos, él no los usaría si se enterara, y se lo ocultó.Y así tres años.Carlos estaba sentado en las sombras, recordó la expresión que tenía Silvia hoy, y su corazón, de repente, sintió un dolor fuerte.Por la noche, cuando Carlos llegó a casa, Fátima estaba sentada en el sofá hablando con Roberta, las dos felices y unidas.Al verlo de vuelta, Roberta saludó c
—Mamá, a Carlos solo le da lástima, he oído que está sin trabajo y no tiene mucha educación, Carlos quería un divorcio rápido así que le dio más para que se fuera de buena gana.Rosa dijo con escepticismo: —¡Aun así no se hace eso! Tengo que hablar con su familia sobre esto, Carlos no sigue sintiendo algo por ella, ¿verdad?Fátima sonrió, con una mirada dulce en la cara: —Mamá, ¿de qué estás hablando? ¿Cómo le va a gustar a Carlos? Si ni siquiera la ha tocado, él me esperó en estos tres años.—Bueno, pero deja eso de la casa, yo me ocupo por ti.Después de despedir a Fátima, Rosa llamó a Roberta.Roberta escuchó, atónita.No podía creer que su hijo le hubiera dado la casa a esa zorra, Silvia ni siquiera había tenido un bebé, así que qué derecho tenía a quedarse con su casa.Estaba a punto de llamar a Silvia y se dio cuenta de que la había bloqueado.Al no poder contactar con Silvia, y como no se atrevió a preguntar a Carlos por miedo a crearle malentendidos con Fátima, el asunto se ret
Martín sonrió e intentó argumentar para que todo pareciera natural.—Srta. Somoza, disculpe que hayamos venido sin avisar. —El hombre alto y noble asintió cortésmente con la cabeza, con un brillo astuto en los ojos.—Hola, Silvia. —Vivian miró a la cálida y bonita mujer que tenía delante, sus ojos se curvaron en una sonrisa muy agradable. —Me llamo Vivian.Silvia miró a la bonita chica y entendió el asunto.—Hola, chicos, pasen. —Silvia se puso a un lado y les invitó a pasar.—Charlen ustedes, yo iré a cocinar. —Martín llevaba muchos ingredientes en la mano, entró y se dirigió hacia la cocina.Silvia no lo pudo detener a tiempo, pero fue parado en seco por Lucía.—Aunque sé que eres bueno en la cocina, pero hoy Sisi es la anfitriona, cómo va a dejar que los invitados preparen la comida, ella ya preparó todo, hoy comemos fondue.Lucía era una amante de la comida, y el cumplido hacia Martín fue auténtico; aún recordaba el sabor del ave negro de aquel día.Al oír que era fondue, Martín mi